No sé a ciencia cierta quién acuñó el apodo de El príncipe de las tinieblas para referirse al presidente-editor del diario La Razón, Mauricio Casals Aldama; sé que lo oí hace muchos años y al poco de que el Grupo Planeta adquiriera al Grupo Zeta el diario madrileño. Tenía fama, y él la alimentaba, de ser un personaje algo tétrico, oscuro, reservado con sus fuentes y contactos, que manejaba y cuidaba con tesón como el máximo garante de su poder negociador. Un poder que iba creciendo con el tiempo y hasta con los cambios de signo de los diferentes gobiernos.
Hace años que le perdí la pista, desde que dejé el diario ADN en cuyo consejo José Manuel Lara, presidente del Grupo Planeta, incluyó al príncipe, quien estuvo tutelando el proyecto hasta su cierre.
El Mundo publica este lunes que Mauricio Casals ha estado intermediando entre el Partido Popular y Luis Bárcenas. El diario exhibe los sms que Bárcenas le envió al editor de La Razón y que pueden poner en tela de juicio las declaraciones de María Dolores de Cospedal, Javier Arenas ante el juez Pablo Ruz, y hasta las del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el Parlamento: demuestran que se estaba negociando a través del príncipe una solución al mayor caso de corrupción política que está salpicando al Gobierno.
En octubre de 2009 escribí lo siguiente en un post que titulaba La credibilidad de la Prensa:
“Más abominable e ilegitimo es que algún príncipe de las tinieblas utilice la responsabilidad que tiene en su diario no sólo para manipular la información en interés económico de su cabecera, sino para hacer negocios para sí mismo con políticos, instituciones y anunciantes. Debería ser igualmente abominable que estos políticos y anunciantes contraten sus servicios de 'intermediación' aprovechando la siniestra influencia de El Príncipe. No vale todo. Quiero pensar que ese medio en cuestión tiene los días contados, simplemente porque el lector le pondrá, le está poniendo ya, en su sitio. Volveré otro día, quizás, sobre este tema”.
No pensaba que volvería sobre el tema al cabo de cuatro años. Pero más allá de que los gobiernos de cualquier signo han utilizado los servicios del editor de La Razón, más allá de que haya obtenido pingües beneficios de las comisiones recibidas por sus múltiples gestiones, incluso más allá de que a Planeta le haya brindado extraordinarios servicios –tras venir de su competencia, Plaza y Janés, donde guardan infausto recuerdo del personaje— consiguiéndole una televisión primero y una fusión después, amén de otras prebendas siempre bien cobradas por Casals, más allá de todo eso, hay algo que se me escapa, que es difícil de entender para el periodismo y para los medios de comunicación.
Resulta que La Razón, con su director Francisco Marhuenda al frente, tenía la mejor información del caso Bárcenas, la tenía de primera mano a través de su propio editor, quien estaba negociando con los implicados, y resulta que publicaban lo contrario de lo que sabían. No quisieron buscarle ventaja a sus competidores El País y El Mundo teniendo como tenían la primicia y las pruebas.
Dos días antes de enviar el sms Bárcenas –10 de febrero de 2013–, el director de La Razón abría a todo trapo con la portada de “El golpe de las fotocopias”, cargando contra la izquierda y defendiendo la honorabilidad de Cospedal y de un gobierno con el que Casals estaba haciendo un papel de intermediación porque Bárcenas amenazaba con torpedearlo contando la verdad. Verdad que no contó LA RAZÓN porque, con seguridad, Mauricio Casals su editor, sacará más partido personal de esta manera que velando porque se haga un periodismo honesto en su diario.