Verdad o certeza que, por notoriamente sabida, es necedad o simpleza el decirla. Así define el diccionario de la Real Academia Española la voz 'Perogrullo'. Y decir que sin medioambiente no hay nada es una de las mayores perogrulladas.
Tener que destacar a estas alturas la apuesta de un gobernante por el medioambiente me parece de Perogrullo. En pleno siglo XXI, confirmado y comprobado que la crisis climática iba en serio y que avanzamos hacia los peores escenarios advertidos por la ciencia, señalar como valiente la apuesta de un presidente de gobierno por la acción climática, es ridículo. Sin embargo, hay que hacerlo.
Hay que hacerlo porque si las cosas hubieran ido de otra manera, si hoy estuviéramos valorando la propuesta de gobierno de quienes relativizan la contaminación del aire, niegan la emergencia climática o defienden más trasvases contra la sequía, estaríamos llevándonos las manos a la cabeza.
Si las carteras y los nombres del Gobierno los estuvieran desgranando los del 'no sin mi coche', los que detestan las energías renovables o los que exigen más invernaderos y macrogranjas y menos biodiversidad (ellos la llaman maleza), estaríamos flipando.
Por eso, y aunque parezca una perogrullada, hay que destacar que Pedro Sánchez haya dotado a la política ambiental de su necesario carácter transversal elevándola de rango con la vicepresidencia de Teresa Ribera.
Vamos a ver cómo se complementa el trabajo de Ribera y su equipo con el de otra vicepresidencia no menos importante en temas medioambientales: la de Pablo Iglesias, que velará por el desarrollo de la Agenda 2030 para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (ODS).
Hasta ahora, esta labor estaba llevándose a cabo desde el Alto Comisionado para la Agenda 2030, que dependía directamente de Presidencia del Gobierno y encabezaba Cristina Gallach, que ha desarrollado una excelente labor para rescatar a los ODS del limbo, incorporarlos a la acción de gobierno y convertirlos en la hoja de ruta para muchas empresas hacia una economía circular. Ahora, dichas competencias adquieren el rango de Secretaría de Estado con el nombramiento de la portavoz adjunta de Unidas Podemos en el Congreso Ione Belarra.
Estamos ante un nuevo escenario: ilusionante para los que venimos defendiendo que sin medioambiente no hay nada, y muy esperanzador. Pero también con un alto riesgo de devenir frustrante.
Se dan todas las premisas necesarias para que España dé una zancada de gigante en acción climática y compromiso medioambiental. Para que recupere el papel de liderazgo que tuvo nuestro país en la política ambiental europea a mediados de la anterior década, con Cristina Narbona como Ministra de Medioambiente y la propia Teresa Ribera como Secretaria de Estado de Cambio Climático.
Pero no vale con volver a recuperar el ritmo de entonces: no vale con el “como decíamos ayer”. La afición del presidente por rememorar la famosa frase de Fray Luis de León –retuiteada por Unamuno– no debería llevarlo a quedarse ahí, pues el reto al que se enfrentan tanto la Vicepresidencia para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico como la Secretaría de Estado de Agenda 2030 es infinitamente mayor.
Nuestro país arranca desde -1, y si no lo hace desde -10 es gracias a la labor llevada a cabo por el Ministerio para la Transición Ecológica en este último año y medio. No basta con estar en tránsito. Hay que fijar y lograr objetivos concretos, y uno de los más urgentes es el de alcanzar una economía neutra en carbono lo antes posible. Fijémonos plazos ambiciosos, no podemos aguardar más. Porque estamos en emergencia climática. Porque si no elevamos nuestro compromiso, esto se va a poner cada vez peor. Porque no podemos dimitir del planeta: porque sin medioambiente no hay nada.