-¿Compañeros? Hola, soy Maruja.
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-Creo que hoy no voy a poder mandarla. Vamos, es que no podré ni escribirla. No es que me pase algo, o que no me pase nada, o que no sienta algo, o que no sienta nada. Es que hoy no querría añadir más palabras al aluvión de letras, sílabas, diptongos, participios, partículas, verbos, sujetos, predicados y demás charanga. Sujetados y predicadores. Tantos signos de admiración, tan pocos de interrogación profunda… Cuando la palabra es ruido, quizá el silencio sea la mejor elección.
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-Sí, ya sé que puedo escribir sobre lo que quiera, pero eso no me soluciona gran cosa. Salvo que en vez de un diario digital fuéramos… No sé. Una sinfónica. Y yo, un instrumento en una sinfónica que interpretara, viviera, creara, entregara a los demás una sinfonía. Algo bucólico, pastoral, pero no cursi. Como el correr de un transparente, vigoroso arroyo. Y que me dejarais tocar el clarinete, siempre he querido tener oído y tocar algo, un clarinete: notas aladas elevándose por encima del humo y del griterío, de los himnos que empiezan a sonar por compasión pero llevan incorporados tambores de guerra, de las lágrimas de pena que son astutamente secundadas por lágrimas de cocodrilo en forma de bolsos y zapatos y carteras ejecutivas.
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-Comprendo que pido una imposible, trabajamos con lo que podemos. Los hechos, el análisis, la palabra. Pero no soy lo bastante inteligente ni estoy preparada para dar con las palabras que podrían servirnos de consuelo, de aclaración y de escudo. Me nutro, a mi vez, de las reflexiones que llegan, flotando con nitidez sobre los detritus de tanto mente impropia. Trato de rescatar las piezas de reflexión que me ayudan a ampliar mis conocimientos y a no perder la calma. Necesito, como muchos de nosotros, conocer todos los rincones en donde anida la verdad.
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-Y me hiere que no reconsideremos con suficiente vigor el escenario completo. Buenas personas de aquí y de allí, y malas personas en todas partes. Eso es lo que hay. La fuerza bruta, la maldad, el caos maligno, sólo pueden prender en territorios de antemano fértiles, los interesados mercaderes de la muerte, los especuladores de la geografía y de la vida. No debemos permitir que su estruendo propagandístico cale en las buenas personas. Sí, estamos rodeados de patriotas, eso también es una desgracia. De fútiles y ambiciosos patriotas, quiero decir. El dolor por París no tiene que ver con las patrias ni con la civilización occidental, al menos en mi caso, sino con las vidas truncadas y el horror de su muerte. Eso no se apacigua con venganzas machotas y tan equivocadas como las anteriores.
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-Un clarinete alto y limpio, barriendo las impurezas que socavan la racionalidad al amparo del dolor provocado por los asesinos. Más allá del dolor, pero fiel al dolor, una música como un arco iris abriendo el horizonte del pensamiento múltiple, una esperanza en la posible clarividencia -que incluya también la destrucción del enemigo que creció a nuestros pechos: pero por los medios acertados: financiación, hipocresía, venta de armas, redes sociales-, yendo de sien a sien, con todos los colores, un arco iris como una nota limpia de clarinete.
…
-Vale. Os lo agradezco mucho. Quedamos en que esta semana no os mando artículo. Ojalá hubiera podido enviar una luz. Una luz que entra, primero fina, y que luego se expande, cubriéndolo todo. Iluminando, explicando, esperanzando. Enfriando las vanas histerias. Una luz como una nota de clarinete, como un vigoroso y transparente arroyo. Como un pensamiento libre.