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Nadie es machista, pero Irene Montero...

Nadie es machista. Pregunten a su alrededor. ¿Yo? Yo creo en la igualdad. ¿Yo? No, yo tengo dos hijas y una nieta. ¿Yo? Mis mejores amigas son mujeres. ¿Yo? Soy de izquierdas, joder. La cosa, como siempre, se complica cuando uno tiene que actuar como piensa. O como dice que piensa.

Sonríe un poco, mujer. Estás muy seria. Ay, qué borde, hija, cambia esa expresión. Qué voz de pito, qué desagradable. Le falta garra. Le sobran gestos, qué histriónica. Está claro que está ahí por su novio. Menudas ojeras, ya podía haberse puesto un poco de corrector.

Daba igual lo que Irene Montero dijera este martes en la tribuna del Congreso. Antes de subir al estrado ya sabíamos lo que tocaba. Tocaba el coro de fondo cuestionando a una mujer por serlo. Tocaba sacar la ristra de tópicos, de estereotipos, de guiños machistas que las mujeres arrastramos como una losa a la espalda. Tocaba, de forma más o menos sutil, ensalzar lo masculino, denostar lo femenino. Ya saben, ellos son enérgicos, nosotras unas histéricas; la voz grave o ronca es seriedad y respeto, la aguda es ay, qué insoportable.

No puedo defender la política de Margaret Thatcher, pero defiendo su derecho a ser primera ministra, a tomar decisiones, a ser severa, ambiciosa, a vestir como quiera, a hablar como quiera, a usar el tono que considere, a imponerse, a equivocarse. Defiendo el derecho de cada mujer –Thatcher, Montero, Pérez, Rodríguez, Núñez– a ser juzgada por sus actos, por su carrera, por sus palabras. A coger su baja por maternidad, a incorporarse a los quince días de haber parido o a entregarse a una vida sin hijos. Cuando una mujer es cuestionada solo por el hecho de serlo, sea ella quien sea, perdemos todas.

Es más, defiendo el derecho de las mujeres a esa mezcla de meritocracia y colegueo del que disfrutan los hombres sin ser cuestionados por ello. Porque, seamos honestos, ¿es que todos los hombres que a día de hoy ocupan un escaño, un puesto en un consejo de administración, un cargo de responsabilidad en una empresa, están ahí solo porque lo merecen? La diferencia entre ellos y nosotras solo es una: que a ellos el mérito se les supone y el colegueo se les perdona, mientras que a nosotras el mérito se nos cuestiona y el colegueo es siempre una sospecha con sexo de fondo.

Nadie es machista. Pregunten. ¿Yo? Ella fue la que quiso coger la excedencia. Cuando llego a casa, echo una mano. No se me da bien limpiar el baño. ¿Yo? Esas adolescentes que lloran en el concierto son gilipollas, tú mira qué histeria. En el fútbol lo que pasa es que hay emoción, cómo lloré con el Mundial. Deja de comportarte como una nenaza. Ese tío hizo lo que hay que hacer, exigir lo que le corresponde. Esta tía es un poco zorra, ¿de verdad crees que estaría ahí si no?

No piensen solo en si comparten o no mis palabras. Piensen en si son coherentes con lo que ustedes dicen. Sí, lo de no ser machistas.