No vuelvas a casa por Navidad

18 de diciembre de 2020 23:05 h

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El rey emérito Juan Carlos I anunció a sus amistades su intención de volver a casa por Navidad, como volvía siempre el anuncio de El Almendro. Pero estamos ante dos desilusiones, ni va a volver el emérito, ni vamos a escuchar el clásico anuncio del turrón.

Los de Jijona han decidido que este año no pueden ir anunciando lo de 'vuelve a casa por Navidad', porque atentaría contra las normas de seguridad relativas a la COVID. “Vuelve, a casa vuelve, vuelve a tu hogar, que hoy es Nochebuena y mañana Dios dirá...”, decía la pegadiza melodía que este año no oiremos.

Y al que se empeñan en no dejarle volver, a pesar de su querencia, es al rey emérito. Juan Carlos I ha recordado, a quien ha querido escucharle, que hasta los Reyes Magos salieron de Oriente para visitar al Hijo de Dios. Y, pregunta: ¿Por qué no puedo salir yo de Oriente para visitar a mis hijos? 

Juan Carlos, junto con Melchor, Gaspar y Baltasar, allí en Oriente, escucha a diario la llamada de la oración y no una, sino cinco veces al día. Alahu Akbar, recita el muecín desde su minarete, y el rey emérito, condicionado por su cristianismo católico y su tradición judeocristiana, echa en falta el belén y el turrón de Jijona, con dudas de si lanzarse a por el duro o a por el blando. Tiene nostalgia de la zambomba y la pandereta navideñas y, sobre todo del Día de Reyes, cuando celebraba su cumpleaños (5 de enero) y la Pascua Militar (6 de enero) con todos los amigotes.

Los problemas suscitados a raíz de esa querencia del emérito por las propinas, y que tantos dolores de cabeza le provocan ahora a él y a los allegados políticos y dinásticos, siguen semana a semana generando una tensión que para sí quisieran muchas series de televisión, con irritación de muchos, pasmo de otros, y diatribas entre monárquicos y republicanos.

Pero la pandemia de la COVID es ahora la excusa perfecta. “He decidido no viajar en estas fechas navideñas por la triste situación de la pandemia en España y en el mundo, y por ser persona de alto riesgo”, nos dice desde el refugio que le ha proporcionado Jalifa bin Zayed bin Sultan Al Nahayan. En el caso del emérito, encaja a la perfección el dicho 'de aquellos polvos vienen estos lodos'.

El pasado mes de julio, el ex presidente socialista Felipe González, nos ilustró sobre el hecho de que Juan Carlos I “tuvo un comportamiento constitucional antes de que hubiera Constitución”. Son este tipo de frases que al oírlas se le queda a uno cara de bobo y le hace preguntarse “¿qué quiere decir el señor expresidente?” Hablaba, al parecer, del papel determinante jugado por Juan Carlos para pasar de la dictadura a la democracia mediante la conocida como Transición, aquellos años de gloria enfangados ahora con las malhadadas propinas.

Y sí, en eso parecen estar de acuerdo tanto los analistas políticos, como los historiadores. Aunque hay matices, los puñeteros matices. Es verdad que inició un camino que le traía desde la “legalidad” franquista a la legalidad democrática. En esa “legalidad” franquista, el entonces príncipe Juan Carlos fue proclamado sucesor del dictador Francisco Franco por decisión personal de este, y la consiguiente aprobación en las Cortes franquistas. Hay en la red un documento audiovisual impagable que merece la pena ver como lección de una historia no muy lejana, de unos días del mes de julio de 1969 en los que se concretó la Ley de Sucesión franquista, y en los que el príncipe Juan Carlos, juró las Leyes Fundamentales y los Principios del Movimiento Nacional.

Eran otros tiempos, pero no se puede olvidar que se trataba de los tiempos previos a la Transición, a la vuelta a la democracia, un larguísimo periodo dictatorial que se había iniciado el 18 de julio de 1936. Ese año de 1969, el mismo en el que Juan Carlos juró las siete Leyes Fundamentales del franquismo, los movimientos en el complicado entramado de la dictadura eran constantes. La incapacidad del nuevo gobierno “para frenar la ebullición de la sociedad española -dice el historiador Paul Preston - hizo que Franco y Carrero volvieran instintivamente a la mentalidad de asedio de los años cuarenta. A pesar de todo, en su mensaje de fin de año del 30 de diciembre de 1969, el Caudillo declaró con confianza -utilizando la que se convertiría en la frase clave de sus años crepusculares- que ”todo ha quedado atado, y bien atado“, fiel reflejo de su opinión de que Juan Carlos estaría obligado a mantener el régimen. En otras palabras, creía que era el príncipe quien había quedado bien atado”. 

Y así es, todo atado y bien atado. De tal forma que cuando murió Franco,  el 20 de noviembre de 1975, dos días después, el 22 de noviembre de ese año, Juan Carlos era proclamado sucesor del dictador como Rey de España. Otro momento histórico que conviene recordar con un reportaje de RTVE. Puso su mano sobre los Evangelios que sostenía el presidente de las Cortes, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, y proclamó: “Juro por Dios y sobre los Santos Evangelios, cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional”. “Si así lo hiciérais que Dios os lo premie, si no que os lo demande”, contestó Rodríguez de Valcárcel. Y aquí entra la duda de si Dios le premiará o le demandará. Habrá que preguntárselo a Felipe González, quien seguro tiene la respuesta.

En esa toma de posesión de Juan Carlos como rey, en el marco de un poder dictatorial y franquista, la presencia de líderes internacionales brillaba por su ausencia, con una destacada excepción: Augusto Pinochet, dictador de la República de Chile, responsable del asesinato o desaparición de más de 3.000 personas y de 40.000 víctimas con su dictadura militar.

A un lado del nuevo rey aparecía el rostro impenetrable del general Alfonso Armada, jefe de su secretaría y ayudante personal, que asistía impávido al acto de juramento. Armada tuvo su momento de gloria con motivo del golpe militar del 23F de 1981. Todos le esperaban, pero él no aparecía. Cuando lo hizo, a las doce y media de la madrugada, propuso al teniente coronel golpista Antonio Tejero, forzar a las Cortes, ahora democráticas, a aprobar un gobierno provisional con él como presidente y políticos de derecha e izquierda como ministros. Pero Tejero, como el capitán general de Valencia, Jaime Milans del Bosch, era partidario de un régimen como el de Pinochet, que aplastara a la izquierda y eliminara las autonomías, así que le mandó a la mierda.

En aquella dinámica de golpe de Estado duro y golpe de Estado blando, la intención unánime era echar del gobierno al presidente Adolfo Suárez, quien en las elecciones había obtenido el 47% de los escaños parlamentarios. La historia que contó la periodista Pilar Urbano emula la del recientemente fallecido novelista John Le Carré. Un mes antes del golpe del 23F, el 23 de enero de 1981, están en la Zarzuela con el Rey los tenientes generales Elícegui, Merry Gordon, Milans del Bosch y Campano, jefes de las regiones militares de Zaragoza, Sevilla, Valencia y Valladolid. “El Rey reina, pero no gobierna. Decídselo al jefe de Gobierno”, les dice Juan Carlos. Llama a Suárez. En un rato está en Zarzuela. “Realmente estos que hay dentro quieren verte a ti”. Y don Juan Carlos se ausenta. Nadie se sienta y Suárez advierte a los entorchados que Zarzuela no es el sitio para hablar; que si quieren, él los recibe en Moncloa, que es la sede del presidente del Gobierno. Milans dice a Suárez que por el bien de España debe dimitir ya, cuanto antes. Y es cuando Suárez pide al luego golpista que le dé una razón para ello. En ese momento, Pedro Merry Gordon saca del bolsillo de su guerrera una pistola Star 9mm, se la pone en la palma de la mano izquierda y mostrándola dice al presidente: “¿Le parece bien a usted esta razón? ”. El Rey, en la escalera, le advierte: “¿Te das cuenta de hasta dónde me estás haciendo llegar?”. Y le reitera que la solución para evitar el golpe militar pasa por un cambio de Gobierno.“

Recuerda José Bono en su libro Se levanta la sesión, que Sabino Fernández Campos, quien fuera jefe de la Casa del Rey, le dijo: “El rey lloró el 23F cuando escuchó el tiroteo en el Congreso, y me dijo que no esperaba tiros. No esperaba disparos, pero ¿esperaba algo?”. 

Cuatro años después España firmó el Tratado de Adhesión a la Unión Europea, y un año más tarde entró en la OTAN. Se acabaron las opciones para los tejeros, milans y armadas. A partir de ahí Juan Carlos vivió más tranquilo, y quizá eso fue su perdición. Relajación, malas compañías y muchas propinas.