Ojos en los ojos

14 de septiembre de 2022 22:27 h

0

Estoy comiendo bien, te lo prometo. Y he hecho eso de contar hasta cinco para no reaccionar con nada desagradable. Amigas mías, no haré ningún cóctel extraño. Me he hecho una sopa de huesos y soledades. Estaba riquísima. Me di un baño de espuma porque desde la tina se ve la Almudena por la ventana, o sea que la virgen se te dibuja en la frente de champú. Y ese es el milagro. 

Dicen que el dolor es un gran maestro. De esos severos, de los que usan la disciplina correctivamente, admirables en la manera de sacudir nuestros errores e ignorancia hasta hacer caer un piñón de esfuerzo. Vaya fruto el de los primeros pasos torpes. Como si se pariera. Algo que cae y pateas por el camino. Que te acompaña idiotamente. Tu nueva mascota, tu nuevo juguete, tu nuevo amor. 

Intenté alguna alegría esta tarde, hermana. Internarme en el parque, dejar que las moscas me coronen como su reina. La reina de la aceptación. Las moscas besándome como besan nuestra mierda o una fresa abandonada. Dulce, pasiva, mosqueda. Un buen estado del alma. Inofensivo, seguro. Me haré amiga de la reina de los balones fuera. Los reinados de los parques. Esos sí deberían ser perpetuos. He recogido a alguien de la calle, lo alimento y le doy refugio. A veces pienso que no es un extraño, que soy yo. 

Estoy durmiendo bien, mamá, por fin, con ayudita, pero duermo, parece que no hay nada más importante en el mundo que dormir. Y nadie duerme. Hay que dormir a toda costa. Haciendo lo que haga falta para cansarse. Llorar, correr, fugar, odiar, obedecer. 

Estoy viendo gente, tía, no estoy sola, no te preocupes, igual me hace bien que te preocupes por mí. Vienen, se van, algunos se quedan. Voy despacio. No he meditado aún con las monjas dharmadatta. Dame un chance. No me senté en flor de loto con mi látigo y tu lista de reproducción para soltar, pero no bebo, te parecerá poco, a mí no. Tampoco ya leo los horóscopos, dicen demasiadas veces la verdad. Quiero que sea sorpresa.

Me centro en mí, compañero, como me lo pides todos los días, pero también me descentro para no perderme. Llevo años amasando placer y diversión para el cuerpo y los corazones. Lo sabes. Solo volveré a hacer mi trabajo. Cada día, cada hora. Como un animal insignificante. 

Estoy caminando, pana, como me aconsejaste, sin rumbo. No me he quedado en silencio, pero a veces me quedaré en silencio. Y en esos momento en mi cabeza estaré escuchando la letra de “Ojos en los ojos” de Chico Buarque, cuando canta como mujer, y sentiré que la escribí yo para el futuro y que un día sonará a todo volumen en la casa de nuestros sueños que tiene las puertas abiertas de par en par.