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Palabras monógamas

Manos entrelazadas

Elena Álvarez Mellado

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Hace unos días, un dicharachero tuitero planteaba la siguiente pregunta en Twitter:

El hilo continúa con una muy disfrutable recopilación de carismáticas parejas lingüísticas propuestas por otros tuiteros, como “fumador empedernido”, “pertinaz sequía” o “silencio sepulcral”.

¿Qué son estos emparejamientos lingüísticos? El fenómeno que nuestro tuitero llama “adjetivos monógamos” es lo que en lingüística se conoce con el mucho menos entrañable nombre de “colocación”. Una colocación no es más que una combinación de palabras que suelen aparecer juntas y que forman un tándem lingüístico estable. Las colocaciones son ese je ne sais quoi que nos lleva a preferir ciertas combinaciones de palabras frente a otras, sin que sepamos explicar muy bien por qué los beneficios son siempre pingües, los errores, crasos y los marcos, incomparables.

Las colocaciones son una de esas cosas que los hablantes saben sobre su lengua, pero que no saben que saben. Basta con fijarse mínimamente en lo que decimos en nuestro día a día para descubrir que las colocaciones son ubicuas y que pueden afectar a cualquier categoría de palabras (adjetivos, sí, pero también verbos, sustantivos, etc). Así, por ejemplo, en español las decisiones se toman (no se cogen, ni se hacen). Los disgustos te los llevas (no lo sufres o lo albergas). Y las ganas no te atacan ni se te aparecen, sino que te entran. El estudio de las colocaciones consiste precisamente en observar y recopilar estas sutiles predilecciones léxicas que articulan buena parte de lo que decimos pero que suelen pasarnos totalmente desapercibidas. El Diccionario de colocaciones del Español de la Universidade da Coruña es una buena puerta de entrada por la que sumergirse al fascinante mundo de las colocaciones en español.

En términos puramente estadísticos, una colocación no deja de ser una combinación de palabras cuya frecuencia de aparición es mayor que la esperaríamos encontrar si tuviésemos solo en cuenta la frecuencia individual de cada una de las palabras que la forman. Dicho de otro modo, si casi siempre que me encuentro con la palabra “aguileña” resulta que va acompañada de “nariz”, puedo sospechar que hay algo entre ellas (es decir, una colocación). Si bien las colocaciones del arriba tuiteante son de adjetivos monógamos (es decir, los adjetivos que las conforman viven a merced exclusiva de la colocación que forman), las colocaciones pueden estar formadas por palabras poliamorosas que mantengan varias relaciones especiales a la vez, sin que ello cuestione el compromiso que mantienen con las colocaciones que integran.

Las colocaciones viven a medio camino entre las coapariciones libres y las locuciones o frases hechas. Una coaparición sería simple y llanamente una pareja de palabras que ha tenido la buena fortuna de coincidir en una frase sin que ello demuestre una afinidad o predilección especial entre ambas. En una coaparición monda y lironda, dos palabras se combinan para formar un significado conjunto que es igual a la suma de los significados de ambas palabras: una casa grande es una casa que resulta ser de tamaño grande. Si cambiamos una de las integrantes por un sinónimo, el significado seguirá siendo básicamente el mismo y no debería chirriarnos: una casa grande, gigantesca, descomunal.

Del otro lado, las locuciones son expresiones fijas que tienden a funcionar como un todo y cuyo significado no se puede deducir a partir de los significados de las palabras que la componen. El significado de una expresión como “estirar la pata” no se puede obtener a partir de combinar el significado de “estirar” con el de “pata” (es decir, no es composicional) y por eso no es posible sustituir ninguno de los elementos de la expresión por sinónimos sin que cambie drásticamente el significado (“estirar la pierna” casi nunca equivale al significado de “estirar la pata”). En semántica, el significado total no es siempre igual a la suma de los significados parciales.

¿Y las colocaciones? Las colocaciones están un poco a medio camino entre las coapariciones libres y las locuciones: las palabras integrantes de una colocación no mantienen una relación tan liberal como las de las coapariciones (libres y sin ataduras), sino que son más estables y tienen un vínculo especial y duradero con la palabra con la que colocan. Y aunque no llegan a abrazar la creatividad figurada (y muchas veces desbordante) que tienen las locuciones ni tienen la misma dependencia emocional, de alguna manera la complicidad que une a las palabras de una colocación tiene algo de convencional que no se puede explicar únicamente a partir de la disección anatómica de las palabras que la componen.

Teóricamente, nada impediría que las discusiones pudieran ser ardientes o calurosas, pero lo cierto es que como hablantes esas combinaciones se nos hacen anómalas y lo que nos pide el cuerpo es decir que son acaloradas. De hecho, tan solo alterar el orden habitual en el que aparecen los elementos de una colocación pueden hacernos arrugar la nariz (como en “salvo y sano”, en vez de “sano y salvo”). El léxico tiene razones que la gramática no entiende.

Precisamente esa arbitrariedad es la que hace que las colocaciones que funcionan en una lengua no sean necesariamente transplantables a otra. Quien más quien menos, todos hemos sufrido cuando, como estudiantes de idiomas, hemos intentado interiorizar colocaciones de otra lengua que nos resultaban totalmente ajenas. Aunque en español las preguntas se hacen o se formulan, en inglés sencillamente se preguntan; y mientras que en español la atención la prestamos o la ponemos, los francoparlantes la hacen y los angloparlantes la pagan. De hecho, el manejo con soltura de las colocaciones es un aspecto fundamental en el aprendizaje de un idioma y por eso las colocaciones con las que se usa una palabra debería ser una información que cualquier buen diccionario debería incluir. Al fin y al cabo, de poco sirve saber el significado de un término si no sabemos cómo se usa.

Aunque aparentemente anodinas y casi desconocidas fuera del ámbito de especialistas, las colocaciones son lo que dota de naturalidad y eficacia comunicativa a buena parte de lo que decimos. No solo de gramática viven las lenguas.

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