Si eres joven aunque sin pasarte de pipiolo, preferentemente mujer, honrada, o por lo menos no tienes una cuenta en Suiza, telegénica, y algo de derechas, aunque tampoco es imprescindible, Mariano Rajoy te anda buscando. Y no para darte las gracias. Aquello fue una ocurrencia de algún genio del marketing que ya está despedido y está olvidada. Te anda buscando para ofrecerte un trabajo: ser candidato/a del PP en Madrid, a la Comunidad o al Ayuntamiento; lo que te apetezca más.
Si te animas, le harías un gran favor. A Rajoy no le gusta ninguno de los aspirantes disponibles, pero tampoco sabe de alguien mejor. Y ese es su principal problema. Si tuviera a mano un par de perfiles parecidos al incorporado por Pedro Sánchez con el fichaje de Ángel Gabilondo, hace tiempo que conoceríamos a los candidatos populares. Pero no los tiene y tampoco los encuentra.
Con razón o sin ella, las municipales de mayo van a ser leídas como una primera vuelta de las generales. Ganar en Madrid da muchos puntos para presentarse como vencedor de la eliminatoria y sacar algunos cuerpos de ventaja para noviembre. Rajoy lo sabe y preferiría no tener que jugársela con Ignacio González y Esperanza Aguirre. Pero tampoco puede correr el riesgo de exponerse a perder tras cambiarlos por perfiles de menos fuste o garantía. No puede permitirse otro Bonilla, como en Andalucía. Necesita ganadores claros para proceder al recambio. Nadie en el partido entendería otra cosa.
La demora de Rajoy no responde a una duda entre los actuales candidatos. Encubre una urgencia estrategia. Necesitaba debilitar a unos aspirantes incómodos, que no le garantizan una campaña sin escándalos tras dos décadas de Gürtel, Púnica y áticos, mientras daba con unos sustitutos indiscutibles. El primer objetivo está cumplido. El segundo sigue pendiente. Aún le hace falta el tiempo para que todo el mundo en el partido llegue a su misma conclusión: no queda más remedio que cambiar a alguno o a los dos para aspirar a gobernar en Madrid.
Lo primero que hizo Rajoy fue poner el contador a su favor y asegurarse el control de los tiempos, como le gusta. Anunció que decidiría en febrero y Aguirre y González cayeron en la trampa de ofrecerse voluntarios en público. A Rajoy le ha bastado demorar la decisión para ponerlos nerviosos y dedicarse a jugar como un gato con unos ratones.
Luego separó a la pareja filtrando que Aguirre y González no podían ir juntos. La cizaña tuvo efecto inmediato y ambos corrieron a desmarcarse el uno del otro a la velocidad de Cristiano Ronaldo. Ahora el presidente va matando a Ignacio González filtración a filtración y a Esperanza Aguirre la tiene esperando turno con el número en la mano, como en la carnicería. Ambos resisten a duras penas aguardando ver venir el siguiente golpe.
Aguirre ha tenido la inteligencia de callarse, mientras que González ha cometido el error de romper su silencio. Ambos están tan debilitados que ya solo serán candidatos si no queda otro remedio. Todo depende de que Rajoy no tope con los sustitutos que busca. Anímate, amiga lectora, es tu oportunidad.