A finales de julio, cuando la primera oleada de la emergencia sanitaria parecía empezar a estar controlada, Santiago Abascal anunció en el Congreso de los Diputados la presentación de una moción de censura. Ha tardado casi tres meses en hacerse efectiva, pero finalmente, tendrá lugar esta semana. La iniciativa de la ultraderecha española no puede aspirar a que la moción triunfe. Bajo esa perspectiva, puede parecer absolutamente inútil. Sin embargo, la tensión política existente en nuestro país amplifica cualquier leve movimiento que pueda producirse. Ni parece el momento político adecuado, ni tendrá resultado práctico alguno. Sin embargo, sí que puede contribuir a aumentar aún más el ya caldeado ambiente político y social que vivimos.
Un espectáculo mediático
Todo parece indicar que el Gobierno de coalición va a continuar. La votación del jueves va a corroborar que la mayoría progresista está lejos de poder ser derribada por la derecha parlamentaria. En realidad, la batalla que vamos a presenciar tiene poco o nulo valor legislativo. Sin embargo, puede provocar significativos efectos secundarios en la imagen pública de todos los partidos. Más que de un acontecimiento político, nos enfrentamos a un espectáculo televisivo que va a concentrar una enorme atención mediática. La comunicación política va a ser la herramienta principal que va a operar esta semana.
Los equipos de estrategia de los diferentes grupos llevan días preparando sus respectivos planes de comunicación integral para afrontar la batalla. Ese plan debe contemplar desde la fijación del voto y cuándo y cómo se da a conocer, hasta el diseño de los diferentes discursos que en algunos casos puede tener formatos muy abiertos teniendo en cuenta el peculiar reglamento que conforma esta práctica parlamentaria. Por ejemplo, Santiago Abascal y el Gobierno pueden intervenir siempre que quieran sin limitación de tiempo. Cada partido tiene sus particulares problemas y oportunidades ante el debate.
Lo que se juega Vox
De forma extendida, se ha asumido que para Vox se presenta una como una magnífica ocasión para atraer la atención pública sobre su discurso. El peligro es que la exposición mediática pueda volverse en su contra. Hasta ahora, Santiago Abascal se ha mostrado como un parlamentario con poco brillo. Su tono repetitivo y monocorde no le ha ayudado a convertirse en el Congreso en el ariete letal contra el Gobierno que aspiraba a ser. A buen seguro, estará preparando su participación con esmero. Falta le hace. Ignacio Garriga, candidato de Vox en Cataluña, presentará la moción en un intento de darse a conocer a nivel nacional.
La iniciativa de Vox va a tener una derivada difícil de medir en su importancia. El partido suele jugar a representar una mayoría social que no le corresponde. La ultraderecha alcanzó en las últimas elecciones el 15% de los votos en toda España. Su habitual y sonora presencia pública y mediática va a verse contrastada con la realidad democrática que implica votar en el Parlamento. Es probable que absolutamente nadie apoye su propuesta. Si así ocurre, quedará una imagen nítida e indiscutible del valor de representación real que tiene la ultraderecha en España. Tardará un tiempo en poder volver a repetir que su voz representa a un importante número de españoles.
Otro factor a tener en cuenta es el de la importancia real de lo que vamos a vivir. El vértigo informativo que impone la actualidad en estos tiempos tan agitados hace que los acontecimientos tengan una vida cada vez más breve y pierdan trascendencia si los contemplamos aisladamente. Es la posición que mantiene el sociólogo y expresidente de la ACOP David Redolí: “No creo que Vox vaya a convertirse en la única oposición firme y dura contra el Gobierno porque las mociones de censura cobran una espectacularidad tremenda mientras están sucediendo, pero dos meses después nadie se acuerda. No son tan cruciales como para reposicionar a Vox y reforzarle”.
La moción de censura al PP
Más que ante una moción contra el Gobierno, estamos ante una moción de censura al PP. Vox, en la medida de lo posible, intentará aparentar que castiga al Gobierno no tanto ante los votantes progresistas, como ante los electores de derechas. El principal objetivo de Santiago Abascal parece ser el de ganar espacio político en la oposición. Según Carlos Barrera, profesor de Comunicación política en la Universidad de Navarra, “Vox sabe que esta moción va a ser testimonial. La hacen para ganar posiciones dentro de su espacio electoral, especialmente, entre aquellos que puedan estar dudando entre el PP y ellos. Ahora mismo el tablero político, teniendo en cuenta todas las encuestas de los últimos meses, está bastante estancado. Al no haber un horizonte electoral cercano, esta moción no va a hacer tambalear ningún cimiento”.
Es llamativo que, durante los últimos días, siempre que se habla de la moción de censura, toda la atención mediática va dirigida al posicionamiento del PP ante ella. Todo el mundo es consciente de la encrucijada en la que se encuentra Pablo Casado. Da la sensación de que haga lo que haga el resultado va a restarle más que a sumarle. Así lo resume Redolí: “El PP tiene un papelón porque si se abstiene va a ser la derecha cobarde; si lo apoya, van a ir de la mano de la ultraderecha; y si no lo apoya, les van a decir que no quieren tumbar a este Gobierno y que los únicos que lo quieren de verdad son los de Vox. Adopten la posición que adopten, el PP sale magullado”.
¿Qué debería hacer Pablo Casado?
Los populares tienen la obligación de convertir la moción de censura en una oportunidad para dejar claro su liderazgo en la oposición a Pedro Sánchez. El problema es el de determinar cuál es la estrategia adecuada para conseguirlo. Tiene que resolver al menos tres importantes incógnitas. En primer lugar, el sentido de su voto. En segundo lugar, si Pablo Casado interviene o no desde la tribuna. Finalmente, debe decidir si en sus intervenciones el PP se dedica a fustigar únicamente al Gobierno o plantea alguna crítica a lo que realmente se vota, la investidura de Santiago Abascal como nuevo presidente.
Para Carlos Barrera, “el PP tiene que intentar demostrar la inutilidad de la moción y poner de manifiesto que Vox está buscando tener mayor protagonismo y que solo es una maniobra de propaganda. Esto no quita para que en el desarrollo de la moción, intenten mostrar una argumentación sólida para que aquellos que están contra la gestión del Gobierno no se queden desencantados. Ahí es donde deben hilar fino, no es un equilibrio fácil”.
Abstenerse o votar en contra
Descartada la posibilidad de apoyar la investidura de Abascal, existen razonables argumentos para defender las otras dos alternativas. La abstención implicaría el intento de reforzar la idea de la inutilidad y la inoportunidad de la iniciativa de Vox. Implicaría, posiblemente, la renuncia de Casado incluso a subir a la tribuna en una limitada y manifiesta posición de inferioridad ante Sánchez y Abascal que pueden intervenir sin limitación de tiempo y cuantas veces deseen. El problema podría ser que, como expone Carlos Barrera, “si el PP optara por la abstención, mostraría de cara al público en general cierta condescendencia con Vox que no le reportaría beneficios políticos de imagen”.
La abstención es sin duda la opción preferida de quienes pretenden que la moción tenga la menor trascendencia posible, aunque implique ponerse de perfil en esta encrucijada. Redolí defiende que “es la opción más probable, pero de ahí también salen magullados porque no posicionarse supone estar en tierra de nadie. Aquí el control del escenario lo tiene Vox, y en comunicación política quien controla el escenario tiene el poder”.
Votar en contra cuenta con el apoyo de los sectores más duros del PP, con José María Aznar a la cabeza. Consideran que sería plegarse ante Vox y renunciar a imponer al PP a jugar como líder indiscutible de la oposición. Lo curioso es que también el ala más moderada de los populares apuesta por la negativa clara a secundar a la ultraderecha con el fin de marcar una visible ruptura con los postulados populistas y extremistas. El voto negativo a la moción implica sin duda un golpe de autoridad y liderazgo dentro de la oposición. El miedo evidente es que haya posibles electores que se sientan defraudados y confundidos ante la falta de unidad de acción destructiva contra el Gobierno.
Lo que arriesga el Gobierno
El hecho de que la moción no tenga posibilidad alguna de prosperar no quiere decir que para el Gobierno no suponga una incomodidad política. Ahora mismo, hay frentes abiertos de extraordinaria importancia que requieren la máxima concentración de la actividad política: la emergencia sanitaria, la crisis económica, el bloqueo institucional... Ninguno de estos problemas encontrará alivio alguno con la moción de censura. En esta línea, Carlos Barrera cree que “no parece que esta moción vaya a marcar un antes y un después. Hay elementos en el ambiente y en la propia gestión política, como las intenciones de cambiar las leyes del CGPJ o la posible imputación de Iglesias, que pueden ser mucho más perjudiciales para el Gobierno de coalición que esta moción de censura”.
La coalición de Gobierno tiene a su vez diferentes estrategias que puede seguir. Casi ninguna es especialmente peligrosa. Lo difícil es determinar cuál de ellas puede ser más provechosa. Tiene a su favor la división de la derecha en esta ocasión. ‘El trío de Colón’ va a ofrecer una fotografía bien distinta de la que dio lugar a su constitución. También puede contar con que en un escenario de agresividad total de la oposición, los votantes de izquierda tiendan a movilizarse en contra del ataque como respuesta natural.
Un Gobierno a la defensiva o al ataque
Así lo contempla David Redolí: “La alta polarización y la emotividad que introduce una moción de censura hace que se cierren filas en torno a los suyos. No creo que el Gobierno salga más desgastado porque vamos a oír ataques brutales contra él y la gente que pueda ser más crítica con su gestión, cuando escuche estas palabras tan incendiarias pensará: ‘Prefiero los míos torpes, que los otros salvajes’”.
El Gobierno tiene además una posibilidad añadida. Si sus portavoces consiguen hilar un buen discurso, se les presenta una magnífica oportunidad para hacer frente a todas las acusaciones que han recibido sobre su gestión. Disponen de una buena tribuna para hacerlo sin limitación de tiempo, como antes resaltábamos. Además, el hecho de que la ultraderecha se coloque voluntariamente en el centro del debate abre un espacio de discusión enormemente apetecible para el mundo progresista. Surge una extraordinaria posibilidad para decirle a la extrema derecha lo que la mayoría de los ciudadanos de España opinan de ella.
El éxito de Vox: el aumento de la tensión
Lo que nadie va a poder evitar es que asistamos a un nuevo episodio de escalada de la polarización y de la abierta confrontación política. No se prevé que haya espacio alguno para contemporizar o para situarse en posiciones templadas. Una moción de censura contra un Gobierno progresista por parte del populismo ultraderechista no parece el escenario adecuado para encontrar el más mínimo atisbo de comprensión, consenso o unidad. El aumento desmesurado del clima de tensión social puede ser el mejor rédito que puede sacar Vox de su iniciativa. Como señala Redolí, “a Vox esta moción le permite reforzar el juego que le interesa que es el de la alta polarización política y social. Le va a dar una oportunidad en el Parlamento para que haya discursos tremendamente encendidos, muy virulentos, en contra del Gobierno. Esa gasolina le conviene”.
En realidad, casi todo el mundo es consciente de la inoportunidad de plantear una moción de censura en el delicado momento en el que España se encuentra. El profesor Barrera apoya la idea de que “no es un momento adecuado para plantear una moción de censura. Ni aquí ni en ninguna comunidad autónoma. Ahora la estabilidad política e institucional es fundamental para poder enfrentarse a la pandemia y las consecuencias económicas. Hay otros instrumentos de crítica, una moción de censura poco añade”.