'Paint it black'
“Veo una puerta roja y la quiero pintar de negro. Veo tu cara pintada de negro, negra como la noche, negra como el carbón”. Esto cantaban en los sesenta The Rolling Stones convirtiendo a Paint it black en una de las canciones más famosas de todos los tiempos. Llegó incluso a ser versionada en España por Medina Azahara, Azúcar Moreno o Los Salvajes. Aquí el negro siempre se ha llevado mucho. Negro es el humor de las pelis de Álex de la Iglesia. Negrín era el presidente de la República. Negras son las novelas de Lorenzo Silva. Negro es el carbón asturiano y bajoaragonés. Negro es el color del luto de los mayores de mi pueblo. Negra es la fachada del Hotel Algarrobico construido de manera ilegal, y negras son las intenciones de muchos caraduras que pasean por la capital.
La semana pasada empezaron a desfilar por la Audiencia Nacional los 78 imputados por el caso de las tarjetas black que destapó eldiario.es el año pasado y cuyos extractos de gastos están disponibles en esta misma web para disfrute de crédulos y morbosos. Un escándalo supremo del que participaron casi todos, y que resulta especialmente irritante para la gente de izquierdas, donde políticos y sindicalistas, presuntamente de izquierdas, pagaban desde el abono al Teatro Real hasta videojuegos o la compra en El Corte Inglés de Sanchinarro.
Sin embargo nada alcanza en dureza de Rockwell a la diamantina jeta del presidente de la patronal madrileña Arturo Fernández, exvicepresidente de la patronal española (cuando su cuñado Díaz Ferrán era presidente) y dueño del grupo de restauración y catering Arturo Cantoblanco, hoy en concurso de acreedores tras una sospechosa ampliación de capital, habitual en ir a comer a sus propios restaurantes y que pagábamos todos vía Bankia. Esta semana le dijo al juez que iba allí porque eran suyos y eran más baratos. Sin embargo hay una cosa que nadie ha indagado. ¿Cómo se pagan 100, 300 o 1.000 euros exactos en un restaurante?. Pase que, en algebra, el 100 es un número compuesto, octadecagonal y abundante, ¿pero tan abundante es en las facturas? ¿Acaso el precio de todos los productos que sirven los establecimientos Cantoblanco son números naturales, sin céntimos, con el IVA incluido? Y si no es así, ¿la suma de los céntimos acumulados de la factura siempre da un múltiplo de cien? Y por último, ¿de verdad se creen que somos tan gilipollas?
El capitalismo madrileño se basa en tres principios: primero, privatizar los beneficios; segundo, nacionalizar las pérdidas; y tercero, pedir siempre otra ración de gambas. Si algo público funciona, por ejemplo los donantes de sangre, hay que ver cómo te puedes forrar con él. Si una empresa tuya va mal, como las autopistas radiales, comparte el pufo con todos los demás. Por último, si se te ha acabado el plato, no te quedes con las ganas de pedirte otro más, especialmente cuando no lo piensas pagar tú. Total, para algunos, lo que es de todos no es de nadie.
A nadie le extrañaría si, al final, nos terminamos enterando de que Arturo Fernández se pedía un “menú del día” de macarrones con tomate, escalope con patatas, vino con casera, pan y café o postre, y le pedía al camarero que le facturase una langosta y una botella de Dom Pérignon a la carta. Para algunos da igual que la tarjeta sea blanca o negra, propia o ajena, lo importante es que la coja el datafono.