- Introducción de Javier Gallego del programa de radio Carne Cruda de este miércoles, que se puede oír en directo y en podcast en carnecruda.es
Ha llegado el momento de la nueva política. Parece imparable. La Asamblea Constituyente de Podemos este fin de semana tuvo ese aire inequívoco de momento fundacional. De fecha histórica que recogerán los manuales escolares de las próximas décadas. Ahí empezó lo que sea que sustituirá a la Transición. Por primera vez las generaciones nacidas después de Franco son protagonistas políticos de su tiempo en primera y no solo en segunda persona.
Si el PSOE tuvo su Suresnes, la formación de Pablo Iglesias ha tenido su Vistalegre. Es muy simbólico que Podemos ocupase la plaza donde los socialistas tuvieron su último baño de masas con Zapatero. Es inevitable pensar que Podemos es el nuevo PSOE. Es inevitable, entonces, ponerse en guardia para intentar evitar que nos decepcionen como hicieron los ex socialistas. La responsabilidad es inmensa porque la oportunidad de cambiar las cosas es inédita.
Y el caso es que este primer congreso de Podemos que venía a fundar el futuro, tuvo algunos aromas inquietantes de pasado. No es fácil romper con las inercias aprendidas una y mil veces como esa disposición del espacio tan mitinera con los líderes siempre en primera fila siendo el centro de atención.
Es verdad que en ningún otro congreso tantos militantes tienen la oportunidad de subir al estrado a defender sus propuestas. Es verdad que los asistentes pudieron hacer sus preguntas a los distintos grupos gracias a modernas herramientas telemáticas, que sus dudas fueron contestadas y escucharon activa y críticamente las respuestas. Pero también es cierto que había una excesiva inclinación ante el líder y que el líder se dejó llevar por ella.
Los gestos son importantes. Nos delatan más que las palabras. Y algunos gestos acabaron traicionando a Pablo Iglesias. Otro modelo organizativo más horizontal y asambleario le disputaba la plaza. Un compañero en el estrado comentó que no necesitan un macho alfa que les guíe sino pensamiento colectivo. Pablo se sintió aludido y contestó que él no lo era pero lo hizo con autoridad de macho alfa. Obligó al auditorio a no aplaudirle para demostrarle a la casta que saben decir no. Nada más contradictorio: pedir rebeldía al auditorio al mismo tiempo que lo sometes a tus órdenes. También dijo que era un militante al servicio de Podemos pero que se quitaría de en medio si su modelo de partido no sale elegido.
No puedes ponerte a las órdenes y desobedecer a los militantes que te piden que seas su cabeza. Esas artimañas son propias de la casta que hay que eliminar.
Me decía Santiago Alba que el grupo promotor está en un túnel, sometido a demasiada presión, y que hay que abrir las ventanas para que les entre aire. Muchos queremos que entre aire fresco en esta covacha y precisamente por eso nos alarma cualquier olor a polilla. Por eso estas palabras no son un portazo sino una ventana abierta para que corra el viento. Las generaciones más jóvenes han dado el paso al frente para desplazar a las viejas, para sustituirlas, pero espero que no para suplantarlas. No para repetir ni su ademanes, ni sus modales, ni mucho menos sus conductas. No queremos un pequeño Nicolás, un impostor de 20 años que quiera parecerse tanto a sus mayores que se comporta como ellos. No queremos impostores ni imposturas.
Por eso es importante vigilar a los que vienen. Para que no nos la den como nos la pegaron los que están. Espero que no estemos luchando para quitar a la casta y poner otra en su lugar.