Se me ocurrió la gracia de preguntarle a mis hijas lo habitual en vísperas de Reyes Magos: “¿os habéis portado bien este año?” Me lanzaron una mirada mezcla de rabia y condescendencia. Y tras un suspiro resignado, me contaron lo bien que se han portado en el último año:
-¿Que si nos hemos portado bien? Veamos: hemos hecho la cama y recogido la mesa, hemos aprobado todo, no nos hemos peleado mucho entre nosotras, hemos soportado sin rechistar un confinamiento domiciliario de varios meses que para los menores incluyó 45 días sin pisar la calle ni un minuto, y todo mientras nos culpaban de ser supercontagiadores. Ah, y hemos superado un trimestre escolar desde casa sin apenas medios ni organización, y otro trimestre ya en clase pero con estrictas medidas de distanciamiento, aguantando disciplinadamente cada día cinco o seis horas seguidas con la mascarilla puesta y las ventanas abiertas en pleno otoño-invierno, y no nos habréis oído quejarnos ni una sola vez, a diferencia de tantos adultos “no-puedo-respirar-con-mascarilla”. Hemos aprendido sobre la marcha a usar aplicaciones, plataformas, clases a distancia, tareas digitales; no le hemos visto todavía la sonrisa a nuestros nuevos profesores, hemos perdido contacto con algunos compañeros porque no coincidimos en el mismo horario de patio, o con el desdoble del aula se quedaron en el otro grupo. Espera, que hay más: hemos visto muy reducida, cuando no directamente suprimida, la mayor parte de nuestra vida social; nos hemos quedado sin ferias, fiestas, excursiones, actividades infantiles, festivales escolares, deportes, campamentos, intercambios, viajes de fin de curso, cabalgatas de Reyes; hasta los parques infantiles nos cerraron durante meses. Renunciamos a muchas fiestas de pijamas, a varios maratones de series en compañía, y hasta a estudiar juntos en la biblioteca porque también han estado cerradas o con acceso limitado. Algunos no hemos podido celebrar nuestros cumpleaños con amigos, otras hemos perdido la que iba a ser nuestra primera fiesta de Nochevieja; todos hemos echado en falta decenas de tardes tontas de parque, risas enseñando los dientes, primeros besos y apretarnos en un mismo banco; no fuimos en pandilla a la última feria ni iremos a la próxima que ya está suspendida. Que sí, que ya sabemos que todo eso son minucias comparadas con la gravedad de la pandemia, pero son nuestras minucias, hitos en la socialización infantil y adolescente, ritos de paso al crecer, estaciones habituales de toda educación sentimental y que este año fueron muy diferentes o directamente no existieron. No hemos podido compartir nada personal, ni beber de la misma lata, y si nos abrazábamos o besábamos era con sentimiento de culpa. Sabemos que habrá muchos otros cumpleaños, veranos y navidades, pero ya no serán “mi noveno cumpleaños con amigos”, “el verano de mis 12 años” o “mi nochevieja de los 16”, por frívolo que os suene. Hemos pasado menos tiempo, mucho menos, horriblemente menos tiempo del que querríamos con nuestros amigos, primeros amores, primos de otras provincias, abuelos que nos echaban de menos tanto como nosotras a ellos y que disimulaban la pena en las videollamadas. Hemos aplazado todo tipo de planes para “cuando acabe el coronavirus”, y seguimos apuntando futuros aplazamientos en la llenísima pizarra de la nevera. A cambio, hemos recibido todos vuestros mensajes de alarma y noticias terribles sin apenas filtros, hemos sabido de miles de muertos, hemos temido en silencio porque también vosotros os contagiaseis, hay quien ha perdido un familiar sin poder despedirlo; hemos absorbido día a día vuestro estrés, vuestra incertidumbre, vuestras ansiedades laborales, ya veremos a cuántos de nosotros no les acaba pasando factura en términos de salud mental, por no hablar del futuro tan estupendo que se nos está quedando. Aparte está todo lo que no hemos hecho, que no hacer también es portarse bien: no les hemos buscado las vueltas a las restricciones para incumplirlas, no hemos provocado que nos multen, pero tampoco hemos actuado de policías de balcón. No hemos sido incompetentes en gestionar nada, no hemos dejado de destinar recursos ni hemos abandonado a los mayores en las residencias; no nos hemos empeñado en salvar el verano ni la navidad a cualquier precio, no hemos difundido bulos ni montado caceroladas, no hemos buscado sacar beneficio político de la pandemia. Contestando a tu pregunta: sí, papá, nos hemos portado bien, hemos cumplido nuestra parte, y no esperamos que nos deis las gracias, ni que nos dediquéis atención, ni este artículo hoy por ser el día del año en que los niños somos protagonistas. No pasa nada, lo entendemos todo, asumimos que hay prioridades, urgencias, temas importantes, y los menores no sufrimos la pandemia porque somos solo niñas y niños, no nos enteramos, no va con nosotros, no nos afecta, es conocida nuestra capacidad de adaptación y resistencia, somos flexibles y fuertes, no votamos, no opinamos, hacemos lo que nos digáis y fin. Nos hemos portado bien, ¿verdad?