Sobre la monogamia
“Que cada cual haga lo que quiera” es un frase simpática, contundente y poco discutible que sirve para dejar zanjados los debates. Parece darle la razón a todo el mundo, aceptar la existencia de opciones divergentes, así como su cohabitación pacífica y cooperante. Es una frase que escuchamos a menudo cuando encaramos el debate sobre la monogamia: si no quieres ser monógama, no lo seas y punto. Cada cual con su vida que haga lo que quiera.
A pesar de las buenas intenciones, en la práctica pocas veces hay posibilidades reales de escoger. La elección no empieza ni acaba con lo personal, con la propia vida, sino que incluye toda la carga previa y posterior a la toma de esa decisiones, así como todas las estructuras que nos mueven hacia uno u otro lado. El conjunto se dibuja a partir de hegemonías privilegiadas y disidencias que convierten unas opciones en más fáciles y otras en más complicadas, cuando no imposibles. El “que cada cual haga lo que quiera” es, a la práctica, un “que cada cual haga lo que pueda”.
La arquitectura de nuestros amores
Si echamos un vistazo a cualquier portal inmobiliario, veremos en las opciones de búsqueda el “ideal parejas”, “parejas con una criaturas”, “singles”... pero no hay arquitecturas que acoja los tríos, las redes afectivas, las familias extensas o las anarquías relacionales. Las opciones amorosas de Facebook han incluido “en una relación abierta” pero, curiosamente, no admite “en dos relaciones abiertas”. Solo es imaginable una, por poco monógama que sea. No hay referentes positivos desde la muy influyente industria del entretenimiento donde los amores simultáneos se viven siempre desde el conflicto y la exclusión. Las criaturas no se pueden inscribir con varias figuras maternas o paternas, a pesar de que la crianza se beneficiaría, sin duda, de múltiples brazos y miradas. Incluso la política internacional (preguntémosle a Clinton o Hollande) está marcada por unas infidelidades que solo tienen sentido dentro de construcciones monógamas exclusivistas. Ante la aparición estelar de Monica Lewinsky, nadie preguntó a Hillary y Bill si su relación era consensuadamente no monógama. Esa posibilidad estaba totalmente fuera del imaginario colectivo.
Un sistema de pensamiento y sentimiento
La psicología aborda el fenómeno de las emociones, los sentimientos y todo el entramado socio cultural que los dibuja. Cómo reaccionamos “visceralmente” ante determinados situaciones, cómo positivamos o negativizamos estas reacciones, de qué manera las expresamos y qué comportamientos tenemos a partir de ellas... Todo está mediado culturalmente. Lo cual no nos libra de llevar estos códigos incrustados en las tripas, bien al contrario.
El sistema monógamo es la codificación cultural de nuestras formas amorosas y, por lo tanto, el único marco en el que sabemos construir el enamoramiento. Plantear otras opciones no se reduce a pensar otras formas de organizarte la agenda o a pedir más casillas en la declaración de renta o en Facebook. Esa es la parte fácil (aún sabiendo que es bien complicada). Lo más difícil es sentir los amores de otra manera, a partir de marcos emocionales que apenas existen, lograr darle una codificación que no sea la hegemónica a tus mariposas en el estómago, vivirlo de una forma que no sea la única que nos parece posible: la que hemos aprendido como “verdadera”, como “auténtica”.
La urgencia de repensarnos amorosamente
Repensar el sistema monógamo y sus “verdades” es desnaturalizar todo eso que llamamos amor y que damos por hecho que solo puede ser así para ser amor-de-verdad®. Poner la mirada, el pensamiento y las tripas a trabajar para desmontar la confrontación, la posesión y también la instrumentalización de los afectos que incluye desecharlos cuando ya no interesan. Hacerlo no es solo un ejercicio intelectual, una nueva moda o una frivolidad que nos sacamos de la manga. La violencia en nombre del amor se sustenta precisamente en esas premisas de exclusividad, perdurabilidad y dependencia. Y las violencias llamadas amor no son algo aislado: son una pandemia.
El sistema monógamo, por lo tanto, va mucho más allá de nuestras formas personales y concretas de relacionarnos sexo-afectivamente. Va mucho más allá de la monogamia. Para poder afirmar que deseamos establecer relaciones monógamas es necesario construir otras opciones posibles, desde la práctica y desde lo emocional. Es necesario poder amar de otras maneras y ver si es realmente ahí donde queremos estar o es solo donde el entorno y nuestras tripas nos permiten estar.