Por esas paradojas del destino, casi a la vez que conocíamos el conflicto de los repartidores de Deliveroo se hacían públicos los datos del paro de junio; caras y cifras de nuestro castigado mercado laboral juntas y en tiempo real.
Los repartidores se movilizan para que, por ejemplo, no se les retire el astronómico privilegio de tener garantizado un mínimo de dos pedidos por hora tras hacerse emprendedores y haber asumido los costes laborales de un contrato firmado con un empleador que sólo acepta quedarse los beneficios. Los datos del paro aportan la evidencia estadística a esta realidad creciente de empleo precario, emprendedores a la fuerza, falsos autónomos y puestos de trabajo reciclables.
La hostelería continúa siendo la gran creadora de empleo en una economía española que, pese al crecer por encima del 2%, se muestra incapaz de generar empleo estable y de calidad. Más de 50.000 docentes se han ido a la calle hasta el nuevo curso. Si quiere encontrar trabajo de aquí a septiembre, olvídese de los libros y la formación y mejore sus habilidades con la bandeja.
Se han firmado más de dos millones de contratos, pero apenas 167.000 son indefinidos. “Los datos de junio son buenos”, dice el Gobierno. “Pero peores que en junio del año pasado”, replica la oposición, recordando que en 2016 se crearon veinticinco mil empleos más y se afiliaron diez mil personas más a la Seguridad Social que en 2017.
Los repartidores de Deliveroo, sus condiciones leoninas y la absoluta inseguridad jurídica donde se ven forzados a trabajar no supone una excepción o un caso aislado, resultado de la mortal combinación entre las fuerzas de la globalización y la tecnificación. Los repartidores de Deliveroo encarnan el futuro que se pretende para un mercado laboral basado en una idea tan simple como destructiva: el trabajador es un factor de producción de usar y tirar y un coste que siempre puede rebajarse un poco más.
Así es como se consigue que los beneficios vuelvan en un tiempo récord a los niveles anteriores a 2007, rebajando aún más los salarios y precarizando el empleo. Los números dicen que se han recuperado dos de cada tres de empleos destruidos durante la crisis. Pero solo es una verdad estadística. No se parecen ni en salario, ni en calidad, ni en seguridad.
“Mejor esto que nada”, nos repite una y otra vez el mismo Gobierno que llevaba días metiendo el miedo en el cuerpo a los pensionistas, convirtiendo la hucha de las pensiones en un cuento de terror gracias a sus dramáticos hachazos, pero ahora jura y perjura que el sistema es perfectamente viable porque, según la ministra Fátima Báñez, “nueve de cada diez pensiones se pagan con empleo”. Para destruir tanto empleo de calidad siempre hace falta crear mucha mentira.