Otro susto que ha quedado atrás. Provocando dos tipos de reacciones. La de los que dicen que el Gobierno puede tirar así un año y medio más y que no está dicho que la derecha vaya a ganar las elecciones de 2023.Y la de los que piensan que la debilidad de la coalición no va sino a crecer, que la prevista derrota en Andalucía será la puntilla y que Núñez Feijóo tiene las de ganar. Hay argumentos para sostener ambas posiciones. Y los datos o los cálculos en que cada una de ellas se basa pueden cambiar en el tiempo que viene. Por lo tanto, lo mejor es no hacer pronósticos. Esperar y ver.
Y también analizar lo que puede pasar. Y lo que está pasando. Que no es poco. El mismo día de la votación del Congreso han llegado dos noticias importantes que inciden en el panorama general. Primera, que el índice de precios ha caído un punto y medio respecto del mes anterior. No es pequeña cosa, pues indica que las medidas tomadas para controlar el coste de la energía están funcionando. Algo. El decreto aprobado ayer contiene otras en esa misma dirección. Y las concesiones arrancadas a Bruselas, junto a Portugal, en materia gasística, un éxito diplomático por donde se quiera mirar, también tirarán hacia abajo de los precios.
Segunda, la Encuesta de Población Activa. Que dice que en un trimestre tradicionalmente muy malo, el primero del año, y más con la huelga de camioneros y los problemas de desabastecimiento que ha provocado, el paro no ha subido mucho, lo normal para estas fechas. Lo cual indica que la economía sigue en marcha, en porcentajes bastantes aceptables, que serán mejores cuando se conozca la positiva incidencia de la exitosa semana santa turística.
Si a esos dos elementos positivos se une la posibilidad de que el contenido mismo del texto aprobado este jueves, su larga lista de medidas favorables a los intereses de amplios colectivos sociales, tenga un efecto positivo sobre la popularidad del Gobierno en la opinión pública. Ya el mismo jueves, algunos exponentes de la derecha reconocían que eso podía producirse. Con todo, la primera prioridad política del Gobierno debería ser el control de los precios, porque su subida es de lo que más daño hace a quien manda.
Esos apuntes indican que todavía hay mucho partido, que quien controla el Boletín Oficial del Estado tiene un gran poder en su mano. La pregunta es si este gobierno sabrá utilizarlo convenientemente… y sin provocar males mayores. Lo malo es que la respuesta solo se conocerá cuando esas políticas posibles hayan producido sus efectos. Y a la vista del calendario, no hay mucho tiempo para ello. Los procesos que el Gobierno tiene que articular para que lleguen los vitales fondos europeos -que ya van con bastante retraso, según parece- son un ejemplo claro de lo que se puede hacer. Pero hay que hacerlo bien y rápido. Las elecciones también se deciden de esa manera. Aunque la cosa no se venda en las tertulias.
El Gobierno debería dedicar el año y medio que en teoría queda para completar la legislatura fundamentalmente a eso. A hacer cosas. La política de alianzas debería de tener su espacio en cada momento. Está claro que ya se ha pasado el tiempo, si es que alguna vez lo hubo, de hacer un plan articulado al respecto. Los socios potenciales del mismo son demasiados y sometidos a dinámicas e intereses demasiado distintos como para llegar a un pacto sólido y duradero. Lo que ha ocurrido con Esquerra, y no ha sido la primera vez, era algo perfectamente previsible. Porque un acuerdo de fondo con un partido independentista es prácticamente imposible tal y como está la cuestión catalana. Y más con Junts dispuesto a cargar al mínimo fallo.
Si Pedro Sánchez tiene poco que hacer en ese frente, sí, en cambio, tiene una tarea urgente en todo lo que al espionaje político se refiere. No para que Esquerra vuelva a la paz con el Gobierno, sino porque aclarar esa cuestión es una necesidad democrática de primer orden. El Gobierno se tiene que mojar. Y no parece que esté muy dispuesto a hacerlo. Porque la verdad le puede sacar los colores. Y porque resolver la cosa atribuyendo la responsabilidad del entuerto a alguien en concreto, la ministra de Defensa, por ejemplo, le puede crear graves problemas y dejar en muy mal lugar a Pedro Sánchez. Pero algo, y no de boquilla, tendrá que hacer. Porque, además, lo único que faltaba es que una crisis con Cataluña se añadiera a la lista de problemas.
Otra cuestión pendiente es la del traído y llevado pacto de rentas. Cabe perfectamente que el Gobierno meta en un cajón la idea y se lance sin red a actualizar las pensiones y los salarios de los funcionarios, además de los trabajadores en general, sin pararse a pensar en sus efectos inflacionarios, que llegarán con unos cuantos meses de retraso. La otra opción, la de contener esos aumentos, llevaría inevitablemente a un entendimiento con el PP.
La votación del jueves en el Congreso ha mostrado algo importante a ese respecto. Que Núñez Feijóo sigue en la misma postura de distanciamiento con el Gobierno que su predecesor. No está dicho que más adelante no la vaya a modificar y lo que pueda ocurrir con la renovación del Consejo General del Poder Judicial será un indicador muy claro al respecto. Pero a la espera de eso, mejor no pensar en la posibilidad de un pacto de rentas. A no ser que la situación económica se agrave mucho, todo indica que la prioridad del PP es ganar las próximas elecciones, con las municipales y autonómicas de por medio, sin calentar demasiado a Vox.
Ese es el terreno de juego en el que tendrá que actuar Pedro Sánchez. Esperando que sus tensiones con Podemos no se agraven y dejando de pensar en aprobar un nuevo presupuesto, que serviría fundamentalmente para reabrir las guerras pendientes sin una solución clara a la vista.
La cosa no es ni mucho menos fácil. El gobierno es claramente más débil que hace un año. Y aunque haya reforzado su posición internacional, en casa no parece que vaya a cosechar muchos éxitos en los próximos tiempos. Todo lo contrario: las elecciones andaluzas lo van a debilitar aún más, al tiempo que fortalecerán a Núñez Feijoo, según todas las previsiones. Pedro Sánchez, el PSOE y Unidas Podemos tendrían que irse preparando ya para encajar ese golpe. Y quién sabe si luego las cosas no le van tan mal.