Pocas feministas se habrán librado de escuchar esta frase de boca de otras mujeres cuando se habla de masculinidad, de violencia de género o de feminismo en general: “no sé con los hombres que habrás dado tú, pero los de mi entorno son maravillosos”, o esta otra “has debido tener muy mala suerte con los hombres para hablar así de ellos”. O directamente esta: “No soy feminista porque no odio a los hombres”.
Es parecido a lo que vimos en la alfombra roja de los Goya con Maribel Verdú, que al ser preguntada por el “Más Mujeres” en el cine, ella se apresuró a poner un pero: “hay miles y miles de hombres maravillosos, y más feministas incluso”.
Son situaciones que toda feminista ha vivido. Debatir, hablar, escribir, compartir en redes sociales contenidos feministas y ser interpeladas por otras mujeres al grito de “pues me suena a chino, mi experiencia no es para nada así con los hombres”, o bien por lo suave: “hay hombres que hacen daño, sí, pero es que hay que saber elegirlos”, “a mí eso no me ha pasado nunca”, “pues a mí jamás me ha acosado nadie”.
Recuerdo que yo misma he pecado de eso. Quizás no para atacar o negar a otras mujeres, pero sí para reñirme a mí misma. Por ejemplo, cuando tenía 20 años dejé a un novio que tenía. Llegué a pensar que iba a arrepentirme toda la vida, porque todo el mundo me decía que nadie me querría como él. Yo, sencillamente, no lo quería, y me parecía cruel una relación tan desigual. Años después, y precisamente gracias al feminismo, me di cuenta de que lo que le pasaba a él es que era un acosador que no me dejaba ni a sol ni a sombra, y que por supuesto no aceptó la ruptura: estuvo meses rondando los lugares que yo solía frecuentar.
Si me hubieran preguntado por aquel entonces, probablemente yo habría dicho que los hombres de mi entorno eran maravillosos. Incluido ese. Es más, cuando mis amigas me contaban malas experiencias con chicos, yo me quedaba callada pensando que en mi caso, debía de ser yo la mala: me querían, los pobres, y yo no me terminaba de enamorar de ninguno. “El karma se acabaría hartando de mí y me acabaría mandando a un cabrón de verdad”, pensaba yo. Si pudiera decirle una cosa a mi yo del pasado sería ésta: “ni tú eres una desagradecida ni tus amigas tienen mala suerte: el problema son ellos y su misoginia. ¡Infórmate sobre feminismo!”.
El mismo sistema que hace que nos sintamos mal si no correspondemos a un “buen chico” hace que nos culpemos cuando uno “malo” nos hace daño. Y sin feminismo lo hacemos incluso entre nosotras: por una parte “pues nadie te va a querer como ése” y por la otra “mira bien con quien andas, hay que elegir mejor”.
Yo también habría dicho entonces que nadie me había acosado, porque es con el aprendizaje de qué es realmente el acoso cuando puedes juzgar. Y sí, claro que me habían acosado. Me acosó un profesor de instituto, con proposiciones que decliné avergonzada (y no vergüenza ajena, no: propia. ¿Qué había hecho yo mal para que él entendiera que quizás querría acostarme con él?). También un vecino que me mandaba cartas y me llamaba con número oculto. Que qué bonito, me decían luego en la facultad. En casa nunca dije nada, no fuera a ser que mi madre me dijera lo que yo sospechaba: que de bonito no tenía nada. También dos ex novios me acosaron una vez se acabó la relación. Y el padre de una amiga me acorraló en los baños del banquete de la comunión de su hermano pequeño cuando yo tenía 21 años. Y sí, además de mi amiga también estaba su mujer, pero “no le hagas caso, es que cuando bebe...” Pero si me hubieran preguntado, efectivamente, hubiera dicho que a mí nadie me había acosado, a mí ningún hombre me había tratado mal, y todos eran maravillosos. Lo que me pasaba a mí debía ser que yo era tan crack, que se iban enamorando a mi paso. Lo cierto es que a mis amigas también les pasaban cosas así, pero es que, claro, mis amigas deberíais verlas, para mí eran las más bonitas del mundo. Normal que nos pasara todo eso. Debía ser cosa de nuestra pandilla, que molaba más que ninguna.
El problema del individualismo acaba siendo ése: la perspectiva que tienes es reducida, y crees que el mundo gira en torno a ti. Y si a ti no te ha pasado X, o mejor dicho, no has sabido identificar X, es que X no pasa. X no existe. X es un invento, una mala percepción de unas cuantas.
Pero ninguna mujer llega sola a la conclusión de que las experiencias que otras denuncian sobre acoso, agresiones, etc. son exageraciones o cosas puntuales. Las empujan a creerlo. Nos enseñan a llegar a esa conclusión. El “no puedo ser feminista porque no odio a los hombres” es una reacción normal en una sociedad donde a las mujeres se nos enseña que los hombres son nobles y nosotras muy arpías. Una sociedad que nos mete por los ojos desde niñas que “quien bien te quiere te hará llorar”, que la Bestia secuestra y maltrata a Bella porque la ama, que tenemos que tener paciencia incluso estando en la mierda, porque el universo conspirará para que encontremos a nuestro príncipe azul que nos saque de apuros. Y ya seas la Bella Durmiente o Pretty Woman, ya seas princesa, puta o arpía, tienes tu alma gemela a la vuelta de la esquina para llevarte en un corcel blanco. Sólo hay que esperar. Esperar a que uno de esos millones de hombres maravillosos se fije en ti y te pida salir, esperar a que quiera algo más, esperar a que “siente la cabeza”, esperar a que te pida matrimonio o esté preparado para irse a vivir contigo: esperar y esperar. Porque son buenos, pero van más lentos con lo de la madurez, como son hombres...
El hecho de que nosotras interpretemos el acoso, la insistencia para acostarse con nosotras que acaba en violaciones, el maltrato, etc. como cosas puntuales que no se pueden generalizar y que además es algo que nos hemos buscado por tontas/malas/poco previsoras, está íntimamente relacionado a que entre ellos se cubran y se animen cuando entonan el “todas putas” entre risotadas cuando una mujer deja/engaña a un hombre. O también el “es una loca” cuando no podemos más y terminamos gritándoles algo, o simplemente elevando el tono de voz. Es todo lo mismo: patriarcado, machismo, misoginia.
Como mujer, sólo puedo animar a todas esas mujeres que aún dicen que “no sé con qué hombres has dado, porque en mi entorno....” o “no puedo ser feminista porque no odio a los hombres” que lean, que escuchen a mujeres feministas. Que nosotras no somos el enemigo ni queremos tratar a los hombres como ellos nos han tratado siempre a nosotras. Que lo que queremos es que todas tomemos conciencia, que desaprendamos todos esos mensajes machistas que nos hacen culparnos de lo que nunca les hicimos, y excusarles a ellos por lo que sí nos han hecho. No se trata de odiar a los hombres, se trata de entender que tienen privilegios en nuestro detrimento.
Y que da igual si piensas que jamás te ha pasado nada relacionado con el machismo, porque el machismo es un problema social y jamás debe verse como algo individual. Y cuando se entiende eso, de repente, empiezan a reflotar recuerdos que te hacen darte cuenta de que no vives en una burbuja y que ese machismo, como a todas, te toca directamente. Seas quien seas.