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¿Micromachismos?

“¿Qué son los micromachismos?”, le respondí a una alumna cuando me pidió opinión sobre los mismos. 

“Es un concepto que utilizó Luis Bonino para denominar conductas o comportamientos discriminatorios –como el lenguaje y los piropos, que no se ven–”, me respondió.

Fue entones, a través de sus palabras, cuando como me di cuenta de que a pesar de ser comportamientos machistas que se han “naturalizado” y por tanto no se ven, los micromachismos no existen.  Lo que existe el machismo y lo que se ha hecho es poner en circulación un término amigable.

El micromachismo es el concepto con el que se intenta denunciar prácticas y relaciones de poder de dominación masculinas en el ámbito simbólico, pero hacerlo suavemente y sin pretender molestar. Este término vendría  claramente a corresponderse con el de violencia simbólica que enunciara Bourdieu y a lo que particularmente yo prefiero denominar como “dominación masculina” -para reducir “la violencia” a una de las expresiones de dominación más brutales–.

El primero que utilizó esta palabra fue  el especialista en relaciones de pareja, Luis Bonino. Este psicólogo  usó lo “micro” para referirse a lo capilar, lo imperceptible, lo que está en los límites de la evidencia. Pero en realidad, ¿qué es lo imperceptible? Todo aquello que existe cuando no se mira el mundo con gafas de género. La capacidad de ver la discriminación reside en la mirada y lo que es “micro” o “macro” se establece en función de las gafas con que se mira y el nivel de tolerancia social hacia ciertos fenómenos.

Es ese nivel de permisividad social el que hay que hacer disminuir y el de intolerancia al abuso el que hay que hacer aumentar. La existencia de esa barrera entre lo micro y lo macro se detecta muy bien comparando culturas y la situación de las mujeres en otros países. Es fácil entender la diferencia entre el patriarcado de coerción y el de complicidad. El que las niñas no puedan ir al colegio, que las mujeres sean violadas en los autobuses o que sólo lleven los ojos al descubierto puede que aquí sea machismo, pero en los países donde se produce ¿se consideraría micromachismo?

También se puede observar la modificación del nivel de tolerancia cuando nos fijamos en la percepción de determinados fenómenos en la línea del tiempo. En nuestro país la lucha contra la violencia de género es un buen ejemplo. Hasta hace unas décadas no existía ni tan siquiera un concepto para nombrarla y ahora, como nos enseñó Celia Amorós, se nombra y por tanto se ha politizado. Las mujeres no están dispuestas a soportar comportamientos que entienden abusivos, cuando antes esos mismos comportamientos eran vistos como normales.

Por tanto, la definición inicial que recibí de los micromachismos es poco rigurosa ya que en el orden heteropatriarcal la dominación masculina está naturalizada y aceptada. Es facilísimo no “verla” y embargo, reproducirla. Lo contrario, desnaturalizar la norma y pensar que determinados comportamientos relacionales que vemos desde pequeñas y en todas partes no tienen nada de naturales es complicado. El machismo está en el aire y todas las personas lo respiramos. Es un elemento central de constitución de nuestro orden social, pero es un orden basado en la violencia, la discriminación y la desigualdad que conviene desinfectar.

Ahora bien, ¿cómo se evidencia la dominación masculina en la vida cotidiana? Haciendo visible, a través de las múltiples formas posibles, esos detalles cotidianos y diarios que vivimos las mujeres y que los hombres no ven. Ejercicios como el que se está haciendo en el espacio Micromachismos de eldiario.es es un buen ejercicio para desmontar el imaginario simbólico patriarcal y dar ejemplos de cómo se refleja el poder en la cotidianeidad. Abrir la posibilidad a comentar todas aquellas situaciones, mensajes y relaciones en las que se las mujeres son tratadas como cuerpos cosificados permite limitar la complicidad femenina con el orden patriarcal y fomentar la sororidad. Apelar a lo “micro”, más que una rebaja en la propuesta, aparece como un modo sutil e inteligente de actuar, al hacerlo sin molestar y tratando de sumar personas a la causa feminista. El hacer un vídeo en el que aparecen algunas de las situaciones comunes por las que pasan prácticamente todas las mujeres es un buen ejercicio para desvelar el latente poder masculino. Toca ahora evaluar resultados para comprobar el nivel de aceptación o intolerancia a estas conductas o la necesidad de complementariedad con otros métodos para evitar seguir transitando y reproduciendo el machismo actual.