Un día como hoy, hace cinco años, cientos de miles de mujeres salimos a las calles siguiendo el llamado a la huelga feminista. Ha llovido mucho desde entonces. La pandemia supuso la paralización de los procesos de movilización en los que estábamos las feministas, aunque logró estrechar los lazos comunitarios a través de todo tipo de iniciativas de apoyo mutuo entre vecinas y vecinos. Nos han metido en una guerra que además del horror que supone para quienes la sufren directamente, profundiza la crisis, la precariedad y la pobreza. Y hoy tenemos a una extrema derecha que ha logrado desplazar al PP al terreno de sus guerras culturales contra los derechos de las mujeres, las personas LGTBI y las personas migrantes. Mucho de lo que preocuparse.
Quizás extrañe este inicio de artículo el 8 de marzo de 2023; en realidad, es un intento de evitar aquello en lo que se están fijando muchos medios de comunicación como EL TEMA de este 8M: las polarizaciones y divisiones, y la confrontación política. Pero por difícil que resulte no poner en el centro las reivindicaciones por las que el feminismo llama a salir a la calle, lo considero un fraude.
Decía que venimos de aquella huelga laboral que mostró cómo hablar de trabajo implicaba no solo hacerlo sobre el que se realiza en el ámbito de la producción sino del trabajo llamado de la reproducción social, el trabajo doméstico y de cuidados. Hoy hay muchas propuestas para hacer efectiva la corresponsabilidad de los hombres en ese trabajo y demandar un sistema público de cuidados. Y en este tiempo ha habido muchas luchas feministas que desde sindicatos y los propios colectivos de trabajadoras reclaman otras condiciones laborales. Así lo han hecho, de forma victoriosa, las trabajadoras de las residencias de Bizkaia, o las trabajadoras de hogar con la ratificación del Convenio 189 de la OIT, como un inicio en el camino del reconocimiento de sus derechos y de la centralidad del trabajo de hogar y de cuidados. También las camareras de piso, las de la ayuda a domicilio, o las de la Asociación de jornaleras de Huelva en lucha.
Tirar de ese hilo permite apreciar también cómo desde la huelga de consumo de aquel 2018, colectivos ecofeministas han ampliado la mirada del feminismo para entender los efectos en nuestras vidas del cambio climático y la crisis ecológica.
No sé si ustedes conocen a la señora. Victoria, es una “señora antisistema” que, de la mano de la comisión 8M del movimiento feminista de Madrid, viene apareciendo desde hace dos meses en una publicación periódica en las redes sociales. Se llama “los lunes de Victoria” y ahí nos habla de las victorias conseguidas por el feminismo. Podemos leer, por ejemplo, el cambio de sentido común que anima la propuesta para acabar con todas las violencias machistas y de la defensa del consentimiento como paradigma para abordar las violencias sexuales. De cómo, de la mano de los grupos antirracistas, se han conseguido firmas para exigir una ILP para la regularización de las y los migrantes en situación administrativa irregular, situación que para las mujeres determina su acceso a la justicia en caso de violencia sexual o las condiciones del trabajo de hogar, y por lo que la derogación de la ley de extranjería forma parte de la agenda feminista. Esta señora explica cómo el feminismo lo va cambiando todo, también la posibilidad de otras formas de relacionarnos, de vivir la sexualidad, la maternidad y la identidad. Por eso también, y mal que le pese a Carmen Calvo (diputada del PSOE y presidenta de la Comisión de igualdad del Congreso), desde el feminismo hacemos nuestra la lucha de los colectivos LGTBI.
Y también nos lleva a pensar en cómo se aplicarán las leyes recientemente aprobadas (la ley trans, contra la violencia sexual, o la ley del derecho al aborto) para que lleguen a ser realidad para todas las mujeres.
El feminismo heredero de las huelgas se alimenta de una mirada sobre los distintos conflictos que atraviesan las vidas de las mujeres, sobre cómo la división sexual del trabajo y la responsabilidad que recae sobre las mujeres para la gestión de la vida cotidiana hace que las primeras movilizadas contra los desahucios o la pobreza energética sean mujeres. Explica, por ejemplo, el motivo por el que nos sumamos a las movilizaciones en defensa de la sanidad pública.
Es de lamentar que en ciudades como Madrid haya dos manifestaciones, es doloroso comprobar que algunos grupos limitan el alcance de los derechos, algunos ya señalados, para algunas mujeres, precisamente para las mujeres que el sistema expulsa a los márgenes. La potencia del feminismo consiste precisamente en que no borra a ninguna mujer, al contrario, pelea por ampliar los derechos reales a todas, por eso las mujeres trans estarán, como han estado desde hace muchos años, en las manifestaciones y sus demandas forman parte de las mil propuestas con las que se sale al 8M.
Comentaba lo que había sucedido en estos cinco años y no quiero olvidarme de la fuerte pugna que ya entonces se planteó por la interpretación del significado del feminismo. La hay dentro del movimiento feminista y también en el plano institucional, y ha tomado unos derroteros sorprendentes que tienen que ver con la reacción patriarcal al avance de las mujeres. La derecha, que o es negacionista de la violencia o ni aplica ni dota de presupuestos a las políticas públicas, se presenta como adalid de los derechos de las mujeres. Y lo hace a partir de lograr fijar el marco del debate sobre la ley contra las violencias sexuales, al que ha arrastrado también al PSOE. Es el marco punitivista que apela al miedo, a la inseguridad, al sistema penal y el aumento de penas como la garantía para la protección de las mujeres. Un debate de calado. Pero es un hecho que ha desaparecido del debate lo que realmente garantiza seguridad para las mujeres: las medidas de prevención, de educación, formación, de acceso a los recursos asistenciales y de una atención integral que sí contempla la ley. Terreno abonado para las derechas. Y esto es un gran problema.
Quiero acabar con el último llamado de la querida “señora Victoria”. En él habla de la victoria que supone que las mujeres estemos organizadas, por muy variadas que sean las formas de hacerlo, porque esa es una forma de ir ganando como así ha sucedido históricamente. Y es también la forma de enfrentarnos a ese proyecto neoliberal que busca eliminar los vínculos sociales y anular o debilitar la protesta colectiva que representa el feminismo. Para ello necesita del sujeto supuestamente autosuficiente y defensor de una libertad ajena a la justicia social, lo contrario a la propuesta feminista. Wendy Brown, filósofa estadounidense, plantea la importancia de que la noción de libertad “incluya ser libres de carencias, ser libres de la desesperación y de la precariedad, ser libres del desamparo de no tener vivienda. ”Libertad de“, pero también ”libertad para“: libertad para realizar nuestros sueños, y no solo sobrevivir; libertad para elegir, no simplemente abortar o con quién dormir –que es importante–, sino también libertad para construir vidas, construir comunidades y mundos en los que todos queramos vivir”. ¡Cómo no manifestarnos este 8M!