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OPINIÓN | La jeta y chulería de Ábalos la paga la izquierda, por Antonio Maestre

Muerde la bala

Es el título de uno de los grandes westerns crepusculares de los años 70. Lo dirigió el gran Richard Brooks. Era la historia de una brutal carrera de caballos que recorre 700 millas llenas de trampas, traiciones, deslealtades, puñaladas por la espalda y violencia de toda clase. La única mujer participante, la indomable señorita Jones (una enérgica Candice Bergen), es quien le explica al sobrio y noble Sam Clayton (un inolvidable Gene Hackman) la mejor filosofía para ganar: pase lo que pase, muerde la bala y sigue corriendo. Pedro Sánchez, sus socios de gobierno, sus apoyos parlamentarios, los nacionalistas, los independentistas y la izquierda en general harían bien en volver a verla y adoptar esa filosofía: pase lo que pase, más les vale morder la bala, porque lo importante es continuar y ganar la carrera.

La derecha colocó una trampa para osos en el Congreso de los Diputados. Convencidos de que España es suya, fueron a demostrar que el hemiciclo también les pertenece y solo hablan ellos y quienes ellos quieren. No supuso ninguna sorpresa. Lo sorprendente es que la izquierda siga cayendo en ella con tanta facilidad. Esperemos que hayan aprendido la lección, porque esa trampa para osos va a seguir instalada en la Carrera de San Jerónimo durante toda la legislatura. Si el futuro gobierno continúa cayendo, antes o después, lo acabarán cazando.

La trampa funciona así. España se rompe porque no gobierna la derecha y únicamente deja de romperse cuando gobierna la derecha, así que lo único verdaderamente democrático consiste en dejarlos mandar y los verdaderos patriotas son aquellos que les permiten estar en el poder. Como comprenderán, es imposible ganar esa discusión, porque todo acaba en la derecha y solo vale lo que ellos dicen. Si no gobiernan ellos, que son los únicos que deben hacerlo porque son los verdaderos patriotas, solo pueden estar gobernando aquellos que sean desleales, traidores, villanos, asesinos o sus cómplices.

Acabamos de comprobarlo en la sesión de investidura. Este gobierno trae muy buenas noticias para los pensionistas, para los empleados precarios, para las mujeres, para los colectivos discriminados por su opción sexual, para los estudiantes, para los jóvenes, para los trabajadores de los servicios públicos, para los familiares de las víctimas de la represión o para aquellos preocupados por el cambio climático. Pero apenas se lo contaron o explicaron porque estábamos todos muy ocupados intentando explicarle a la derecha que España no se rompe y escandalizándonos como monjas por las barbaridades y la mala educación acreditada por una derecha que va a berrear y a patalear para poder quejarse después y echarle la culpa a la izquierda de que se grite y se patalee.

A ver si nos vamos enterando, España y su Congreso son su puticlub y los demás, o somos camareros, o somos putas y pueden tratarnos como les salga de sus santas partes, porque para eso pagan. Eso es así y solo lo va a cambiar la fuerza de los hechos y las políticas. Embarcarse en la discusión sobre si se rompe o no España supone una pérdida de tiempo. Ponerse melodramático o competir con sus insultos, pataleos y aplausos equivale a regalarles gasolina para el incendio. Y lamentarse por la crispación o escandalizarse porque apelen al transfuguismo o presionen para provocarlo es seguirles el juego.

No hay que distraerse con el ruido o la violencia verbal. La segunda ley de la termodinámica establece que en un sistema aislado la entropía nunca disminuye. Dejándolos solos, acabarán devorados por su propia furia. No hay que dilapidar fuerzas escasas en una guerra de propaganda que resulta imposible ganar. La crispación se mata a abrazos; el populismo ultra, con políticas y en tiempos de melodrama, lo verdaderamente revolucionario es el humor. Dejad de espantaros por el ruido que ellos mismos producen para convertirlo en el problema. Morder la bala y tirar para adelante es hoy una victoria en España.