Necesitamos vivir en situaciones de normalidad, no soportamos vivir en tensión constante y por ello deseamos creer en ideas consoladoras. Tanto creemos lo que deseamos que cuando ocurre una catástrofe nos sorprendemos; sin embargo, señales repetidas y advertencias que desoímos nos habían anunciado esa catástrofe. Vivimos una crisis que no es de la economía, pues la economía va de perlas y le proporciona pingües ganancias a bancos, especuladores, defraudarores y ladrones. La crisis es nuestra, de la sociedad y de todas sus instituciones. Eso lo sabemos, pero yo me temo además que, sobre esta catástrofe social, estén tramando otra.
Nací en el año del primer estado de excepción y crecí e hice lo que pude atravesando otros varios que acabaron siendo uno continuo hasta el año 1975. En realidad, todo el franquismo fue un estado de excepción, especialmente en Euskadi, bajo formas jurídicas como el “Fuero de los españoles” y las sucesivas leyes de las Cortes franquistas. Los estados de excepción sólo revelaban la verdad tras la jurisprudencia, era la legalidad de un estado de militares de la derecha nacionalista. Personas de varias generaciones tienen más o menos motivos particulares para temer al ejército español, pero el conocimiento de su actuación en el golpe del 36, la guerra civil y el franquismo es para ponerle los pelos de punta al más joven e inocente.
Sin embargo, el Ejército ha cambiado, ¿no? Ya no es un ejército de leva sino de profesionales y además han pasado décadas, y además estamos en la OTAN y en la UE y en la ONU... Es evidente que hoy hay generaciones jóvenes, y millones de catalanes muy concretamente, que demuestran que no lo temen. Su modo de pensar y de actuar es el de quienes creen vivir en una democracia (aquí iba a escribir “democracia normal”, pero democracia es democracia simplemente). No sé si están acertados, no me atrevo a darles la razón porque todavía conservo ese miedo antiguo. Y además tengo la impresión de que están jugando con mi miedo.
Hace unos días escuché en un cara a cara televisivo entre Felipe González y el president Mas acerca de la consulta de los catalanes acerca de su independencia un par de cosas que me acongojaron. Pero debo de estar paranoico porque, leyendo las referencias de la prensa el día siguiente, a nadie le llamaron la atención e incluso se refirieron a la conversación, guiada por el periodista Jordi Évole, como un diálogo ejemplar. Felipe González es un personaje ya histórico en la política española, aunque actualmente dedicado a sus intereses particulares. No sabemos en qué medida hay que hacer caso de sus advertencias, pero, si no estoy sordo, le oí arrojar sobre la mesa la sombra y la sangre de unos 300.000 muertos en Yugoslavia por una “decisión unilateral”. Si no oí mal y dijo eso, creo que Mas debería haberle preguntado qué quería decir con eso.
Ya que hace años que González no tiene capacidad ejecutiva no podía tratarse de una amenaza, ¿entonces era una advertencia? Si era una advertencia debería explicar si tiene conocimiento de un plan para comenzar un conflicto armado. Pero González insistió advirtiendo de las consecuencias “trágicas” de despertar al nacionalismo español. No entro a deliberar si ya está más que despierto ese nacionalismo y es el causante principal de la situación actual o, si no es el tal nacionalismo el que habló por la boca de González, lo importante y grave es la amenaza de usar la violencia contra la ciudadanía catalana. No es algo intrascendente, la historia de España de los últimos cien años es la historia de un ejército contra la población civil de su propio país.
¿Qué debemos pensar? ¿Es pura frivolidad o debemos tomar en serio lo que estamos viendo y oyendo todas las semanas? La semana pasada la creación de una cátedra “Alfredo Kindelán” del Ejército del Aire; quien quiera saber los crímenes contra la población civil de Kindelán que no busque en el diccionario de la Real Academia de la Historia, buscar en la Red bastará. Antes el coronel retirado Martínez Inglés denunció la existencia de un plan, “Estela”, para intervenir en Catalunya. Leímos a continuación acerca de un plan para reordenar tropas en Euskadi, Aragón y Catalunya. “Manos limpias” y Rosa Díez pidiendo juzgar a Mas por sedición y suspender la autonomía. Como si la Generalitat no fuese una institución anterior y preexistente a la Constitución que pretenden utilizar para ilegalizarla.
Es impensable que amenazas así se utilicen en democracias europeas, pero esto evidentemente es otra cosa. Es todo demasiado serio, la Historia de España es demasiado trágica como para utilizar ese miedo para anular la voluntad de una parte de la ciudadanía. Y si no es un arma de guerra sucia, en ese caso el ministro del Ejército, el amigo de las empresas de armamento, debería comparecer en el Parlamento y desmentir esos rumores. O bien anunciar lo que tenga que anunciar.