Cuando Manuel José García Caparrós llegó al hospital, era ya cadáver. Se trataba de un joven de procedencia humilde, asesinado de un balazo. El disparo había sido propiciado por un integrante de las fuerzas de represión de la época y su asesinato será recordado para los restos como un crimen contra la libertad.
Ocurrió en Málaga, en una fecha tan significativa para los andaluces como el 4 de diciembre. De esto hace ahora 40 años y su asesino sigue suelto, lo que nos revela que la llamada “Transición” no fue algo ejemplar como nos quieren hacer creer los amigos del consenso ocurrido tras la muerte de Franco.
El 4 de diciembre de 1977 se conmemoraba ese otro 4 de diciembre, el de 1868, gloriosa fecha en la que se levantó el pueblo andaluz en una revuelta contra el centralismo encabezada por Fermín Salvochea y José Paul y Angulo; un levantamiento que trajo la Constitución Republicana de Antequera. Otro capítulo más de nuestra historia escrito a golpe de sangre y represión.
Con estas cosas, la Andalucía más pura se resiste a perder la memoria y el día que Kichi tomó posesión de su cargo como alcalde gaditano, lo primero que hizo fue descolgar el retrato del rey del Ayuntamiento y en su lugar poner el de Fermín Salvochea. Aquello fue algo más que un acto simbólico por ser homenaje de la memoria contra el olvido.
De igual manera, el otro día, la Avenida Ramón de Carranza, en Cádiz, cambiaría de nombre por el de Avenida Cuatro de Diciembre de 1977. La placa se presentó al público en un acto en el que no faltó el espiritual himno de Andalucía. Teresa Rodriguez lo anunció en un tuit, recalcando que el nuevo cambio del nombre de la avenida no va “contra nadie”.
Desde aquí me voy a tomar la osadía de contestar el tuit de Teresa, no ya para celebrar el cambio de nombre, que me parece tan aparente como justificado, sino para recordar que lo más importante no es el cambio de placa sino que, en la Avenida Cuatro de Diciembre de 1977, se ejerza la libertad en su manera más óptima, esto es, evitando desalojos y hambre. Porque como en su día nos enseñó Salvochea, vivienda y comida son derechos, nunca mercancía y que si esto se consigue, el homenaje de la memoria no quedará nunca en el olvido.