Ostentación de la falsa pobreza

17 de marzo de 2024 22:20 h

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Isabel Díaz Ayuso solo tiene “un coche del año 2008 de segunda mano, un pequeño golfito que me viene muy bien”. Lo dijo la pasada semana en la Asamblea de Madrid y añadió, con el orgullo del proletariado, que “mi casa no me la paga nadie, porque yo no tengo casa; vivo en alquiler”. En 2022, en pleno revuelo por el caso de su hermano y la salida de Pablo Casado del partido, concedió una entrevista a El Mundo en la que, situándose en una situación de igual a igual con cualquier ciudadano de clase media-baja, subrayaba la problemática del alquiler en Madrid. “Tengo ilusión por comprar, pero me falta tiempo, y cada vez se está poniendo más difícil. En Madrid se ha disparado la vivienda”. 

Lo decía como si la cosa del alquiler no fuese con ella, ni que estuviese gobernando la Comunidad de Madrid; pero peor, lo decía como si realmente tuviese problemas para acceder a la compra de una vivienda, ella que entonces ya cobraba más que el presidente del Gobierno (de acuerdo con los datos del portal de transparencia de la Comunidad de Madrid, Ayuso obtuvo en el pasado año 103.090,32 euros como rendimientos del trabajo por su labor al frente de la comunidad); ella que entonces ya era pareja de Alberto González, quien justo un mes después de la entrevista adquiriría la vivienda en la que actualmente viven (y que, además, en esa fecha ya tenía abierta la inspección por parte de Hacienda en su contra).

De entre las muchas cosas reprochables de las justificaciones de Ayuso, quizá una de las que más es esa falsa y frecuente autovictimización, esa especie de fingido resentimiento pobrista. Porque solo hay algo peor que hacer ostentación de la riqueza, y es hacer ostentación de la falsa pobreza. Si el materialismo ostentoso es despreciable, más lo es el fingimiento de una clase social a la que claramente que no perteneces. Las personas que tienen ilusión por comprar en Madrid y no pueden, no viven en un ático valorado en más de un millón de euros, con más de 180 metros cuadrados y ubicado en uno de los mejores distritos de Madrid. Las personas que tienen ilusión por comprar en Madrid y no pueden viven en alquiler sobrepagado. Tratar de igualarte a la baja, con la falsa modestia de una currante sin apenas capacidad de ahorro, es una falta de respeto para los que sí están en esa situación.

“Si usted dice que no puede comprar imagínese el resto” le repreguntaban en aquella entrevista en El Mundo. Ella respondía que “lo digo como un ciudadano más de clase media que vive en Madrid y que ha sorteado los mismos obstáculos. Me independicé con 22 años, me alquilé una habitación por 400 euros con un sueldo de 600 euros”. Ayuso lleva desde 2006 –es decir, 18 años– cobrando un sueldo público. Pero los mismos obstáculos.

El electorado anhela políticos que realmente transmitan algo. Ayuso lo hace. A Ayuso su naturalidad, su carisma y su cercanía le han valido muchos e incondicionales apoyos. Hay quien la ve, efectivamente, como la colega con la que compartirías piso pasados los treinta, la colega que aparece con hummus y guacamole de bote en la cena compartida. Pero, detrás de esa fingida frugalidad, se esconde su situación privilegiada. Y, especial y convenientemente, se esconde la situación privilegiada de casi todo su entorno, de la que ella, mala suerte, nunca tiene constancia. La política deslenguada, “la única capaz de hacer frente al sanchismo”, a quien hace frente, realmente, es a parte de la ciudadanía a la que representa.