Pablo Iglesias y la prensa
A lo mejor Pablo Iglesias, sin saberlo, le ha hecho un gran favor al periodista de El Mundo Álvaro Carvajal al señalarle en la universidad por titular sistemáticamente en su medio en contra de Podemos, porque eso es lo que le ordenan sus jefes en el periódico y lo que le permite al periodista “colocar” sus informaciones en la portada.
Y le habrá hecho un favor porque la profesión periodística y su propio periódico han denunciado el ataque al periodista y posiblemente habrá quedado blindado frente al enésimo ERE que se avecina en su empresa.
Iglesias debería ser sensible a estas alturas ante las penalidades por las que pasan en los últimos años muchos profesionales del periodismo en los grandes grupos de comunicación, con los salarios recortados y las redacciones cercenadas en un proceso de reestructuración que parece no tener fin. Debería ser capaz, también, de discernir entre los medios de las empresas periodísticas y los periodistas que forman parte de ellas.
La degradación del periodismo viene dada fundamentalmente por la degeneración de la empresa periodística en la que trabajan sus profesionales con medios cada vez más precarios.
Hubiera sido más académico, valiente y eficaz hablar de la falta de independencia de algunos medios, de su consabida connivencia con el poder político y económico y hasta de cómo se siente tratado Podemos en ese contexto. Sin embargo, ha preferido disparar sus reproches hacia un periodista del que me he leído sus últimas crónicas sobre Podemos y no soy capaz de encontrar una sombra de aversión hacia Iglesias que no sea la crítica a la que todo periodista esta obligado a ejercer ante cualquier líder político.
Creo que el líder de Podemos se ha dado cuenta de ello y por eso ha pedido perdón. También pienso que Podemos no lo ha tenido fácil con los intereses empresariales y la orientación ideológica de algunos medios de comunicación, sobre todo tras las elecciones del pasado 20 de diciembre. Antes vivieron de un rebufo engañoso en el que se les dio cancha en algunas televisiones porque generaban un debate fresco frente a la vieja política que se traducía en aumentos de audiencia.
Después, me consta, como algunos comités editoriales de algunos medios pusieron una línea roja por la que solo valía que apareciera Podemos para informar negativamente sobre la formación política y sus líderes.
Con una televisión pública fuertemente blindada por el Gobierno en los espacios informativos y con los grandes medios de comunicación debilitados por su falta de rentabilidad y en brazos de complejos intereses financieros, poner el foco de todos los males en un periodista es matar pulgas a cañonazos o, lo que es peor, perder una oportunidad de denunciar los ataques a la libertad de información por parte de aquellos que son los verdaderos responsables de cercenarla.
Espero que Álvaro Carvajal no forme parte del nuevo ERE de El Mundo; deseo que no se acabe haciendo ningún ERE que debilite más el trabajo de los periodistas. Confío también en que los políticos asuman un día convencidos la frase del presidente Jefferson que prefería periódicos sin gobierno a un gobierno sin periódicos.