Nadie hablará de nosotras cuando nos eliminen del diccionario
-¡Aquí, aquí!
-¡Una foto más, por favor!
Hordas de fans y periodistas se agolpan a las puertas de entrada de la RAE. Llevan horas esperando para contemplar de cerca a las nuevas palabras que se incorporan al diccionario académico. Las nuevas celebridades léxicas posan para los fotógrafos, responden a las entrevistas y se dejan mimar por el público.
Un tumulto súbito anuncia la llegada de una de las cabezas de cartel. ‘Postureo’ hace su entrada en la alfombra roja entre ráfagas de flashes y gritos ahogados de fans. Fue una de las revelaciones de 2014 cuando, siendo apenas una recién llegada, estuvo a punto de ser elegida palabra del año. Las voces que le auguraban una carrera efímera parecen haber errado en sus predicciones: la entrada en el diccionario de ‘postureo’ confirma su consagración en el panorama léxico. ‘Postureo’ posa con desparpajo y atiende a los periodistas como si llevase haciéndolo toda la vida.
Mientras tanto, eclipsada por la entrada triunfal de ‘postureo’, ‘buenismo’ responde tímidamente a las entrevistas:
-¿Qué hay de cierto en los rumores sobre que la definición que le ha asignado la RAE es tendenciosa e ideológicamente cuestionable?
-Bueno, no sé… Es una primera aproximación…. - ‘buenismo’ titubea. No le gustan las cámaras - Quizá podamos encontrar más adelante otras definiciones más adecuadas con esfuerzo y talante…
‘Sexo débil’ presume de su largamente reclamada marca lexicográfica (‘Usada con intención despectiva o discriminatoria’) mientras unos metros más allá, ‘islamofobia’, ‘especismo’ y ‘aporafobia’ se han enzarzado en un debate sobre privilegios y hablan con preocupación de la desigualdad creciente que se extiende por Europa.
-Y ‘bréxit', ¿dónde está? - pregunta por lo bajo un corresponsal extranjero.
-Se supone que es un nombre propio, tienen prohibido el ingreso - responde otro.
‘Táper’, que ha oído de pasada la conversación, pone cara de póker mientras intenta actuar con naturalidad. Teme que si descubren su pasado como nombre de marca comercial la despojen de sus privilegios y no la dejen entrar. Pero ya nadie repara en la modesta ‘táper’, acaba de llegar ‘posverdad’ y los periodistas no tienen ojos para nadie más. El resto de palabras la miran con desconfianza: es una novata sin apenas experiencia y se rumorea que ha construido su carrera léxica a golpe de enchufes y padrinos. Nadie tiene muy claro qué hace allí. La locución ‘una pasada’ no disimula su enfado:
-¡Llevo haciendo méritos desde los noventa y esta recién llegada ha conseguido en un año lo que a las demás nos cuesta una vida de trabajo!
Lejos de los focos y de la atención mediática, un grupo de palabras observa desde la distancia el remolino de fotógrafos y luces. Son las grandes perdedoras de la jornada, las palabras que, contra todo pronóstico, se han quedado fuera y no entrarán a formar parte (por ahora) del diccionario académico.
-Quizá el año que viene... - suspira ‘bizarro’.
-Mucha fe tienes tú, me parece a mí. - a ‘pifostio’ el optimismo de sus compañeras le parece pura ingenuidad. Se ha pasado décadas esperando su momento de gloria, que siempre parecía inminente pero nunca acababa de concretarse. La antigua joven promesa lexicográfica es hoy una veterana que languidece añosa y desencantada. Este tampoco será su año.
-¡La única academia que ilumina es la que arde! - proclama ‘heteropatriarcado’, puño en alto.
-Podría ser peor. - ‘sindiós’ señala un punto indefinido a la espalda del edificio de la RAE - Mirad a las pobres compañeras que han eliminado del diccionario.
Un reguero de palabras cabizbajas abandona el edificio por la puerta trasera. Toda la atención la han absorbido las nuevas incorporaciones y nadie parece haber reparado en la lista de palabras suprimidas. Nadie las mira, nadie les agradece sus años de noble y leal servicio, no hay focos ni entrevistas para ellas. ‘Alijarar’ (“repartir las tierras incultas para su cultivo”), ‘lazrador’ (“hombre que padece y sufre trabajos y miserias”), ‘uracho’ (“uretra”), ‘hetría’ (“enredo, mezcla, confusión”). Palabras que nos hablan de otros tiempos hacen mutis por el diccionario sin hacer ruido ni aspavientos, envueltas en un silencio fúnebre.
-¿A dónde se las llevan?
-Nadie lo sabe. Quizá algún día les den cobijo en el diccionario histórico...
Una de las condenadas al destierro se ha quedado absorta mirando el revuelo de focos y luces provenientes de la entrada principal del edificio. Hace un gesto como si fuera a decir algo, pero en el último momento agacha la cabeza y vuelve apesadumbrada con sus compañeras.
- No hay derecho. - musita ‘pifostio’ - No hay derecho.