Soy negro y mis colegas apoyan a partidos racistas. ¿Cómo es posible?

24 de octubre de 2024 22:53 h

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Una de mis peores pesadillas en esta vida es ser el amigo negro. Sí, ese del “yo no soy racista, tengo un amigo negro”. Me aterra la idea de enterarme en un día tranquilo, relajado y con la guardia baja de cómo una de mis amistades justifica un comentario o una acción racista solo porque yo soy su amigo. Y más cuando esa persona sabe que fui presidente de SOS Racismo, lo que da a su argumento aires de imbatibilidad. En ese instante me despierto de golpe, con la respiración entrecortada y mirando hacia los lados, asumiendo que todo fue un mal sueño que tal vez un día fue realidad.

Supongo que nunca sabré a ciencia cierta quiénes a mi alrededor utiliza esa táctica, pero es interesante ver cómo en nuestro entorno podemos encontrar a personas con amigos migrantes que votan a Vox o a Se Acabó La Fiesta, a otras que celebran a Cristóbal Colón teniendo a personas latinoamericanas y caribeñas en su entorno o que reivindican el flamenco mientras odian profundamente al Pueblo Gitano. Suenan como contradicciones, sí, pero para muchas personas no lo son. 

Para las personas racializadas y migrantes con conciencia antirracista es habitual encontrarnos a veces en la tesitura de que personas cercanas como familiares, amistades, compañeros de clase y trabajo o incluso vínculos amorosos apoyen abiertamente ideas, grupos y partidos que abogan por la expulsión de los migrantes, la persecución de los musulmanes y los gitanos o la sumisión de las personas negras. Ante ello es lógico hacerse preguntas: ¿Cómo es posible? ¿No lo ven contradictorio?

La respuesta es que es posible y no es contradictorio dentro de la lógica del racismo. En este artículo me quiero centrar en uno de los argumentos más extendidos para sustentar esto: la narrativa de la excepción o la idea de que “tú no eres como los demás”. 

Para ello, el primer paso es la deshumanización. En ese “los demás” caben todos los estereotipos racistas sobre la comunidad racializada o migrante a la que perteneces. Es un prototipo inexistente creado desde durante siglos con estereotipos y falsedades de aquí y allá. Ahí cabe el migrante que se lleva las ayudas por no trabajar y a la vez roba los trabajos, el extranjero que hace subir la delincuencia cuando los datos dicen que no para de caer, es el malvado migrante que llegó en patera cuando la mayoría lo hacen en avión. En la lógica del racismo tiene lógica, y con la deshumanización se crea un ente monolítico donde no hay individuos, solo un grupo entero cortado por el mismo patrón.

Después en ese “tú” se encuentra la diferencia entre acabar en el saco deshumanizado y el ser un individuo humanizado, ese que se percibe como compañera de trabajo, miembro del grupo de amistades, la trabajadora del negocio o la pareja con la que te vinculas. Te conviertes en excepción cuando ven que, como ser humano, tienes nombre y apellidos, sentimientos, ambiciones, deseos, familiares, recuerdos y cualquier elemento humano. Todo ello funciona como un hechizo que instantáneamente valida tu vida. 

En el último paso, el “tú no eres como los demás” permite defender ideas racistas y a la vez creer que sus consecuencias no afectarán a las personas racializadas y migrantes a las que conoces, como si gracias a ti se libraran mágicamente de esta discriminación. Ese bálsamo permite pasar por alto conscientemente la conexión entre las propuestas políticas racistas, el racismo estructural y su impacto en la vida cotidiana de las personas racializadas y migrantes a tu alrededor.

La lógica es la siguiente: como mi colega/amigo/pareja o lo que sea no entra en la idea estereotipadamente racista sobre la comunidad a la que pertenece, se asume que las políticas racistas que promuevo no les afectan porque esa persona “no es como los demás”. 

Pero el racismo va mucho más allá de las acciones individuales, y eso significa que aunque exista una relación personal, no borra los efectos del racismo estructural. Si eres negro y migrante, por mucho que te sientas el más español o que estés rodeado de un grupo de personas defensoras de Vox, seguirás pasando por la Ley de Extranjería o por la mirada juiciosa de los estereotipos raciales. Es lo que tiene el racismo, que usa las relaciones personales pero no se sustenta simplemente sobre ellas.

Es triste ver cómo personas racializadas y migrantes pueden sentirse muy cómodas en esa narrativa. Si asumes el relato de que toda tu comunidad es problemática, sentirte una excepción positiva y ejemplar te coloca en un pedestal… de barro, porque en el momento en el que ese entorno que te valida como excepción no está presente, vuelves a ser un simple negro, gitano o migrante.

En el libro ‘El pensamiento blanco’ (Ed. Libros Cúpula), el exfutbolista Lilian Thuram repasa las múltiples justificaciones usadas desde el supremacismo blanco para justificar todas las atrocidades racistas cometidas durante siglos. Desde la religión a la biología, es interesante ver las narrativas utilizadas para limpiar la conciencia propia de quienes ejecutaban acciones racistas. El “tú no eres como los demás” es uno de sus relatos más sofisticados, y para hacerle frente solo queda darle la vuelta: que la excepción del “tú” sea patrimonio de los racistas y que ese “los demás” lo encarne todo aquel antirracista.