Johnny Depp recibirá el premio Donostia en la próxima edición del Festival de San Sebastián. Se trata del galardón honorífico más importante del Festival, un reconocimiento a su trayectoria que han recibido en los últimos años estrellas de la talla de Viggo Mortensen o Penélope Cruz. Depp lo tendrá en sus manos el próximo 22 de septiembre de 2021. Un mes antes –en escasos días desde la publicación de este artículo, de hecho– el actor será homenajeado en el festival checo de Karlovy Vary. Son dos de los festivales de cine más importantes de Europa.
En abril de este mismo año, Depp se paseaba por Barcelona y atendía a la prensa por el estreno de su película El fotógrafo de Minamata. El año pasado ya había estado en el mismo festival donostiarra que ahora le premia, presentando entonces el documental Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan, del que era productor, y en septiembre de 2019 se daba un baño de multitudes en el Festival de Venecia, donde acudió para presentar Waiting for the Barbarians, que había rodado con Ciro Guerra.
Y eso que Johnny Depp estaba 'cancelado'.
Premiar con un galardón honorífico a un actor en horas bajas que, además, tiene causas legales abiertas por maltrato al otro lado del charco significa algo, quiera el festival o no quiera. Negar la lectura política del premio es de una ingenuidad pasmosa, de la misma forma que alabar la posición de su directiva equivale a situarse en determinada orilla del eterno debate sobre la separación entre obra y autor.
El director del Festival de Cine de San Sebastián, José Luis Rebordinos, ha afirmado que “la función de un festival de cine no es juzgar las conductas de los miembros de la industria cinematográfica”. Unas palabras inquietantes si se leen en voz alta apenas un año después de que el todopoderoso Harvey Weinstein fuese condenado a 23 años de cárcel por abuso sexual, violación y acoso, en el caso que encendió la chispa del #MeToo.
Un festival juzga las conductas de quien premia porque… en fin: se le está premiando.
Suena a boutade pero no está de más decirlo: otorgar un galardón es dar espacio, reconocimiento y visibilidad a alguien, y eso en una sociedad mediatizada –en guerra constante por la economía de la atención– es a todas luces político. De la misma forma que es político programar a mujeres cineastas en una sección oficial a competición. Del mismo modo que es político presentar un cartel conformado exclusivamente por hombres en un festival musical.
El Donostia Zinemaldia se hace un flaco favor con este premio, más tras anunciar la desaparición de las categorías diferenciadas por sexo en pos de la inclusividad, o firmar la Carta de Paridad con la que se comprometían a trabajar en pos de la igualdad. Y no creo estar solo en esto: “Lo consideramos un error desde el punto de vista ético y lo decimos como cineastas, como mujeres y como ciudadanas de un país al que el Festival de Cine de San Sebastián representa en numerosos foros internacionales”, afirmaba la Asociación de Mujeres Cineastas de los Medios Audiovisuales (CIMA) en un comunicado.
Ya no digo otorgar tribunas, pero conceder reconocimientos a determinadas voces cinematográficas es validarlas, aunque fuere a modo de disculpa. Es el equivalente cinéfilo a aplaudir a Plácido Domingo tras ser acusado de acoso por casi una veintena de mujeres. Pues pareciera que el festival de cine más importante de nuestro país estuviese diciendo: “Bueno, a ver, no sé si es un maltratador, pero desde luego es buen actor”. Y con eso zanjase un debate abierto –de implicaciones políticas de todo tipo–, con la empatía y la equidistancia natural de un habitante del Planeta Neutral de Futurama.
Pero, recordemos, ¿por qué estaba 'cancelado' Johnny Depp? El actor y la actriz Amber Heard se casaron en 2015 y un año después ella pidió una orden de alejamiento por maltrato físico, que retiró al llegar a un acuerdo de divorcio millonario.
Se separaron y Depp denunció al periódico británico The Sun por libelo: le habían llamado “maltratador” a seis columnas y eso había afectado profundamente a su carrera. El tabloide amarillista alegaba tener evidencias suficientes de la conducta violenta de Depp. Estrellas como Winona Ryder o Vanessa Paradis testificaron a favor de quien fuese Jack Sparrow, al tiempo que Heard llegó a detallar más de una decena de agresiones físicas, de las que el juez tuvo en cuenta un total de doce. En su momento ella llegó a decir, a sazón de la prensa en busca de carnaza, que Depp se convertía en un “monstruo” cuando bebía o consumía drogas.
En noviembre de 2020 Johnny Depp perdió el juicio por libelo contra The Sun. En su sentencia, el juez del Alto Tribunal de Justicia de Londres afirmaba, como recogía El País, haber “llegado a la conclusión de que la gran mayoría de los supuestos ataques del Sr. Depp contra la Sra. Heard han quedado demostrados, según los requisitos mínimos del procedimiento civil”. Depp recurrió la sentencia y en marzo de 2021 el Tribunal Británico de Apelaciones rechazó el recurso: la sentencia británica era firme.
Ahora mismo Depp tiene otra batalla judicial abierta en el Estado de Virginia. El actor denuncia a Amber Heard por describir determinados abusos y amenazas en un artículo publicado por The Washington Post, después de haber llegado a un acuerdo con su divorcio. La resolución de esta batalla legal aún no existe. La conversación sobre el caso, el machismo estructural de la industria cinematográfica y la sensibilidad post #MeToo, sí.
El escándalo tuvo repercusiones obvias en la carrera del actor: Warner forzó su salida de la saga de Animales Fantásticos —su papel de Grindelwald lo interpretará Mads Mikkelsen, así que ganamos todos— y parece poco probable que Disney cuente con él para una eventual secuela de Piratas del Caribe. De ahí que se hable de 'cultura de la cancelación'.
Mientras, el 57,3% de las mujeres mayores de 16 años que viven en España ha sufrido algún tipo de violencia machista en su vida. Hablamos de unos 11 millones de personas. En nuestro país. Muchas, de hecho, se han atrevido a contarlo por la relevancia de la ruptura histórica del silencio que significó el #MeToo, o movimientos análogos como el #Cuéntalo impulsado por la escritora Cristina Fallarás, o el #MeQueer por Rubén Serrano.
Mientras, también, el hostigamiento a feministas es cada vez mayor en la plaza pública que son las redes. Como prueba un botón: la periodista Beatriz Martínez Gómez lleva días recibiendo un acoso continuado en redes sociales, con bots y cuentas machistas incluídos, por decir simplemente “Johnny Depp de paseíllo por España mientras tiene causas pendientes por maltrato”. No hay nada falso ni difamatorio en dicha afirmación, pero el cuestionamiento continuo y el goteo machista en redes está ahí.