El nacionalismo mediático español
Comprendo el revés que le supone a los atletas españoles que la candidatura de Madrid como sede olímpica fracasase, de haberlo conseguido el Estado destinaría grandes presupuestos al deporte profesional, especialmente a los minoritarios, y con más presupuesto podrían realizar mejor su oficio. Como comprendo la desilusión de quienes se dejaron animar por la campaña a favor de la candidatura, un fracaso nunca es alegre y nadie puede alegrarse mucho de ver a otras personas tristes. Pero no me creo en absoluto que el dinero que se iba invertir ahí crease algún tipo de riqueza, mucho menos riqueza que tuviese algún sentido social, ni siquiera por medio del siempre socorrido sector del ladrillo pues Madrid y Valencia ya tienen estadios e instalaciones deportivas por un tubo. Y, desde luego, en caso de que destinar más dinero del Estado crease algún tipo de riqueza en Madrid eso le conviniese a los habitantes del resto del Estado.
Pero me parece más interesante observar el comportamiento de los medios de comunicación tanto escritos como audiovisuales, entregados a un patrioterismo verdaderamente suicida. Parecía que fuese la primera vez que España optase a ser sede de unos Juegos Olímpicos, todo lo que se decía era obviando que lo había sido Barcelona hace pocos años, los medios de comunicación trataron el tema de una forma puramente hipnótica, animando el instinto patriótico de la gente. La campaña de “¡Gibraltar español!”, que me devuelve a las clases de gimnasia desfilando mientras cantábamos a voz en grito “¡Gilbraltarrr, Gibraltarrr/avanzada de nuestra nacióonn./¡Gibraltarrr, Gibraltarrr!/¡Tierra amada de todo españooolll!”, sumada a la candidatura madrileña creó una atmósfera veraniega más sofocante que el calor.
Las cabeceras de prensa y las cadenas de radio y televisión no dejaron espacio ni opción a ningún “pero”, las opiniones disidentes sólo pudieron refugiarse en lugares como este, en los márgenes (lo cual demuestra la imprescindibilidad de estos nuevos medios de prensa y opinión que ponen a prueba la propaganda mediática masiva). Para comprender esa actuación hay que tener en cuenta que todas las cabeceras de prensa y cadenas de radio y televisión de cobertura estatal residen en Madrid, obviar eso sería engañarse.
¿De verdad que era necesario que fuese nada menos que una miembro del COI la que pudiese deslizar en los medios de comunicación “nacionales” la evidencia de que la sociedad española tiene otras necesidades y debiera tener otras prioridades para gastar el dinero público? ¿De verdad que los dos grandes problemas de la sociedad española son: uno, los bloques de cemento y el contrabando de tabaco en Gibraltar, como si fuese algo nuevo, y, dos, la sede olímpica madrileña? ¿ Y no el paro, la sanidad, la educación, las prestaciones sociales, los recortes a los derechos democráticos, a la justicia...?
Desde la muerte de Franco nunca la vida pública estuvo tan sofocada por el patrioterismo español, atreverse a discutir la utilidad y aún la lógica de la candidatura madrileña era como atacar a ¡Essspaña!, ser un traidor. En ese ambiente de nacionalismo patriotero mediático es lógico que Rajoy anuncie desde el plasma que cuando tenga una buena noticia la anunciará en... las Ventas. Fumándose un puro.
Pero es que Rajoy está sostenido por los medios. Los mismos medios que pedían unánimemente la dimisión de Zapatero una vez y otra también. La sociedad, la democracia española tiene un problema con los medios de comunicación que supuestamente debieran servirla.