La portada de mañana
Acceder
ENCUESTA | El PSOE recorta a dos puntos la distancia con el PP
Dónde se gastan los jóvenes el dinero del Bono Cultural
OPINIÓN | 'Hace falta mucha ruindad', por Esther Palomera

No eres Marco Aurelio, José Manuel

0

Suelo ser un magistrado magistral porque con mis prejuicios suele bastar para sacar conclusiones. No intentéis hacer esto en casa. Hará ya unos meses, estaba tras un tipo con pintas de Desokupa en la cola de la Casa del Libro de la calle Alcalá: tatuajes chungos asomando por la nunca, antebrazos como forjados con el fuego de una enana roja, un polo negro Fred Perry tres tallas menos y un rapado furioso como si acabase de venir de Turquía. Me extrañó que tuviera un libro en la mano; de hecho pensé que era más probable que lo fuese a utilizar como arma. Cuando la insensatez se suma a la curiosidad, nadie puede pararte, así que traté de pulular alrededor del muchachote de las dorsales como dos surcos de æsteroide y bichear, cotillear, comadrear, fisgonear y, claro, chismear para ver qué libro era. El pobre hombre pensaría, a lo Claudio Montana, “si me sigue mirando me va a matar”, hasta que vi el logo de la editorial Arpa y lo mismo quería leer ‘¡Me cago en Godard!’ de Pedro Vallín mientras esperaba su turno en la máquina de hombro del gimnasio. Yo me llevaba ‘La hoguera de las vanidades’ a la rehabilitación de la rodilla, así que todo es posible.

El tipo tenía en sus manos un ejemplar de ‘Meditaciones’ de Marco Aurelio, con su busto de mármol en la portada. A esta gente no le sirve ya ni Arturo Pérez Reverte, no. Emperadores romanos. En redes, últimamente, me encuentro con muchos perfiles de filosofía estoica –o pseudofilosofía, más bien, homeopatía hermenéutica– que lanzan mensajes del estilo de El hombre es un lobo para el hombre. Sé un lobo para ti mismo. Como diría Enric Juliana, Aquí no hemos venido a estudiar. Esta filosofía Mr. Wonderful barnizada de testosterona dice más del auge de las extremas derechas, los alvises y demás encrucijadas absurdas y demenciales que cualquier análisis sesudo que pueda hacerse estos días. La autoayuda para muchos hombres ha sido siempre como el aborto para los del Opus, una cosa para la intimidad.

Una vez escribí sobre mi barbero y algunos comentarios me hicieron reflexionar sobre las nuevas masculinidades, pero sobre todo de las viejas, porque son esas las que tienen que sobrevivir en un mundo que ya no es el suyo. Los hombres hemos descubierto que nos gusta llevar el pelo y la barba perfectos, las cejas hechas y, a ser posible, la piel tersa. Lo que pasa es que somos demasiado hombres para no avergonzarnos de nosotros mismos, así que inventamos esa estética motera-cyberpunk de calaveras con barba larga y bigote de caballero prusiano, pusimos una Play con el Fifa para los que esperan su turno para ponerse lindísimos y voilà. Ahora podemos ser metrosexuales sin que nadie nos diga mariquitas.

Durante años, consumidos por las vagas esperanzas de estafas piramidales de anuncios de YouTube, ha emergido una tribu urbana de señores cuyo común denominador es la incapacidad total de entender el mundo que les rodea. A mí me gusta calificar al estoicismo como una especie de filosofía de emergencia para cuando todo lo demás fracasa. El estoicismo, claro, que entiende esta gente, que poco tiene que ver con los filósofos de esta escuela. El contenido está orientado a hiperindividualizar al lector, haciéndole sentir tan único como el mismísimo Zenón de Citio.

Lo que buscan, en realidad, es que no te plantees por qué tu vida no ha mejorado un ápice desde que pagaste aquel curso carísimo de Llados: continúa, no pares, no te rindas, el problema no está en ti, sino en los demás; no trates de cambiarlo que no está en tu mano. Potenciar el individualismo para asentar la tesis hobbesiana del uno contra, la competitividad llevada al extremo y, de paso, hacer negocio de ello.

Ya no eran las pintas de echar ancianas a patadas de sus casas. Lo que delató a este hombre de la librería era que llevaba un libro que no iba a entender, para mejorar una vida que no tenía pinta de ir a mejor. Les han vendido una versión del mundo tan sesgada que ahora creen que todo está en su contra. En la batalla cultural, han pasado a la ofensiva tras años cohibiéndose con pudor de expresarse. Necesitaban un enemigo bajo el que unir sus estandartes, y lo encontraron en lo woke, que no deja de ser su eufemismo para referirse a lo decente. No es que yo sea racista, es que tú quieres mezclar las razas.

Ahora, la extrema derecha es bicéfala, una hidra mitológica que no pasa por su mejor momento. De este sector que comentamos, la inmensa mayoría son hombres, la inmensa mayoría afines al relato del ubermensch hecho a sí mismo, es de donde tanto Vox como Alvise han encontrado un filón de Freikorps dispuestos a todo.

Ultraderechistas hay de dos tipos, el que tiene miedo y el miserable. El que tiene miedo necesita que lo opriman para sentirse a salvo; el miserable necesita un sistema que le permita serlo sin remordimientos. Creo que mientras que Vox aúna a los primeros, Alvise era el muerto que necesitaba el nicho de los segundos.