El Monte de El Pardo es un encinar sobre arenas de aproximadamente 16.000 hectáreas que se encuentra bastante bien conservado, situado al norte de la ciudad de Madrid y colindante con ésta. Pertenece al municipio de Madrid pero su gestión depende de Patrimonio Nacional, el organismo público responsable de los bienes que proceden del legado de la Corona española.
De entrada, resulta sorprendente que un espacio de tal superficie se haya conservado de esta forma a pesar de situarse literalmente contiguo a una ciudad de varios millones de habitantes como es Madrid. De hecho, el límite sur de El Pardo se encuentra situado a menos de 9 kilómetros en línea recta de la Puerta del Sol. La respuesta se encuentra en que durante varios siglos, esta enorme finca ha sido de uso exclusivo de los reyes de España y se ha utilizado como cazadero real. Y aunque las cosas algo han cambiado, no así en su esencia. En el último tercio del pasado siglo se abrió una parte (900 hectáreas) para su uso y disfrute por parte de la ciudadanía pero, aunque hace décadas que no se caza en El Pardo (al menos legalmente), lo cierto es que la población en general sigue teniendo el acceso prohibido a la mayor parte del Monte, del orden de 15.000 hectáreas, que continúa siendo de uso privativo de los reyes de España, cuya residencia, el palacio de la Zarzuela, se encuentra ubicado dentro de este espacio natural.
Las restricciones aplicadas a su uso han dado como resultado que actualmente el Monte albergue importantes valores naturales. Su superficie está cubierta por un encinar, en gran parte adehesado, con numerosas encinas de gran porte y edad, incluyendo ejemplares de varios cientos de años. En su interior habitan ciervos, gamos y jabalíes, así como pequeños mamíferos depredadores como el zorro, el tejón, la garduña o la gineta. En cuanto a las aves, El Pardo cuenta con importantes poblaciones de rapaces, algunas de ellas en peligro de extinción, como es el caso del águila imperial, con más de una docena de parejas, o del buitre negro.
El río Manzanares atraviesa de norte a sur el Monte de El Pardo, estando embalsado la mitad superior de este tramo del río. Un embalse con el mismo nombre que el Monte, que se construyó en la segunda mitad del siglo pasado para proteger la ciudad de Madrid de posibles avenidas. En sus orillas pueden observarse numerosas aves acuáticas, incluyendo, en determinadas épocas del año, la escasa cigüeña negra. Además, no es descartable que próximamente vuelva a El Pardo el lobo, una especie que desapareció hace décadas de la Comunidad de Madrid, pero que en los últimos años la ha empezado a recolonizar, habiéndose citado ya en localidades cercanas al Monte de El Pardo. Con la nutrida población de ciervos, gamos y jabalíes que éste alberga, todos ellos presas potenciales del lobo, bien podría mantener de manera estable a unos cuantos ejemplares de esta emblemática especie, que además contribuiría a regular sus poblaciones. El Monte también reúne las condiciones ambientales para albergar de nuevo una población de lince ibérico, especie que al igual que el lobo desapareció de esta zona hace unas cuantas décadas.
A principios de los años ochenta ya éramos conscientes en el movimiento ecologista de los importantes valores naturales que albergaba el Monte de El Pardo, y nos preocupaba su dependencia de un organismo tan opaco y tan “descolocado” dentro de la administración pública española como es Patrimonio Nacional. Por ello, en ese momento reclamábamos su declaración como Parque Nacional, y su incorporación a un gran espacio natural protegido que debería crearse entre el Monte de El Pardo y la Sierra de Guadarrama. Este espacio protegido, el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, que se extiende desde la Pedriza de Manzanares hasta el término municipal de Madrid, se creó finalmente en 1985, pero sin incluir al Monte de El Pardo. Esto fue consecuencia de la oposición de Patrimonio Nacional a su inclusión dentro del Parque, con el argumento de que ello podría afectar a la seguridad del palacio de la Zarzuela, aunque más bien apuntaba a que este organismo no quería perder el control de este espacio. Por aquel entonces existía una cierta controversia dentro del movimiento ecologista en relación al Monte de El Pardo. Unos defendían que debería mantenerse cerrado como estaba, para así garantizar su conservación, mientras que otros pensábamos que había que dotarlo de una protección legal diferente de la que tenía, y que debía permitirse el acceso limitado y controlado a las 15.000 hectáreas vedadas, estableciéndose visitas guiadas con unos pocos vehículos al día, al estilo del Parque Nacional de Doñana. De esta manera, la población podría disfrutar de forma controlada de este espacio natural sin degradarlo. Por otra parte, veíamos como un anacronismo el estatus tan particular de un lugar como El Pardo, dependiente en definitiva de la Corona y totalmente cerrado al público, y pensábamos que la solución acabaría cayendo por su propio peso. Sin embargo, era evidente que estábamos equivocados pues, después de varias décadas, la situación permanece invariable.
No obstante, a este tema podría aplicarse el dicho ese de “nunca es tarde si la dicha es buena”. Entendemos que no es socialmente admisible en 2023 que 15.000 hectáreas de encinar de gran biodiversidad adyacentes a la ciudad de Madrid estén por ley ligados la Corona, y su uso y gestión subordinados no a objetivos de conservación y educación ambiental -siendo de hecho su gestión ambiental opaca y manifiestamente mejorable- sino al servicio y los intereses de la familia real española.
Consideramos que la mejor solución a esta anacrónica situación, sería la incorporación de El Monte de El Pardo al Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, que actualmente lo envuelve en más del 80% de su perímetro, con la clasificación de Reserva Natural Integral (Zona A1, según la Ley del Parque Regional), la figura de mayor protección de este espacio natural protegido, y el paso a una gestión compartida entre Patrimonio Nacional y la Comunidad de Madrid, de la que depende el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares.
Asimismo, para garantizar su adecuada conservación, sería necesario un plan de gestión específico para el Monte de El Pardo, que regulara su gestión ambiental y su uso público, tanto en la zona abierta como en la cerrada. En esta última, los objetivos de conservación deben ser los prioritarios y en ningún caso debería pasar a ser de acceso libre, pero podría establecerse un sistema de visitas con un número limitado de personas por día y recorridos guiados preestablecidos en vehículos, similar al de los parques nacionales de Doñana y Cabañeros. De esta manera, se compaginaría su conservación y mejora ambiental con su uso y disfrute por parte de la ciudadanía, y El Monte de El Pardo se convertiría definitivamente en un espacio natural del que toda la población de Madrid podría enorgullecerse.