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No, contra las eléctricas no se vivía mejor

Nunca ha sido tan urgente y necesario unir voluntades para afrontar el reto de la crisis climática porque nunca hemos sido tan conscientes del grado de amenaza al que nos enfrentamos todos.
21 de noviembre de 2020 22:54 h

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El movimiento ecologista ha sido el gran artífice de los avances que se están produciendo en materia de sostenibilidad en todos los sectores de la economía. Sin su ardua labor en defensa del planeta y sin sus planteamientos a favor de un modelo de desarrollo más limpio y sostenible seguiríamos avanzando a toda velocidad hacia el precipicio.

El ecologismo ha propiciado un cambio de actitud de la sociedad ante las agresiones al medio ambiente y ese cambio de actitud es el que ha favorecido a su vez la reacción de las empresas e instituciones para iniciar la transición ecológica: una transición que sólo nos desviará del precipicio si la emprendemos todos a la vez.

Hace dos años por estas mismas fechas señalaba aquí que para anteponer los intereses del planeta a los del mundo sería bueno que el movimiento ecologista, en este caso encarnado en la figura de Greenpeace, tuviera derecho a veto en las decisiones de la ONU vinculadas con el medio ambiente.

Y es desde ese mismo punto de partida, desde ese reconocimiento a la inmensa labor realizada por el movimiento ecologista, desde donde quiero señalar que todavía hay demasiada gente que defiende el cuanto peor mejor. Gente que lleva tanto tiempo en la bronca que es incapaz de abandonar el frente y sentarse a la mesa de diálogo.

Gente que padece una forma de ententefobia que les impide reconocer los cambios en el otro: ese otro del que nos hablaba Kapuscinski y al que tan a menudo acudo. Aunque dichos cambios obedezcan exactamente a sus requerimientos.

Pero la bronca no puede ser una conducta: un posicionamiento, una seña de identidad. Y mucho menos una forma de vida. No se trata de que pases por mi aro porque de lo contrario te monto un pollo, que es lo que me caracteriza y de lo que vivo. ¿No era esa precisamente la actitud que denunciábamos y contra la que luchábamos?

La bronca puede convertirte en protagonista puntual de la actualidad. Pero es un protagonismo espurio y efímero. Quien grita solo es atendido por quienes viven del grito. Pero desde el grito no se cambian actitudes ni se corrigen posturas. La bronca no inspira alianzas ni genera acuerdos. Y eso es lo que necesitamos ahora más que nunca.

Nunca ha sido tan urgente y necesario unir voluntades para afrontar el reto de la crisis climática porque nunca hemos sido tan conscientes del grado de amenaza al que nos enfrentamos todos. Por eso ha llegado el momento de abandonar la bronca y promover el encuentro. Es el momento de aceptar los cambios que propician avances en la mitigación del calentamiento global ¿o no era precisamente eso lo que veníamos exigiendo? ¿Qué pasa si al que venimos pidiéndole que cambie acaba atendiendo nuestras exigencias y va y cambia? ¿No es acaso una buena noticia? Al parecer si vives de y en la bronca no.

Pongamos un ejemplo concreto: Iberdrola. Llevamos toda la vida señalando a esta gran eléctrica, y con razón, como la principal responsable del statu quo de nuestro modelo energético. En su radical e inquebrantable apuesta por el carbón y la nuclear, Iberdrola (o Unesa, que venía a ser lo mismo) era el muro contra el que chocaban todas las propuestas para avanzar hacia un modelo energético más limpio basado en el aprovechamiento de las energías renovables.

El movimiento ecologista llevaba años denunciando ese inmovilismo y anunciando que un modelo energético 100% renovable era posible: demostrándolo con rigurosos informes, con demostraciones prácticas, señalando el caso de otros países que con menos recursos renovables que nosotros avanzaban hacia ese horizonte. Iberdrola no quería oír hablar de ello. Pero Iberdrola ha cambiado.

No voy a aportarles información al respecto. Simplemente les invito a que hagan un ejercicio básico de investigación para comprobarlo. Pongan en su buscador las palabras Iberdrola y renovables: click. ¿Qué? ¿Increíble, no? Bien, pues se trata de la misma compañía. ¿Qué hacemos? ¿Seguimos con el mismo discurso hacia ella? Porque si es así será falaz. Mantendremos la bronca, pero a costa de la verdad.

Iberdrola ha tomado la firme e irrevocable decisión de quemar las naves del carbón y la nuclear y está apostando por la transición energética hacia las renovables, actuando como agente tractor de un sector en el que todavía hay quien sigue sin decidirse a saltar de las fósiles. Sin su contribución sería imposible avanzar hacia una descarbonización total de nuestra economía en 2050. Sin embargo desde algunos sectores del movimiento ecologista se la acusa de advenediza, oportunista e interesada. Y yo me pregunto: ¿en qué quedamos? ¿No estábamos pidiendo, exigiendo ese cambio? ¿O es que el problema es que su cambio nos deja fuera de juego?

Miren, he sufrido la fustigación de Unesa durante años. Peticiones de apartarme de programas de radio, llamadas a la propiedad (no al director) del diario en el que colaboraba para echarme. Incluso en una ocasión me amenazaron con llevarme directamente a los tribunales. En todo ese tiempo siempre recibí el apoyo y la solidaridad del movimiento ecologista: el primero, el entonces director de Greenpeace.

Pero es precisamente desde ese reconocimiento y esa lealtad personal al movimiento ecologista, un movimiento al que siempre he intentado ayudar y al que pertenezco desde hace 40 años como socio, desde donde afirmo que ha llegado el momento de empezar a reconocer los cambios. Un tiempo nuevo que exige una nueva actitud alejada de la bronca. Una actitud abierta y generosa que, desde la consideración mutua y sin renunciar a ninguna de las exigencias que los han propiciado, siga promoviendo los cambios para avanzar juntos hacia un futuro mejor para los que han de habitar nuestro planeta.

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