Mujeres okupadas
No seré una mujer libre mientras siga habiendo mujeres sometidas
Tenía que pasar, la metáfora transformándose en crónica cruel.
Ha llegado y lo hemos sabido aunque no resultaba difícil de intuir que pasaría, porque cuando transformas los deseos en inalienables derechos a la satisfacción, entonces todos se creen autorizados a satisfacerlos; porque cuando imbuyes a la sociedad de la idea de que el fin justifica los medios, entonces les das pie a obviar la moralidad de los que emplea; porque cuando conviertes el dinero en la medida moral de todas las cosas, el que no lo tiene está siendo habilitado también para saltar sobre una cuestión meramente material. Para mí uno de los temas de la semana ha quedado opacado, probablemente con razón, por las trágicas violaciones no sólo de derechos sino de la más mínima noción de humanidad en Oriente Medio.
Es pobre y latinoamericana y fue contactada desde España, sin mediación legal alguna, para comprar su útero y gestar en él al hijo de una pareja en Córdoba. 20.000 euros fueron el único motivo de que aceptara desplazarse hasta nuestro país pensando en someterse a aquello que las redes y la propaganda se han ocupado de dulcificar: convertirse en una incubadora humana aprovechando los avances médicos para emboscar la realidad. Sólo una vez conducida al domicilio de los “deseadores” se le informó de que no estaban pensando en una inseminación artificial, que cuesta una pasta, pudiendo como se puede proceder a una inseminación natural que sale gratis. La mujer pobre, según los datos de la Fiscalía, primero “manifestó su preferencia por la inseminación artificial” y luego, al parecer, aceptó tener relaciones sexuales –libre consentimiento le llaman a cualquier cosa–, aunque estas se acabaron produciendo “con violencia e intimidación” hasta lograr el embarazo. Que la violaron para preñarla como a un animal, vamos, para lograr su objetivo. Supongo que tampoco pensaban pagarle el dinero prometido, aunque de eso no tengo datos.
Tenía que pasar. Los ricos han exhibido su poder de clase al poder obtener lo que la naturaleza les niega u obviar las consecuencias estéticas y personales del proceso natural. Ahora, como sucede con todo, las necesidades y su satisfacción se popularizan y es así como descubren su verdadera cara, más allá del glamour que pretenden otorgarles la publicidad, el couché y el brilli-brilli. Para un rico siempre habrá un pobre con el que satisfacer sus deseos y el menos rico encontrará a su vez a un miserable al que explotar. Por cierto, no es el primer caso detectado en España. Este mismo año, en la COPE, Cristina López Schlichting entrevistaba a otra mujer tratada y prostituida desde los 14 en que fue vendida, que manifestaba que en Valencia sus explotadores la obligaron a quedarse embarazada de un cliente y entregar luego a un bebé “que no puedes quedarte porque tú no eres digna de tener un bebé”.
El problema es que ni la propaganda ni los bien pensantes repararon en que el suculento negocio al que quieren abrir la puerta pudiera traer hasta nuestros países civilizados la explotación miserable a la que someten a las mujeres actualmente en Malasia, Kenia, Nigeria, Sudáfrica, Argentina y Guatemala, según el último estudio de Sheela Saranavan. Prácticas en las que se viola sistemáticamente la ética médica, los derechos humanos de las mujeres y ahora, como vemos, también directamente el cuerpo de las mujeres. Primero se alquilaban sus úteros, arropados por la ciencia, y ahora sus matrices son okupadas literalmente por la violencia física para obtener el mismo resultado: expropiar su poder reproductivo y ponerlo al servicio de quien satisface su deseo.
El problema a la hora de tratar este caso, que se reproducirá, es que en el artículo del Código Penal en el que se castiga la trata de personas, el 177 bis, no se contemplan los fines reproductivos como parte de las finalidades que fijan el tipo. Así que piensan los fiscales hacer una propuesta de lege ferenda para que sea incluido en el futuro. La bajeza humana está mucho más allá de lo que estamos dispuestos a prever. No se les había ocurrido. En las cerca de 900 páginas del magnífico trabajo multidisciplinar 'Gestación subrogada. Principales cuestiones civiles, penales, registrales y médicas', dirigido entre otros por Francisco Lledó –que tuvo la deferencia de regalármelo– se tocan todas las aristas posibles del fenómeno menos esta. ¡Y era tan evidente que los deseos de los que no alcanzan se intentan satisfacer de forma ilícita! Piénsenlo, pasa hasta con los perfumes caros y los it bag y así ha crecido un mercado imparable de falsificaciones, robos y receptaciones. ¿Cómo no iba a suceder con deseos más viscerales y desestabilizadores como son el de la maternidad o la paternidad frustradas? Todo mercado elitista acaba teniendo su reflejo a pie de calle. ¿Cómo si los niños devienen una mercancia no iba a aparecer el mercadillo subterráneo en el que obtenerlos?
“La dignidad humana como límite infranqueable del Derecho no debe ceder y resignarse a que el progreso de la ciencia conlleve un retroceso para los derechos de las mujeres y los menores”, escribe la profesora Herrán Ortiz en ese libro, en el que no llega ni a imaginar que la ciencia ni siquiera aparezca y sea sustituida por la brutalidad de una violación.
La dignidad humana. ¿Han reparado en que casi todos los problemas que nos rodean tienen que ver con la pérdida de valor de ese concepto? No contemplo un feminismo que la pierda de vista, tampoco un progresismo.
13