La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Desigualdad de género en la participación política

La democracia participativa está de moda. Desde el No nos representan del 15M, el tema de la participación democrática ha ocupado un lugar central en la agenda política, hasta el punto de que Podemos basa su exitoso discurso en la necesidad de que la ciudadanía se empodere y se implique directamente en la vida política. Además de la proliferación de cientos de círculos en los que rige la horizontalidad asamblearia, el nuevo partido está siendo pionero en la utilización de Internet para realizar votaciones, tanto para su organización interna como para la confección de listas electorales. El ejemplo de Podemos nos permite imaginarnos algunos rasgos de un Estado en el que las instituciones representativas se viesen complementadas por mecanismos de democracia directa... y algunos problemas que acompañan a esta novedosa forma de hacer política.

En los últimos meses muchas feministas de Podemos han mostrado su preocupación por las diferencias de género en la participación efectiva en la organización. Si bien el partido proclama la participación igualitaria de toda la ciudadanía, los primeros análisis que se han hecho apuntan a que las mujeres van menos a las asambleas que los hombres y, cuando van, hablan menos.  Esta brecha de género no es exclusiva de Podemos sino que es un elemento estructural de la vida política. En el ámbito institucional, si bien es cierto que la política de paridad ha conseguido que nuestro país tenga una de las mayores proporciones de mujeres parlamentarias del mundo, sigue habiendo una enorme diferencia en los gobiernos autonómicos y estatal y el 88% de los alcaldes son hombres.

Pero es que las diferencias de género en la participación política no son solo cuantitativas, sino también cualitativas. Los estudios muestran que los hombres se especializan en las actividades sociales y políticas que exigen más tiempo y proporcionan más poder, como la militancia en partidos y sindicatos, mientras que las mujeres son mayoría en las peticiones de firmas o las donaciones. Es probable que esta diferencia tenga que ver con que las mujeres siguen asumiendo la gran mayoría del trabajo doméstico y de cuidados, lo que se añade a su jornada laboral, dando lugar a la denominada “doble jornada” (triple, para las mujeres activas en política). A esta desigualdad se suman los prejuicios machistas: el 20% de los ciudadanos de nuestro país sigue pensando (y diciendo) que, en general, los hombres son mejores líderes que las mujeres.

Nadie se ha puesto todavía a estudiar sistemáticamente las diferencias de género en las formas de democracia directa pero un estudio sobre los presupuestos participativos en 17 ciudades europeas  llegó a la conclusión de que las diferencias de género son algo menores en ese ámbito que en la democracia institucional. Hay más porcentaje de mujeres en las asambleas populares que gestionan los presupuestos participativos que en los parlamentos, aunque los hombres copan la gran mayoría de los puestos de responsabilidad también en ese mecanismo de democracia directa. La buena noticia es que cuanto más tiempo se mantiene en una ciudad esta forma de participación ciudadana, menor es la brecha de género, y en los emblemáticos presupuestos participativos de Porto Alegre llegaron a implicarse más mujeres que hombres. Por lo tanto, parece que esta forma de democracia directa tiende a corregir la desigualdad de género.

Internet es otro tema. Muchas autoras feministas llevan décadas discutiendo si los progresos tecnológicos suponen una oportunidad para la emancipación de las mujeres o un instrumento más de la dominación patriarcal2, y el debate ha resurgido con Internet y las redes sociales. Lo cierto es que no hay precedentes de una organización como Podemos, construida a partir de votaciones online abiertas a la ciudadanía, y los datos de las personas inscritas y votantes no están desagregados por género, así que no podemos conocer a ciencia cierta si hay una gran diferencia cuantitativa entre mujeres y hombres. Sí que se puede intuir que los participantes en Plaza Podemos, la plataforma de debate virtual del partido, son hombres en su mayoría, y muchos de ellos muy interesados por las nuevas tecnologías. No puede ser casualidad que cuando se hizo en Plaza Podemos una pre-votación sobre las resoluciones políticas que debía aprobar la asamblea constituyente del partido, muchas de las primeras se refiriesen a temas como el software libre o el voto electrónico, mientras que estas resoluciones cosecharon un resultado mucho peor en la votación definitiva, en la que participaron cerca de 40.000 personas inscritas en Podemos. De nuevo, esta brecha digital no es exclusiva de Podemos. La tradicional exclusión de las mujeres del mundo de la tecnología sigue existiendo, como muestra el hecho de que cada vez hay menos mujeres en carreras informáticas en Estados Unidos. Datos como este no animan a ser excesivamente optimistas sobre la capacidad de Internet para paliar la desigualdad de género en la participación política.

En resumidas cuentas, sigue habiendo una importante brecha de género en la participación política, aunque estas diferencias son mayores en el sistema representativo que en la democracia directa. Por otro lado, Internet es una herramienta ineludible si se quiere introducir mecanismos de democracia directa a la escala de un Estado del tamaño de España pero nos enfrentamos al reto de que la “brecha  digital” de género es aun más ancha que la analógica. Mientras permanezca la actual división sexual del trabajo remunerado y reproductivo, y la socialización de hombres y mujeres tenga componentes machistas, permanecerán las diferencias en la participación política. Sin embargo, no podemos esperar a acabar con el patriarcado para empezar a paliar estas desigualdades.

Por lo tanto, si Podemos quiere estar abierto de verdad a la participación igualitaria de toda la ciudadanía, no bastará con hacer talleres de formación en nuevas tecnologías. Los círculos del nuevo partido tendrán que poner ordenadores a disposición de quien quiera participar en las votaciones y debates telemáticos y no sepa cómo hacerlo, deberán potenciar liderazgos femeninos y hacer cosas tan simples y tan importantes como organizar guarderías durante las asambleas. Y todo esto sin hablar de las diferencias de clase, de edad, de formación...