¿No estás satisfecho con tu vida en este universo? Pues invéntate, diséñate o déjate diseñar otra, en parte física, en parte virtual, en el Metaverso, un proyecto revolucionario, lleno de posibilidades y peligros, que puede sustituir en parte, a Internet, e incluso a algunas religiones que ofrecen otra vida tras la muerte. Esta nueva realidad será en vida -o incluso quizás no-, pero una vida muy diferente, a través de avatares. Las grandes tecnológicas, y otras más pequeñas, están invirtiendo mucho dinero, porque lo ven como un gran negocio en un futuro no lejano.
Videojuegos inmersivos, conciertos virtuales o reales con muy diversas perspectivas, o una mezcla del mundo físico con el virtual, el proyecto del Metaverso se sitúa en una nueva confluencia, mucho más potente que nada visto hasta ahora, del mundo físico, del virtual y del aumentado, gracias al desarrollo de inteligencias artificiales y de nuevos aparatos, de nuevo hardware. Como indican en MetaGen (una explicación de la génesis del Metaverso), la realidad virtual, ya en la actualidad, conecta nuestros sentidos y nuestras acciones directamente a una computadora. Lo que ves, escuchas, sientes y lo que haces, dices y expresas, todo está siendo digitalizado. En la era del big data y el aprendizaje automático, la oportunidad era clara para aspirar a mucho más.
Va a nacer así una nueva realidad, o irrealidad, una vida alternativa. “Puedes pensar en el Metaverso”, explica Zuckerberg en una reciente entrevista, “como un Internet encarnado, donde en lugar de solo ver contenido, estás en él”. Recuerda a la chica de la serie Years & Years que se hace un implante para estar permanentemente conectada a través de su cuerpo (su mano en este caso).
Es una peligrosa nueva caverna de Platón en ciernes, en la que vivimos no la realidad, sino sombras proyectadas de esa realidad. Si Internet es una de esas cavernas platónicas, el Metaverso lo será en un grado muy superior, un grado que se transmitirá a la capacidad de manipulación y de desinformación, y de sus cámaras de eco, o burbujas en las que uno se encierra con los que piensan igual, rechazando a los otros.
Como todo lo humano, acabará contando con sus propios sacerdotes, a comenzar por el fundador y presidente de Facebook, Mark Zuckerberg, que está invirtiendo mucho en esto. Ha anunciado que solo en Europa va a contratar a 10.000 personas para este proyecto, para que el Viejo Continente se sitúe en la vanguardia del Metaverso. Y de paso mejorar su imagen agravada por las últimas revelaciones de lo que ocurre en el interior de esa compañía que basa su negocio en adictivas redes sociales, tanto que va a cambiar de nombre, NADA MENOS QUE A “META”, por reputación y por ampliar el alcance del negocio. Ha invertido 50 millones de dólares en financiación a grupos sin ánimo de lucro para contribuir “a crear el Metaverso de forma responsable” para llegar a lo que Zuckerberg describe como un “Santo Grial de las interacciones sociales”, en el que la interoperabilidad será esencial. Esto no será para una sola empresa. Cree que el Metaverso será una realidad para 2025, aunque el verdadero, el pleno, tardará una década más. Una década que se anuncia muy disruptiva. Un informe de la consultora McKinsey pronostica que vamos a experimentar en una década más cambios o progresos o avances tecnológicos que en los últimos 100 años. Y no se refiere explícitamente al Metaverso, sino a las principales tecnologías que vienen.
Zuckerberg no es el único. Cada vez más gente se está metiendo en este nuevo negocio del Metaverso. Como Nvidia, que ha creado un proyecto, Omniverso, para permitir a los desarrolladores colaborar en la creación de este nuevo entorno.
Se podrán hacer cosas increíbles. Al principio con las pantallas actuales (móviles, tabletas, ordenadores, televisores) o gafas inmersivas, aunque las actuales de realidad virtual y aumentada darán paso a otras más ligeras y versátiles, más cómodas, o con guantes y ropa que incrementen nuestra sensibilidad física hacia ese otro mundo virtual. Será necesario multiplicar la capacidad de computación y de conectividad para poder moverse de una parte a otra y que cada cual pueda crear su propio entorno y generar sus experiencias a medida. Y si el Metaverso es un negocio, en su seno también habrá comercio, y compra y venta de bienes digitales- también físico- que se pagará con dinero digital oficial y criptomonedas. Pero esto ocurre ya en parte en Internet. Habrá conflictos e incluso metaterrorismo de nuevo cuño. Y claro, una cuestión básica será quién y cómo se regulará. Habrá pulsos geopolíticos para ello, no sólo entre Estados sino también con empresas.
El Metaverso puede cambiar la forma de ser del humano y de la humanidad. Puede transformar, sin drogas, aunque estas se sumarán, nuestro sentido de la percepción. Será vivir una segunda, tercera o cuarta vida paralela (de hecho, hay desde 2003 un programa llamado Second Life, donde se juega a través de avatares, y se puede comprar ropa y otras cosas). E incluso aspirar en él a lo que es una de las obsesiones en Silicon Valley, la inmortalidad. Podremos idear avatares de nosotros mismos que cobren vida propia en el Metaverso y nos perduren. Nuevas religiones a la vista, o transformación de las antiguas, ante la “inmortalidad digital” o virtual. La Fundación Nacional de Ciencias de EEUU ha otorgado una subvención de medio millón de dólares a las universidades de Florida Central e Illinois para explorar cómo los investigadores podrían usar la inteligencia artificial, el archivo y las imágenes por computadora para crear versiones digitales convincentes de personas reales, un posible primer paso hacia esa inmortalidad virtual, que encontrará un entorno natural -es un decir- en el Metaverso. Esto puede ser mucho más que un gran videojuego global. Desde luego, mucho más que entretenimiento. ¿Se va a poder impedir o frenar? Es de temer que no.