“Lo único capaz de compensar a un hombre por las estupideces que hace es el orgullo que le produce hacerlas”
Oscar Wilde
Coincidiendo con la fiesta reivindicativa y gozosa de la libertad que es el Orgullo Gay aparece en el horizonte la anti fiesta del orgullo herido, de la exhibición supremacista, de la mentira como forma de vida. No alcanzo a saber cómo se ha de ser para que el éxito de la pelea por la libertad y la igualdad y la tolerancia y el respeto de otros se te atragante. La naturalidad con la que la sociedad española vive ya las diversas expresiones sexuales de sus miembros colisiona de forma frontal con el agravio comparativo que quieren sembrar los de siempre: los del pecado, los de la represión, los de la rígida norma.
No es nada nuevo. Es lo de siempre. La imposición y la represión. Ahora no les buscan como vagos o maleantes, o siquiera como pecadores nefandos, ahora el marketing de la neoinquisición utiliza las más adveradas armas de manipulación para revestir sus fobias de siempre. Primero niegan tener algún problema respecto a los diferentes. No, no es eso lo que les molesta. Ellos son tolerantes y modernos. El problema es que son un lobby -el mal en forma de mercadotécnica- un lobby, un grupo de presión, una asociación para el mal que no defiende la libertad individual de vivir y amar como cada uno desee sino que quiere imponer su visión del mundo convirtiéndonos a todos en homosexuales de las formas más torticeras imaginables. Un peligro para la especie y para la libertad. La infame ideología gay pretende mediante la abducción mental, alterar las naturales inclinaciones de nuestros niños y niñas para convertirlos en homosexuales que no procreen y que alteren así el natural orden de las cosas hasta acabar con la raza tal y como dios, la patria y la naturaleza la desean. Y dando por punto de partida semejante sarta de estupideces, ya tienes servida la necesidad de luchar contra un movimiento de lucha por la igualdad de una minoría que ha sido insultada, execrada, encarcelada, condenada, torturada y hasta ejecutada por el simple hecho de amar.
Otra de las distorsiones que practican es la de obviar la existencia de tal represión infame y cruenta y la de la existencia de una movimiento de lucha pacífica por los derechos civiles de esta minoría. Una vez olvidado eso, ya se puede censurar sin más motivo que el revanchismo y la ceguera, las banderolas encargadas por el anterior consistorio de Madrid. Es peligroso reconocer que el Pride encarna la alegría y el jolgorio por la consecución, a base de lucha y de reivindicación, de la aceptación social de la minoría gay por la mayoría heterosexual. Si se reconoce eso, a lo mejor se abre la puerta a que otras minorías o mayorías discriminadas, perseveren en su trabajo y en su pelea por sus libertades y por la igualdad. Quizá se les represente el fantasma de un futuro Orgullo Femenino, en el que las mujeres desbordemos las calles no pidiendo o exigiendo la igualdad sino en una orgía de alegría por haberla logrado al fin.
El Orgullo Hetero y el Orgullo Blanco -que se llama nazismo o KKK- y el Orgullo Macho como si su supremacía estuviera en cuestión, como si las minorías hubieran logrado algo más que ganar el derecho a su parcela de libertad y a la tolerancia y el respeto de todos los que no son como ellos. El Orgullo de Mierda de querer pisotear todo lo que no te gusta, lo que aborreces porque temes, lo que no comprendes, lo que te supera en libertad y en tolerancia y en ganas de vivir una vida sin ataduras y sin complejos. Todo ello sin ningún miedo a hacer el más absoluto de los ridículos. Así, vigente una norma de banderas, que marca en qué lugar del Ayuntamiento deben ondear las enseñas oficiales -y esto ya nos costó otra guerra en su día- los revolucionarios del patrioterismo pretenden que el lugar de la española no es su mástil sino lucir colgada como pabellón de cortesía, que ese era el papel que tenía la arco iris en la Plaza de Cibeles. Ya saben que los barcos llevan en popa su bandera e izan en los obenques las banderas de los lugares por los que pasan. Así los balcones de los edificios públicos sirven para dar la bienvenida a aquellos a los que se abren los brazos: ya sean los gays, los refugiados o los presos preventivos. ¿Qué temen estos personajes? ¿Que alejan de ellos lo que no quieren ver o lo que no les gustaría ser? Somos humanos. Todos. Iguales en dignidad. ¿Es eso lo que no entienden, lo que temen, lo que inconscientemente les abruma?
Las mujeres también. Las mujeres que reivindican, las mujeres que exigen su espacio, las mujeres que pelean y no aceptan ni el lugar, ni el espacio, ni el volumen ni el tempo que quieren adjudicarles. Esas mujeres también son un lobby del demonio y, tal y como los gays no son verdaderos hombres, nosotras no somos verdaderas mujeres. De las lesbianas ya ni hablamos. No existen. Ni las mujeres y los hombres trans. Quita, quita, que no nos caben más aberraciones en esa sopa de letras infame con la que quieren pervertir a nuestros pobres niños. Que no vean nada, que no sepan nada que no queramos que sepan, que crezcan entre nuestras ideas rígidas e inamovibles y los consejos y dirección de esos benditos sacerdotes que sí piensan como nosotros. Pero si los sacerdotes...¡calla, calla, no seas lobby, no seas chusma, no seas!
Ahí los tienes. Están orgullosos. Orgullosos de vivir de espaldas a la sociedad a la que pretenden defender y representar. Orgullosos de mantener la herencia de las peores represiones que se han practicado contra ciudadanos indefensos y pacíficos. Orgullosos de no tolerar al diferente. Orgullosos de ser los que han estado en el machito siempre y orgullosos de defender que nadie se lo arrebate.
Es un orgullo de mierda.