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En nombre de la izquierda

Hubo un momento anecdótico aunque muy simbólico durante la intervención de Pedro Sánchez. Ocurrió cuando los diputados de Podemos y del Partido Popular aplaudieron con irónico entusiasmo los agradecimientos a Ciudadanos por parte del candidato socialista. Parece que no les importa poner tan fácil visualizar la teoría de la pinza. Lejos quedan ya definitivamente aquellos bonitos días de luna de miel en la televisión justo antes de las elecciones, cuando nadie nos advirtió sobre tanta incompatibilidad.

El demasiado largo discurso de Sánchez tuvo el detalle de comenzar desarrollando una imprescindible reivindicación de la política del diálogo y el acuerdo desde la diferencia ideológica en un país donde negociar siempre se presenta como sinónimo de ceder, chalanear, trampear o perder.

Su lectura del nuevo tiempo político resulta irrefutable: nadie suma los votos necesarios para imponer su programa. Negociar no puede ser el problema. Su insistencia en recordar que ni la derecha ni la izquierda pueden solas parecía obligada ante la obstinación de muchos a hacer como si pudieran.

El candidato hilvanó un discurso efectivo, armado sobre el sencillo recurso de percutir sistemáticamente sobre dos líneas argumentales orientadas a conseguir un objetivo principal: ponerle más difícil su No a Podemos. El recurso a la muletilla de “la próxima semana” cumplió su función de palanca para una intervención que fue ganando tono conforme el aspirante se sacudía el miedo escénico. Sólo le faltó dar algún paso más en su propuesta de pacto sin esperar a las réplicas.

La primera línea argumental del aspirante buscó situar sistemáticamente como único adversario nítido al Partido Popular y advertir sobre el riesgo de equivocarse de rival. Pedro Sánchez se empleó a fondo en desgranar un diagnóstico demoledor de la gestión de Mariano Rajoy y marcar aquellas propuestas que suponen claras reversiones de sus políticas.

El segundo eje argumental intentó aumentar la presión sobre Podemos y las demás fuerzas de la izquierda agudizando sus contradicciones y poniéndoles más difícil argumentar su voto contrario invocando el carácter derechista o liberal de las propuestas del aspirante. Para ello desgranó con habilidad las medidas y políticas que entroncan su propuesta con los valores propios de la socialdemocracia europea, tanto en materia económica como en materia de derechos y libertades.

El compromiso de acabar con los recortes y políticas como el Ingreso Mínimo Vital, el plan de emergencia social o la revisión de los impuestos que gravan las rentas frente al trabajo, desde Sociedades a Sucesiones pasando por las grandes fortunas, hacen que el programa presentado ayer por Pedro Sánchez se sitúe a la izquierda de cuanto a día de hoy hacen desde sus gobiernos los socialistas franceses, los progresistas italianos o la propia Syriza en Grecia. Quienes sostienen que se trata de las políticas del PP y denuncian el marco liberal de su política económica deberían pensar a qué conclusiones podría llevarles esa lógica respecto a sus socios europeos.

Es legitimo votar No a la propuesta de Pedro Sánchez porque su acuerdo con Ciudadanos puede y debe mejorarse para integrar políticas que amplíen y sustancien mejor su compromiso con la regeneración democrática, el Estado del Bienestar, las políticas de crecimiento y una política fiscal más redistributiva. Es razonable que se exija entrar en el gobierno a cambio de voto afirmativo. Es comprensible negarse a pactar con otra fuerza por motivos electorales. Hacerlo en nombre de la izquierda porque su propuesta es de derechas y está al servicio del IBEX35 no parece ni siquiera una media verdad.

De momento el reloj ya ha empezado a correr y eso ya supone un avance. Quedan dos meses para escoger entre transversalidad o elecciones.