¡No politicéis la política!

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Han coincidido Ayuso y Villacís en decir que el problema generado por el caos en los puntos de urgencias extrahospitalarias de la Comunidad de Madrid se ha politizado. Porque, y esto es de común conocimiento, la política sanitaria es una cuestión completamente ajena a la política. Su propio nombre así lo indica. La política sanitaria es como el cuadro de Magritte con una pipa dibujada bajo la inscripción de “esto no es una pipa”. Ceci n'est pas une gestión política.

Cuenta Gonzo en su capítulo del libro Chapapote (Libros del KO) que mientras el Prestige (del que ayer se cumplieron 20 años) ya había perdido más de tres mil toneladas de fuel, la televisión gallega ofrecía titulares como “tranquilidad total y absoluta”, “no hay peligro inminente” o “disminuye el peligro”. Unos días después, el 1 de diciembre del 2002, en la manifestación más multitudinaria que ha acogido Galicia hasta la fecha, la TVG afirmó en el telexornal que había gente reunida para “mostrar su repulsa por el accidente del Prestige”. Como si los asistentes estuviesen allí gritándole cosas al petrolero o al mal tiempo -“¡nunca máis temporales en el Atlántico!”- y no protestando airadamente por una gestión política posterior al vertido repleta de malas decisiones y mentiras. Por supuesto, la TVG solo reproducía lo que le ordenaban desde arriba, desde el Gobierno gallego y nacional, dispuestos a minimizar la tragedia haciéndoles creer a los vecinos y marineros que lo que veían desde sus ventanas -chapapote por doquier- eran alucinaciones psicotrópicas producidas por el licor café.

En esas anda el Gobierno regional de Madrid esgrimiendo que en los centros de urgencias extrahospitalarias todo va bien, que esto es un boicot de médicos vagos, trabajadores sin cultura del esfuerzo, no sé qué del comunismo, que la manifestación de ayer fue un fracaso. Y, lo mejor, que esto nada tiene que ver con la gestión política porque la sanidad pública está mal en todas partes. Al parecer la menguante inversión en atención primaria nada tiene que ver con la política. Las progresivas privatizaciones en los servicios de limpieza, mantenimiento, comidas, lavandería o recogida de sangre de los hospitales, nada tienen que ver con la política. La concesión de obra pública para la construcción de hospitales nada tiene que ver con la política. El cierre de camas en hospitales públicos nada tiene que ver con la política. Las listas de espera duplicadas en un año nada tienen que ver con la política. Que la Comunidad de Madrid sea la región de España con más ciudadanos con seguro médico privado (casi cuatro de cada diez ciudadanos) nada tiene que ver con la política. Estas cosas dependen únicamente de la posición de los planetas y del mercurio retrógrado.

Lo cierto es que los políticos suelen mentir porque mentir funciona. Especialmente si la enmienda es efectiva y se hace a la mayor. Es decir, tú puedes debatir sobre cómo responder al cambio climático, pero un debate genuino solo es posible si primero se acepta la evidencia de que el clima está cambiando. Lo mismo ocurre con la sanidad pública. Uno puede debatir sobre cómo dotarla de más recursos, pero esto solo es posible si primero acepta que está infradotada. Y que esa infradotación es, evidentemente, una elección política.

El problema de tirar tantos balones fuera, y de forma constante, es que más de un balonazo ha terminado golpeando la conciencia y la movilización de la gente, hastiada de que se menosprecie su derecho más imprescindible. Y los golpes en la conciencia ciudadana no se pueden atender a través de precarias videollamadas en salas de urgencias.