Odiar el odio
El niño me preguntó si yo odio a Vox. Un niño tan pequeño que tuve que pensar con rapidez antes de responderle. Cómo explicar que odias el odio. Dije que sí. Y que le iba a dar muchas razones. Le di aquellas que un niño pudiera entender. Le dije que la gente de Vox defiende a los cazadores, que matan a los animales y siembran así el odio en la naturaleza. Que la gente de Vox defiende a los toreros, que torturan a los animales, aunque sean vaquillas tan pequeñas como un niño, y siembran así el odio en las plazas de toros y las calles de los pueblos. Que la gente de Vox es xenófoba, que significa que siembra el odio contra niñas y niños tan pequeños como él que están separados de sus padres y madres y no tienen a nadie que les cuide, y les acusan de cosas muy malas solo porque son extranjeros. Que la gente de Vox es xenófoba, ya sabes qué significa, y siembra el odio hacia personas que son de otros países y han huido de la guerra o de la violencia o de la pobreza. Que la gente de Vox es homófoba y tránsfoba, que significa que siembra el odio contra las personas solo porque quieren a otras personas semejantes o porque son quienes son, pues todas somos diferentes pero tenemos los mismos derechos. Que la gente de Vox es sexista y machista y así siembra el odio contra las mujeres creando desigualdad pero negando que la sufran y que haya violencia contra ellas. Que la gente de Vox defiende las ventajas de las personas ricas y siembra así el odio hacia las personas que son pobres porque la riqueza está injustamente repartida. Que la gente de Vox no quiere que se hable en los colegios de estas cosas, que son derechos humanos y no humanos, y siembra así el odio en la educación. Que la gente de Vox es franquista, que significa que defiende o disculpa a un militar que se llamaba Franco y sembró el odio en España durante muchos años.
Le dije que la gente de Vox no es demócrata porque odia a las personas que defienden a los animales, y odia a las personas que defienden a las niñas y niños extranjeros que están solos, y odia a las personas que defienden a las chicas que aman a las chicas y a los chicos que aman a los chicos, y odia a las personas que defienden a las niñas con pene y a los niños con vulva, y odia a las personas feministas que defienden a las mujeres, y odia a las personas que defienden a otras cuando las echan a la fuerza de sus casas y las dejan con su familia y todas sus cosas en la calle, y odia a las personas que defienden a las que han tenido que venir a trabajar dejando muy lejos a sus hermanas y a sus amigos y hasta a sus hijas e hijos pequeños como él, y odia a las personas que defienden que las escuelas son lugares donde hay que enseñar a no odiar. Cómo explicar a un niño muy pequeño que lo que odias es el odio. Lo entendió.
¿Por qué si un niño tan pequeño entendió que es odioso el odio, que hay que combatirlo y no dejarlo entrar, le hemos dado cabida en nuestra sociedad a través de una formación política que lo promueve, lo difunde, lo utiliza, lo escupe? Somos muchas las que alertamos sobre ello desde hace mucho tiempo: son fascistas y les estamos dejando entrar. Ahora ya es tarde, ahora ya están aquí. Alzados sobre los escaños de una democracia que solo quieren como táctica militar: para tomar posiciones. A golpe de soflamas que convencen por su simplicidad: que se corte el gasto en políticos y consejeros de un dinero que necesita el pueblo, que se levante el toque de queda, que se expulse a los migrantes porque nos roban y nos violan… Disparando mentiras que se abonan con la ignorancia y la desafección políticas. Era tan burdo, tan chusquero, tan zafio su discurso que se restó importancia a su capacidad de calar. Tan fascista, que se creyó que nuestro tiempo sería inmune a su anacronismo. No importó que entre sus filas hubiera nazis, que sus estrategias lo sean. Ni más ni menos. Y ahora tenemos un problema: con la legitimidad de sus votos, ahora se sientan en un debate electoral como si no fueran el fascismo que son y acusan de inventarse la bala al candidato que la recibió en un sobre y acusan de activista a la periodista que tratar de moderar y ofenden e insultan y agreden y vuelven a mentir. ¿Y ahora qué?
Cuando ya tomó posiciones en el escaño, en la televisión, en la emisora, parece muy difícil actuar ante el fascismo. Tan difícil como explicar que odias el odio a un niño muy pequeño. Si aceptas que el odio esté en el tablero de juego, lo blanqueas y normalizas. Si no lo aceptas, si lo expulsas, refuerzas el victimismo del que se nutre. Por esa dificultad en saber actuar ante el fascismo, tardaron Mónica García y Ángel Gabilondo en no seguir sentados junto a Rocío Monasterio en el estudio de la cadena Ser. Por esa dificultad en saber actuar ante el fascismo, no la expulsó del estudio Àngels Barceló. Por esa dificultad, Edmundo Bal rogaba, con falaz equidistancia, que todos se quedaran sentados junto al fascismo. El que se fue, Pablo Iglesias, era el que ha recibido una bala en un sobre. Se fue el amenazado de muerte y se quedó el veneno del fascismo. Ahora ya tenemos el problema. Por no haber querido entender que al fascismo, ni agua. Como ha entendido un niño por qué hay que odiar el odio.
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