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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Paladines de la Ilustración Oscura

17 de agosto de 2024 21:58 h

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Pocos días me levanto con hambre, pero cuando sí, no me ando con chorradas. Estaba en la cola de la churrería esperando mi turno para comulgar y leyendo mis mensajes de Instagram, como un ciudadano ejemplar que paga sus impuestos, recicla y casi nunca ha incumplido la ordenanza municipal de no echar un pis en la vía pública. Escuchaba al churrero gimotear una melodía y al señor al que atendía respirar como un oso pardo con neumonía; detrás de mí había un chaval con maillot de ciclismo y pintas de haber madrugado más que yo. Después de todo solo eran las doce y media. Un domingo maravilloso que empezó a turbarse cuando mi móvil comenzó a vibrar.

Siempre aparece algún loco en tus redes sociales; son como testigos de jehová virtuales. Mientras esperaba a que el churrero me atendiese, uno de ellos tocó mi puerta: un chaval contestaba a un meme que publiqué diciéndome que vamos a pagar muy caras las políticas woke; me acusaba –por subir un meme– de estar “destruyendo occidente”. Empezó una larga letanía de mensajes en los que me explicaba que la xenofobia era lo que nos iba a salvar de los musulmanes y de “esta invasión”, que está en juego la herencia de “Grecia y Roma”. Y que en Alemania se han dado cuenta y están despertando. Con lo extendido que está lo grecorromano más allá del Rin. Sus mensajes eran idénticos a los que leo a diario en Twitter desde que Elon Musk lo compró. Decenas de miles de cuentas que fantasean con deportaciones masivas, estados militarizados y tecnocracias draconianas. El otro día incluso vi un tuit viral que decía que la “civilización está a punto de desaparecer” mientras mostraba un vídeo de un pakistaní vendiendo comida callejera en París. Si me pongo darwiniano me pregunto si una cultura derrotada por unos trozos de pollo adobados y ensartados con un palo de madera merece pervivir al caudal de la historia.

Internet se está llenando de paladines de la Ilustración Oscura, y sus mentes están siendo cooptadas por demonios 'veterotestamentarios' que vienen a reclamar sus derechos sobre el hoy. No tienen culpa de nada como no tienen razón de ser; no son más que el grito aterrado de la pequeña burguesía, que cuando dicen que están en peligro los valores occidentales lo que quieren decir es que no son capaces de asumir las consecuencias de sus privilegios históricos y ahora están aterrados por todo, incluso por unos inofensivos pinchos morunos. Por eso no hacen más que diagnosticar síntomas del sistema capitalista y los proyectan en cualquier otra parte; por eso son capaces de perder un domingo intentando convencer a un desconocido que la culpa siempre la tiene alguien más débil.

Los domingos por la mañana están para dos cosas que son completamente incompatibles: ir a comprar churros y contemplar el colapso de la civilización occidental. Aunque soy de los primeros, suelo atraer a los segundos, que intentan contagiar en mí una sensación apocalíptica de declive, y me dicen que esto está lleno de moros, de negros o de no sé qué más, de chinos, creo, y que tenga “cuidao” con los chinos; de mujeres, también, que hacen cosas, y eso está mal, porque las mujeres no deben hacer cosas y esa es otra señal de que nos vamos todos al carajo; sin olvidar a los homosexuales y a la gente trans, que son una especie de religión con algunos pedófilos entre sus filas; y yo me pregunto a diario por qué toda esta gente me escribe por redes sociales una y otra vez tratando de convencerme de que esas paranoias turiferarias suyas son la verdad que el PSOE y Bill Gates nos quieren ocultar a todos. Es que es demencial. Todos son hombres de entre 20 y 45 años 'inacabando' su adolescencia –como yo, pero mal– y casi ninguno pasa un psicotécnico. Y por desgracia, lo del psicotécnico no es cierto.