¿23.500 millones de euros de regaliz para un chiringuito bancario gaviotil? Esa menudencia es lo que les preocupa a ustedes, antipatriotas de mira estrecha y ombligo ancho, ¿no? Que esté en peligro la nación trimilenaria, reserva espiritual de Occidente y parte del extranjero, les importa una higa. Menos mal que ABC, siempre fuente de verdad en rojo y gualda indeleble, conserva incorrupto el dedo para señalar las auténticas aflicciones de la tierra de María.
“Los 15 falsos mitos del nacionalismo excluyente”, se desgañita en un pleonasmo de cágate lorito (¿o es que hay mitos auténticos?) el añejo diario. Más abajo, el recado para que los navegantes disolventes se enteren de que su frotar se va a acabar: “La máquina de fantasear del soberanismo ha producido monstruos que ABC desmonta hoy”.more A modo de anticipo del monográfico en que se pondrá a caldo de perejil cañí a los disgregadores, un editorial titulado “Entre el victimismo y la letanía”. Y como Freud siempre anda escondido entre pucheros y ollas rancias, la primera frase es una pedazo de confesión de parte: “Los tiempos de crisis suelen ser propicios para la búsqueda de chivos expiatorios”. Eso es enseñar la patita y lo demás son tonterías.
Ahora que ya saben que la única intención es cebarse con un saco de las hostias que nos distraiga de Bankias, recortes y un Gobierno que no sabe por dónde le da el cierzo, están listos para el desparrame. Ocho páginas de vellón donde pastan a placer los ejemplares más bravos de la ganadería hispanistaní.
Abre el despelleje Jon Juaristi, que ha convertido en magisterio pardo su no lejana condición de cofrade de la serpiente y el hacha y, lo mismo que antes espumarajaba “acción-reacción-acción”, ahora esputa fluidos como el titulado “La máquina imparable del delirio”. Ahí les va una lasca para que prueben: “La máquina de fantasear se halla en movimiento perpetuo, y así, por ejemplo, nuestros nacionalismos domésticos poseen ya mitologías de la Guerra Civil, del franquismo e incluso de la Transición. En algún caso se puede percibir su funcionamiento en pleno proceso de elaboración del delirio, como sucede ahora con el nacionalismo vasco, dedicado a la construcción acelerada de un relato exculpatorio del terrorismo de ETA”. Le preguntaría Robert De Niro al retrovisor: “¿Me estás hablando a mi?”.
Enseguida les doy más pelos y señales de la cuerda de plumíferos que evacuan sus descargas en festival de Don Bieito, pero antes llamo su atención sobre las pildoritas que adornan la parte superior de las páginas. Es la anunciada quincena de presuntas trolas, desmontadas una a una con el correspondiente argumento irrefutable. Vean un ejemplo: “El euskera es el idioma utilizado por el nacionalismo para unificar los territorios que ambicionan. Lo cierto es que el euskera actual, el batua, data de... 1968. Fue creado para unificar todos los dialectos euskéricos que se hablaban y que, incluso, eran incomprensibles para los habitantes de los valles vecinos”.
Hau lotsa, o sea, qué vergüenza... ajena. Pues ese es el nivel general, no sólo de las grageas verdadosas, sino del resto de los incendiarios escritos de cuyo contenido les eximo, porque sus títulos son lo suficientemente elocuentes. Ahí les va la relación de encabezados junto al nombre de cada perpetrador entre paréntesis: “Euskalherria, esa gran ficción” (Pablo Ojer), “La patria inventada” (Fernando García de Cortázar), “Revisionismo histórico subvencionado” (María Jesús Cañizares), “Mitos y tópicos del nacionalismo catalán” (Miquel Porta Perales), “Mitos, Libertad y Conocimiento” (Alfonso de la Vega) y, finalmente, “El trastorno nacionalista” (Juan Carlos Girauta). Necesitarían un par de meses sabáticos para castigarse el hígado con todo ese material. Lo divertido es que si lo hicieran, es más que probable que les entrarían unas ganas irrefrenables de independizarse... por lo menos de esta panda de... nacionalistas (españoles) excluyentes y, de propina, desaforados.