En cada movimiento que hacen, en cada paso que dan, en cada palabra que pronuncian, los políticos deberían ser conscientes de que si el futuro es cuerdo, la Historia retratará bien las consecuencias del papel que representan.
Por ejemplo: Artur Mas. Ese hombre que dice de sí mismo que no tiene “vocación ni de mártir ni de héroe”, que presidió un gobierno responsable de enormes recortes en derechos tan fundamentales como la sanidad pública, se acaba de definir como “democráticamente rebelde”. Un “rebelde” al que el derecho a decidir no le importó nada cuando se trataba de privatizar, de recortar servicios, de menguar derechos.
Otro ejemplo es Rajoy, dispuesto a proseguir su huida hacia adelante en el tema catalán, para que sea este asunto y no otros el que cope la campaña electoral, tapando las cuestiones que más definen nuestra actualidad, como el inmenso aumento de la desigualdad, de la precariedad y de los recortes. Rajoy no escucha, no quiere hacerlo. Aboga por encerrarse en sí mismo en una apuesta que solo conduce al enfrentamiento y la polarización, porque si no hay voluntad de hablar difícilmente habrá entendimiento.
Albert Rivera por su parte propone a PP y PSOE “un gran pacto de Estado por escrito”. La intrumentalización que algunos hacen del tema catalán termina siendo la excusa para un frente unido pro statu quo. Llaman a la “responsabilidad”, a la “unidad”, a la necesidad de “ir juntos pensemos como pensemos”, haciéndose fotos que son metáforas de lo que podría pasar tras el 20D en caso de que las urnas no canten lo que ellos esperan.
Otra frase para la posteridad es esa de “usaremos solo el Estado de derecho, pero todo el Estado de derecho, solo la ley, pero toda la ley, solo la democracia, pero toda la fuerza de la democracia”. Rajoy dixit este lunes, y los medios venga a repetir sus palabras. Cabe preguntarse cómo verá estas escenificaciones de “se rompe España” una familia que no llega a fin de mes, que no puede pagar la calefacción o la luz, que no tiene suficiente para comprar el material escolar de sus hijos o que incluso se arriesga a perder su casa. Imaginemos:
“Tenemos la nevera vacía y se me ha terminado la prestación por desempleo. Pero votemos a Rajoy, porque se rompe España, empiezo a notarlo ya, uy, mira, lo noto, se rompe”.
O al revés: “Mi hijo mayor está en lista de espera para ser operado por una enfermedad en la sanidad catalana, debido a los recortes en la plantilla sanitaria. Pero apoyamos a Mas porque dice que es ”democráticamente rebelde“.
Ante el tema catalán el PP quiere erigirse como el máximo defensor de España mientras descuartiza derechos y conquistas sociales. Pedro Sánchez dice que estamos ante “la más grave manifestación de desprecio y violación de la democracia de nuestro país” y Ciudadanos llama a un pacto de Estado. Apelan a la patria y la nación pero solo ahora cierran filas.
Creció la desigualdad pero los que ahora se erigen como salvadores de España no llamaron entonces a un pacto de Estado para intentar detenerla. El paro juvenil se elevó a un 52% y no consideraron necesario “usar la democracia” ni toda “la fuerza de la democracia” para paliarlo. Aumentó la precariedad y no hubo foto de los líderes de PP, Psoe y Ciudadanos juntos, prometiendo luchar contra ella con políticas económicas al servicio de la mayoría.
Cientos de miles de personas fueron desahuciadas pero no hubo escenificación conjunta de Rajoy, Sánchez y Rivera llamando a un acuerdo contra los desahucios bajo el lema “se rompe la dignidad, se rompe el derecho a una vida digna”. Se aplicaron las leyes de seguridad ciudadana pero no merecieron el revuelo de ahora.
Dice Rajoy que tiene la certeza de que “la mayoría de la sociedad española está unida ante este desafío” catalán, intentando erigirse como líder de lo que viene. No, señor Rajoy, somos muchos españoles los que no estamos unidos ni a usted ni a su partido, ni a sus recortes, ni a sus casos de corrupción, ni a sus políticas al servicio de una minoría, y por mucho que agite el miedo y el “se rompe España” -en vez de hablar y buscar modos de entendimiento- no estaremos dispuestos a formar parte de ese “frente común” suyo para que se olvide todo lo demás.
Todo lo demás está muy presente porque está en nuestro día a día, dificultando la vida de mucha gente.