Moción de censura frustada
No cabe duda de que la manifestación de este pasado domingo había sido convocada con la finalidad de ser una manifestación “vinculante”, por utilizar la expresión de Santiago Abascal. De ahí la exigencia a los presidentes de Galicia y Andalucía por la dirección del PP de que alteraran su agenda para estar presentes o la exigencia por la dirección de Ciudadanos de la presencia de Manuel Valls. Aquí no puede faltar nadie. Tenía que ser una manifestación de “toda España”, que no pudiera dejar de tener el efecto de una moción de censura. Su celebración tenía que certificar el fin del gobierno de Pedro Sánchez y la obligación para este último de convocar elecciones generales o ya o, como muy tarde, el 26 de mayo.
Contemplada desde esta perspectiva, resulta obvio que el objetivo no ha sido alcanzado. Ha sido una manifestación mediocre, que ha quedado a una distancia sideral de lo que con ella se perseguía. El mensaje de que estábamos ante un supuesto de “alta traición”, de los que contempla el artículo 102 de la Constitución para la exigencia de responsabilidad penal al presidente del Gobierno, no ha tenido eco en la ciudadanía. No se ha conseguido, ni de lejos, el nivel de indignación ciudadana de las manifestaciones del aborto o de la ley del matrimonio de parejas del mismo sexo. Tal vez porque en esta, a diferencia de lo que ocurrió en aquellas, la Iglesia Católica no ha tenido el papel de protagonista. Para las derechas españolas la Iglesia Católica como instrumento de movilización ciudadana sigue teniendo una importancia extraordinaria.
La consecuencia más inmediata del “pinchazo” de la manifestación es la no reducción del margen de maniobra del presidente del Gobierno, que era el objetivo esencial de la misma. Una manifestación que hubiera salido tal como los organizadores la tenían prevista, dos días ante de que se inicie el juicio en el Tribunal Supremo contra los dirigentes nacionalistas catalanes y tres días antes de que se voten las enmiendas a la totalidad de los Presupuestos Generales del Estado, conducía a Pedro Sánchez a un callejón sin salida. Con una manifestación de “toda España”, el miércoles, con la devolución del Proyecto de Ley de Presupuestos, sí se habría producido el fin del Gobierno Sánchez, que tanto Rivera como Casado han proclamado desde la Plaza de Colón con la boca pequeña, sabiendo que no es verdad. Con la manifestación tal como se ha producido, ellos saben que ya no es así o, mejor dicho, no tiene por qué ser así. Son ellos lo que han perdido, además, la iniciativa. La denuncia de una ruptura inminente de la unidad de España carece de credibilidad. La movilización ciudadana hubiera sido completamente distinta.
Queda por ver cómo es interpretada esta frustrada moción de censura por los partidos nacionalistas, que son los que hicieron posible que la moción de censura del PSOE contra Mariano Rajoy prosperara y que son, por tanto, los que pueden decidir el fin del Gobierno de Pedro Sánchez. ¿Les hará revisar su posición respecto de las enmiendas a la totalidad en el Proyecto de Ley de Presupuestos y considerarán que, también para ellos, se ha abierto un margen de maniobra con el que ya no contaban o, por el contrario, darán por cerrada esa cuestión sin posibilidad alguna de revisión? Y, en el caso de que ocurriera esto último, ¿podrían hacerlo enviando al mismo tiempo un mensaje de que ello no tenía por qué significar el fin de la legislatura?
No puede pasarse por alto que, en el que podemos denominar “espacio convergente”, no se dispone en este momento de la más mínima preparación para acudir a las elecciones municipales y europeas, a diferencia de lo que le ocurre a su gran competidor, ERC ¿Estaría dispuesto dicho espacio a jugarse el 26 de mayo también el resultado de unas elecciones generales de pronóstico sumamente incierto para todos, pero para ellos más que para los demás? ¿Podría continuar conservando el Govern de la Generalitat después si se añade la convocatoria de elecciones generales a ésta múltiple convocatoria electoral?
El error de cálculo de las derechas españolas al convocar la manifestación en los términos en que lo han hecho ha dado oxígeno a la “mayoría de la moción de censura” que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa. Los problemas de fondo siguen estando casi igual de intratables que estaban, pero el riesgo de la muerte súbita ha dejado de estar presente. Y en una legislatura en la que hemos visto las carambolas que hemos visto, no es poca cosa.