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El cuerpo es un campo de batalla y la maternidad es política

Pancarta en la manifestación del 8M en Madrid.

Ana Requena Aguilar

Ando estos días empezando a leer 'Nacemos de mujer', uno de esos textos imprescindibles y que sin embargo cayó en el olvido de la desclasificación editorial durante mucho tiempo, como tantos otros clásicos, sospechosamente escritos por mujeres. Traficantes de Sueños recupera ahora este libro de Adrienne Rich y nos libra de seguir rastreando ejemplares en inglés o de segunda mano, salvo para amantes de las versiones originales o de lo vintage que así lo quieran.

Cuando leía las primeras reflexiones sobre “liberar la maternidad” conocíamos que el Partido Popular había incluido en su proyecto para fomentar la natalidad y apoyar a las madres una propuesta sorprendente, la de retrasar los trámites de expulsión de las mujeres inmigrantes sin papeles en caso de que den a sus hijos en adopción. 

Podríamos creer que el PP está realmente preocupado por la maternidad, por que las mujeres puedan ejercerla cómo y cuando quieran. Podríamos creerlo si ellos mismos no lo hubieran desmentido con sus hechos. El partido preocupado por el invierno demográfico es el mismo que, en el Gobierno con Mariano Rajoy al frente, quitó el derecho a la reproducción asistida en la sanidad pública a las lesbianas y mujeres sin pareja. El mismo que ahondó en una reforma del empleo a tiempo parcial que hacía que las empresas apenas tuvieran que avisar con antelación para que sus trabajadoras (el empleo parcial es fundamentalmente femenino) hicieran horas complementarias. El mismo que amagó con una reforma del aborto que lanzó a miles de personas a las calles y que, sin embargo, sí acabó quitando el derecho de las mujeres de 16 y 17 años a interrumpir voluntariamente su embarazo sin el consentimiento de sus padres. El mismo que ahora habla de volver a una ley de supuestos que nos haría retroceder más de veinte años en el tiempo y que duda de que las mujeres sepan lo que llevan dentro cuando están embarazadas.

Rich pone precisamente como ejemplo de la hipocresía sobre la maternidad las esterilizaciones forzosas que han tenido lugar en tantos países ricos hasta décadas bien recientes y que tenían como objetivo a mujeres racializadas o vulnerables, mientras se ponía en entredicho y dificultaba el derecho al aborto. Una muestra de que el control sobre quién debe ser madre y cómo ha sido siempre una preocupación más ligada a ideologías que a la defensa de los derechos de las mujeres y de su libertad.

Si algo viene a demostrar esta nueva ola a la que asistimos de propuestas y discusiones sobre cuestiones que tienen que ver con el cuerpo de las mujeres es que nuestra carne sigue siendo un campo de batalla y que nuestras maternidades son política y políticas. No nos quieren libres, no nos quieren decidiendo sobre nuestra vida y nuestros cuerpos, nos quieren al servicio de una maternidad concreta para un fin concreto que les permita cuadrar una pirámide poblacional con sus ideas sobe la raza o la clase o sobre qué familia es deseable y debe ser premiada.

No podemos hablar de maternidad sin hablar de las condiciones materiales en las que se da esa maternidad y sin hablar de las posibilidades reales que tenemos de desarrollar esa maternidad al mismo tiempo que el resto de facetas de nuestras vidas. Si quieren fomentar la natalidad y apoyar a las mujeres que quieren ser madres solo tienen que mirar a su alrededor y atender a los datos. Hace poco supimos que la mitad de las mujeres de entre 35 y 44 años que viven en España querrían tener más hijos, pero que no lo han hecho por tres motivos: económicos, laborales y falta de conciliación.

No, no vale la letanía de 'la mejor política social es el empleo'. Muchas ya lo tienen y las cuentas no les dan para alquilar un piso con una habitación más, o temen perderlo en unos meses, o saben que tendrán problemas cuando le digan al jefe que están embarazadas, o sospechan, porque ya lo han visto, que una vez llegue al mundo su bebé comprobarán de una forma real y tangible que la conciliación es, sencillamente, mentira salvo que tengas dinero o una familia disponible. Lo de poner los cuidados en el centro lo dejamos para otro día.

Tenemos que liberarnos de esa idea de la maternidad como destino obligatorio o más feliz, de esa superioridad moral que la sociedad otorga a las madres y que como un caramelo envenenado nos impide mostrarnos malas, egoístas, sexualmente voraces, o transgresoras sin que la culpa o los complejos nos golpeen el cerebelo. Tenemos que exigir la liberación de 'la familia' y de 'la maternidad' como conceptos unívocos y buenos per sé, y tenemos que exigir también las condiciones para que las mujeres decidan ser o no madres. Tenemos que señalar que hoy en día las administraciones no son neutrales y premian ciertos modelos de relación y familia sobre otros mediante las políticas fiscales o sociales. Tenemos que preguntarnos por qué esto es así y qué vamos a hacer para cambiarlo.

Acabo con un párrafo de esos que subrayas fuerte cuando disfrutas un libro y que está en el prólogo que Rich escribió para la edición que salió publicada en 1986 y que esta reedición también incluye: “El libre ejercicio por parte de todas las mujeres de sus opciones sexuales y procreativas catalizará enormes transformaciones sociales (yo creo que sí), también creo que esto puede suceder solo al lado de, ni antes ni después, de otras reclamaciones que a las mujeres y a ciertos hombres les han sido denegados durante siglos: el derecho a ser persona; el derecho a compartir de forma equitativa el producto de nuestro trabajo; a no ser usados meramente como un instrumento, un rol, un útero, un par de manos o una espalda o un conjunto de dedos; a participar plenamente de las decisiones en nuestro lugar de trabajo, en nuestra comunidad; a hablar por nosotras mismas, por derecho propio”.

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