Esta semana llenaremos las redes sociales con fotos de termómetros callejeros marcando cuarenta grados, incluso unos cuantos más si están al sol. En abril. Ya sabrán que la Agencia Estatal de Meteorología ha activado el primer aviso por calor de su historia en abril. Por ello, el Ministerio de Sanidad ha difundido sus habituales recomendaciones frente al calor (bebe agua, evita el deporte en las horas centrales, etc). En abril. Exactamente el 23 de abril. El año pasado emitió las mismas recomendaciones el 19 de mayo. Los años anteriores, en junio. En cualquier momento saldrá también el Ministerio de Trabajo con sus advertencias sobre el riesgo de trabajar a la intemperie en las horas centrales. En abril. Ah, también estamos ya en riesgo alto de incendios. En abril.
En el colegio de mi hija ya están pensando cambiar el horario para evitar las clases de Educación Física en las últimas horas. En abril. Esta semana disfrutaremos las primeras noches tropicales del año. En abril. Pero si duermes con la ventana abierta, ya puedes ir poniendo el enchufe antimosquitos, yo hace ya dos semanas que lo uso. En abril. Y lo peor no es el que te zumba en la oreja en mitad de la noche (en abril), sino el que viene cargadito de dengue, Zika y chikungunya, que según la OMS ha aumentado su expansión con el cambio climático y ya está en el sur de Europa, donde podría provocar los primeros casos esta misma primavera. En abril, ya puestos.
Puedo seguir un par de párrafos más hablando de la sequía (en abril), del encadenamiento de meses (abril, marzo, febrero, enero…) que llevamos batiendo récords de calor, la temperatura creciente de los océanos que nos hace entrar en “territorio desconocido”, y cómo todos los indicadores han empeorado en el último año. Repito, por si has leído por encima, que a mí también me pasa que las noticias sobre el cambio climático me resbalan por acumulación: todos los indicadores han empeorado en el último año.
Podemos esperar a que pase abril, confiar en que haya sido un abril excepcional e irrepetible, a ver si llega un mayo anormalmente lluvioso o frío, o si el verano resulta menos terrible de lo que tememos, y entonces nos olvidamos del asunto un ratito más, hasta el próximo episodio extremo, de frío filoménico, o hasta que el año que viene reescribamos los dos primeros párrafos cambiando abril por marzo. Podemos seguir haciéndonos los tontos un poco más, yo el primero. O podemos tomarnos en serio de una vez lo que está pasando, y para empezar colocarlo en el centro de la agenda para las venideras elecciones, tanto las autonómicas y municipales, como las generales.
Por ahora el PSOE lo está intentando, por motivos evidentemente electorales: insiste a diario en el negacionismo climático de Feijoó y los suyos. Cosa cierta, y no solo por Doñana. Pero el propio PSOE, en el gobierno central y en comunidades y ayuntamientos, también debe hacer mucho más que situarse en el lado bueno y señalar a los negacionistas de la derecha. Debe cumplir los objetivos de reducción y ser más ambicioso.
En cuanto a los negacionistas, hace tiempo que dejaron de tener gracia. No son un meme, no sigamos haciendo chistes con ellos. El negacionismo es ya una posición criminal: la de aquellos que impiden tomar medidas, o aún peor, las toman para empeorar la situación. Por ejemplo, y con todos los matices que queramos, la confrontación entre el modelo de Madrid y el de Barcelona es más que evidente. Junto a esos negacionistas con sillón presidencial, bastón de alcalde o escaño de oposición, están quienes propagan el negacionismo en una ciudadanía que se agarra a cualquier cosa con tal de no asumir la enorme responsabilidad que tenemos por delante. Políticos, periodistas, opinadores o simples troles. Hay que señalar su irresponsabilidad, porque tiene graves consecuencias sobre nuestras vidas, cada vez más evidentes y más mensurables en daños humanos y materiales. En abril. Y no en el abril de 2050. Este mismo abril.