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La oreja de Trump

Donald J. Trump en la convención del Partido Republicano en Milwaukee   EFE/ALLISON DINNER

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El ejército de Israel mató el sábado, 13 de julio, a 90 personas e hirió a casi 300 al bombardear una escuela y la zona de emergencia de Al Mawasi en el sur de Gaza. Asesinó a continuación a todos los sanitarios que iban a auxiliar a las víctimas. Y el mundo siguió girando.

El mundo se detuvo esa misma noche cuando Donald Trump, el ex presidente y candidato a la presidencia de EEUU, recibió un tiro que le afectó la parte superior de la oreja derecha durante un mitin en Pensilvania. Quienes se juegan la vida a diario en Palestina, los periodistas habituales, toda persona con humanidad, se hacían cruces de la brutal diferencia de trato. Un rasguño en una oreja frente a una nueva tanda de la masacre genocida israelí sobre inocentes.

Y es así. 90 muertos más no mueven reacción alguna en las instancias que podrían parar el exterminio palestino desatado por Netanyahu. Ni siquiera la actualización del número de víctimas que, según publicaba The Lancet, alcanza una cifra muy superior a la barajada hasta ahora: 186.000 muertos, el 8% de la población.

Un atentado contra Donald Trump, en cambio, puede cambiar la historia del mundo. Por tanto, sí que hay que informar de ello en todas sus circunstancias. Lo anecdótico puede sobrar, pero hechos, origen y consecuencias son vitales para prepararse ante un eventual cambio de escenario.

De nuevo un lobo solitario demasiado perfecto como tal –aquí hay un buen perfil de él– para ser creíble su trabajo aislado se lía a tiros en el país de las armas. Registrado para el voto en el Partido de Trump, sus padres en el Demócrata. Parece claro que Thomas Matthew Crooks iba a matar y que falló en su objetivo con Trump, aunque asesinó a un bombero que se encontraba entre el público e hirió gravemente a otras dos personas. Hubo notables fallos de seguridad, sobre todo en el tercer cinturón –que normalmente cubre personal local sin entrenamiento específico– y una reacción tardía del francotirador de protección a Trump situado sobre el escenario. Fallos casuales o no.De haber alguien detrás, la clave sería conocer de qué signo. Algo que tarda años en saberse públicamente según la experiencia estadounidense. Lo intuiríamos por los resultados. Biden ahora sí que no tiene nada que hacer frente a Trump y su puño en alto. ¿Forzará lo ocurrido el cambio a otro candidato demócrata por fin?  

¿Cuántas variables han de coincidir para que un perfil como el de Trump vuelva a la Casa Blanca? ¿Qué valor añade el tiro? ¿El de Crooks? Porque lo verdaderamente esencial ahora son los movimientos globales tendentes a afianzar a la extrema derecha en grandes cuotas de poder y los cambios del tablero. Siempre lo fundamental es atender a cómo y dónde se originan los vientos que traen vendavales de muerte. ¿Estamos ante uno de ellos?

Lo que sí sabemos es que el atentado ha enfervorecido a sus partidarios. Este lunes fue recibido en la Convención republicana que se celebra en Milwaukee como un héroe y su prevista nominación a la presidencia se le concedió sin un solo voto en contra. Incluidas sus terminales mediáticas que llegan a la impudicia en la exaltación del mito. Paz, unidad y amor, asociados a Trump en su cadena amiga: Fox.

Probablemente la herida en su oreja va darle la presidencia del país, a pesar de ser el mismo Trump de siempre: el impulsor del asalto al Capitolio –convicto o no, es lo que vimos se perpetraba ante los ojos del mundo–, nada estricto con la legalidad, en sus negocios o en su trato con las mujeres, adicto a las fake news, racista, machista, Sus planes para la nueva presidencia desdibujan la democracia a niveles preocupantes, es ultraderecha: ultraderecha tramposa al límite.

Lo corrobora además la elección de su vicepresidente: J.D. Vance, 39 años, senador por Ohio, que ha pasado de llamar a Trump “el Hitler de EEUU” a ser su más fiel servidor. Tan dúctil como para secundar cualquier reforma autoritaria de la democracia como la que anunció al comienzo de campaña: iba a aumentar los poderes de la presidencia, limitando el resto. En la ecuación entra también el multimillonario Elon Musk, que ha ratificado su apoyo a Trump y la aportación de 45 millones de dólares al mes a la campaña. Y la propia red X que posee como difusora mundial de lo que convenga.  Por si faltara poco, Mark Zuckerberg dueño de Meta, fundada como Facebook, ha levantado todas las restricciones a las cuentas de Trump en su emporio mediático.

Todo confluye. Porque, entretanto, se estrena nueva legislatura en la Unión Europea. Con la derecha tradicional y los socialdemócratas atemorizados por el ascenso de la ultraderecha, ofreciendo su cara más conservadora. Con alguna excepción de izquierda precisamente española. Y es que la ultraderecha se ha organizado en el Parlamento europeo con un grupo poderoso convertido en la tercera fuerza de la cámara. Lo lidera el húngaro Orban, con Le Pen, y se ha adscrito –abandonando a Meloni– Vox. Será algo así como el Partido de Putin en la UE y a la vez el de Trump, dado cómo colaboran ambos en sus planes. ¿Qué me dicen ustedes de este titular de portada de El Mundo en el que Vox intenta explicar la repentina ruptura de pactos con el PP ?

Como invitado al banquete que organizan las ultraderechas de ambos lados del Atlántico, Abascal. El dirigente español ha mostrado su apoyo a Trump echando culpas a “la izquierda globalista del intento de atentado”, sobre todo a la peor de todas que no hace falta decir quién cree él que es. Son, dice, los que siembran “el odio, la ruina y la guerra”.

Pero hay reacciones iniciales en la Eurocámara, de momento entre grupos de poder.

Esta ultraderecha de altos vuelos se comporta cada vez más como una organización con técnicas empresariales. El negocio es la prioridad de siempre pero se han hecho con más armas para lograrlo. Cuentan con un universo de millones de incautos, con nula ética eso sí, dispuestos a perder servicios y derechos esenciales por una entelequia que les han vendido con un envoltorio que les gusta.

De paso, asientan su machismo, su egoísmo y su suprema estupidez. En este mismo fin de semana otras cinco mujeres han sido asesinadas presuntamente –hay que decirlo así– por sus parejas o exparejas. Van 11 en la primera quincena de julio. Es el mundo que alienta la ultraderecha. ¿Cuántas cosas más caerán si el proyecto global se impone?

El ultra argentino Milei acaba de cargarse, en su sistemática poda, el Ministerio de la Mujer. Milei ha ordenado también la disolución de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). La va a sustituir por organismos dependientes de él mismo. Y ha anunciado la creación de “una sala de prensa de élite” limitada a reporteros “de fuste, con experiencia y de medios altamente reconocidos”, de forma que solo permitirá el acceso a la Casa Rosada a periodistas que “merecen estar cerca del presidente”, ha anunciado el portavoz gubernamental.

Puede que lo que más asuste en las realidades paralelas en que conviven sea la ignorancia. En el seísmo organizado que se prepara, los ucranianos tendrían alguna perspectiva mejor que los palestinos en el reparto de objetivos y dividendos de la cúpula. El hombre de pecho hinchado o de camisas dos tallas menores de la suya, ¿sabe lo que está haciendo? ¿Y sus votantes? ¿Y todos los demás?

Y lo de Trump pues una herida en una oreja que puede dar el último empujón para cambiar la historia y no precisamente para bien.

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