No alimentes al trol, tampoco si es un presidente
Tú no te acuerdas porque eres muy joven, pero en la prehistoria de las redes sociales, cuando ni siquiera existía Twitter (así llamábamos a X, pero tú no te acuerdas porque etc), circulaba en foros, grupos y otras plazas digitales un lema sabio: “Don’t feed the troll”, “No alimentes al trol”. A poco que asomaba un trol en una conversación, algún usuario tocaba la campana: “Don´t feed the troll”. Ni caso al que reventaba una conversación o llegaba provocando, mejor ignorarlo y que se aburriese y marchase a probar en otro sitio. Y solía funcionar.
También es verdad que en aquel tiempo el trol era todavía la excepción en las redes y no, como ahora, la norma, y era fácil aislarlos e impedir que se saliesen con la suya. Además los viejos trols se camuflaban bajo seudónimos o en el anonimato, mientras ahora se presentan con respetable máscara de periodista, portavoz político, presidenta autonómica o incluso jefe de Estado. Pero la consigna sigue siendo la misma: no alimentes al trol, incluso si es un presidente.
La definición clásica de trol se ajusta a la perfección a estos mamarrachos que hoy trolean, intoxican y enmierdan la vida pública desde cabeceras digitales, tribunas parlamentarias o palacios presidenciales. Wikipedia llama trol a quien “publica mensajes provocadores, irrelevantes, polémicos o fuera de tema” con intención de “molestar o provocar una respuesta emocional negativa”, además de “alterar la conversación normal para lograr que los mismos usuarios se enfaden y enfrenten entre sí”. Nuestro diccionario de la RAE lo incluyó hace solo cuatro años, definido como “usuario que publica mensajes provocativos, ofensivos o fuera de lugar con el fin de molestar, llamar la atención o boicotear la conversación”. Lee otra vez la definición, verás que parece hablar de esos fantoches de la política trol y del periodismo trol.
No sé, quizás los dirigentes del PSOE, presidente incluido, son muy jóvenes y no conocieron el “No alimentes al trol”; a ver si algún veterano se lo cuenta. Porque si alimentas al trol, por muy jefe de Estado que sea, se acabará comiendo todo, también a ti; y si entras a batirte en su terreno llevas las de perder siempre. Puede que a corto plazo tengas alguna ganancia mínima, por ejemplo en términos de reforzar tu perfil y tu discurso por oposición al trol en una inminente campaña electoral; pero a medio y largo plazo el trol consigue su objetivo: alterar la conversación, hacerla imposible e imponer sus mensajes. Ahí está la esposa del presidente Sánchez, a quien este quería mantener a salvo de ataques, y que estos días es arrastrada por el barro por troles salvajes de la política y el periodismo.
Por supuesto que hay que plantarles cara, pero no así, no jugando con sus cartas marcadas ni bailando con su música, pues solo conseguimos que se crezcan y extiendan el ruido, la confusión y el desánimo. Que no, que no los alimentes.
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