Este lunes, eldiario.es llevaba a portada el reparto en Madrid de más de 1.600 comidas a domicilio para menores malnutridos por causa de la pobreza. No he podido evitar llenarme de rabia al leer la noticia, especialmente después de haber debatido el sábado en La Sexta Noche con un diputado del PP que seguía presumiendo de la libertad de elección como eje de la política del PP madrileño. No creo que ninguna familia elija no poder ejercer sus derechos, y sin embargo es común en Madrid que no puedan hacerlo. De ahí mi rabia.
Ésta no es la primera ni la última noticia a este respecto. De hecho, el año pasado IU comenzó a exigir, y aplicar en los lugares donde gobierna, el desarrollo de proyectos educativos para el tiempo estival. No se trata sólo, que también, de facilitar una comida diaria; se trata de abrir los colegios para fomentar valores de ciudadanía, contribuir a la conciliación personal y laboral y crear espacios de ocio educativo en los que la diferencia entre quienes tienen recursos y quienes están becados pase inadvertida, evitando la estigmatización que algunos gobernantes indignos usan como excusa para no hacer nada.
Temo que pronto nos acostumbremos a esta realidad y deje de ser noticia, porque pase a ser parte de lo cotidiano, de la realidad que asumimos como natural, y renunciemos entonces a intervenir para transfórmala.
Corremos el riesgo de asumir como normal que haya menores malnutridos en una región que presume de formar parte del selecto grupo de regiones globales donde se concentran las sedes de las multinacionales desde las que se toman las grandes decisiones que mueven el mundo de las finanzas.
Esta realidad dual de la sociedad madrileña no es un desarrollo natural de la región: es fruto de una apuesta política que tomó velocidad de crucero cuando Esperanza Aguirre asumió la presidencia de la Comunidad y que hoy muestra la crueldad de sus resultados para la mayoría de la gente. Una apuesta política que ha fracasado en su promesa de libertad y progreso generalizados y ha hecho de Madrid la cuna de la desigualdad.
Sin duda, hay reacción social a esta política: han aumentado las movilizaciones que rechazan las políticas del PP, e incluso se han conseguido frustrar sus planes de seguir ahondando en la brecha entre quienes pueden pagarse los servicios y quienes no pueden pagarse ni tres comidas al día. Pero no es suficiente, no basta con resistir, no basta con protestar. Tenemos la obligación de dar el salto a la transformación de esta realidad y encaminarnos a conquista de un futuro digno para las dignas gentes de Madrid.
La política española está revuelta desde el 15M: las encuestas oficiales ya no pueden esconder el avance de las posiciones de transformación profunda de este sistema. En este escenario cada uno tiene sus identidades y afinidades, pero también tenemos la obligación de no confundir identidad con proyecto y programa.
Quienes militamos en IU sentimos orgullo por una apuesta política que se inició en el 86 al calor de las movilizaciones del no a la OTAN, con la firme voluntad de hacer mayoría la alternativa a la deriva socioliberal del PSOE, haciendo converger en un programa común a las múltiples identidades que ya denunciaban los riesgos para las mayorías sociales del sometimiento a los intereses de EEUU en lo militar y del avance del neoliberalismo económico en Europa, y que aspiraban a construir un proyecto de país soberano y profundamente democrático.
En el año 2016 se cumplirán 30 años de aquella aventura ilusionante, y el mejor homenaje será haber hecho avanzar nuestro proyecto de transformación, conquistando en los próximos años los espacios de poder que nos permitan desarrolla un programa hoy más ampliamente compartido.
En este otoño sentaremos las bases para ese objetivo, y Madrid será clave para ello. Sólo mirando a nuestros barrios, a nuestros municipios, y pensando en la gente que los habita, podremos superar miedos e inseguridades, y estaremos a la altura de construir con ellos y ellas un futuro en el que la indignidad de los gobernantes no siga hundiendo a la mayoría en la pobreza.
A estas más de mil familias que reciben cada día alimentos para sus hijos e hijas; a los miles de trabajadores afectados por los ERE en una región que ha vendido su industria a mayor gloria de la especulación de tiburones financieros; a los miles de trabajadores sanitarios que siguen demostrando una profesionalidad inigualable, mientras les recortan sus recursos para entregárselos a empresas extranjeras; a los millones de escolares, familias y docentes que siguen luchando por la escuela pública, a pesar del abandono de quien tenía la obligación de protegerla; a todas las personas dependientes a las que la ayuda nunca les llegó; a quienes han impedido que se privatice nuestra empresa pública de agua con su lucha; a quienes han defendido el derecho de la ciudadanía a la información en Telemadrid y les ha costado el trabajo, la salud y la vida, y a tanta gente anónima que sigue haciendo de Madrid una región de dignidad; les debemos saber estar a la altura y recordar que nuestro proyecto siempre ha sido devolverle el poder a la mayoría, y hacer de la democracia popular nuestra práctica cotidiana.
Mucho más de mil razones nos obligan a una audacia política que entregue a la mayoría digna de las gentes de Madrid la construcción del Madrid del futuro.