Pan, educación y libertad
Pan, educación, libertad es el título de la novela que el griego Petros Márkaris publicó en 2013 en la que su personaje, el inspector de policía ateniense Kostas Jaritos, se enfrentaba a la quiebra de una Europa del sur convulsionada hasta el punto de que el dracma griego y la peseta española sustituían al euro en una crisis sin precedentes, con la gente empobrecida manifestándose en la calle.
Con Márkaris he tenido varios encuentros, recuerdo en especial una cena en mi casa y otra en un hotel decadente pero con excelentes vistas al Partenón griego. En ambas, su mirada hacia el conflicto social era tan clarividente como inquietante.
Pensé que era su bonhomía la que le llevaba a predicar, frente al materialismo de la crisis económica, que solo se salía del agujero si la gente aparte de comer cada día, también podía tener acceso a la información y a la cultura en libertad. “De la libertad y la educación no se come, pero sin ellas la gente no será nunca autosuficiente”, me decía.
No vislumbramos en nuestros encuentros que un fenómeno externo, que no fuera la corrupción y la especulación financiera, como es este virus, nos llevara a una crisis tan mortífera y pusiera en peligro las tres máximas tuyas: pan, educación y libertad.
Las tres están en peligro ahora. De nuevo volverá mucha gente a pasar hambre, a perder sus puestos de trabajo y a empezar de cero. La Europa del norte da la sensación que nos mira por encima del hombro, mientras aquí en España, con las medidas de confinamiento, corremos el riesgo de que la educación y la libertad queden en un segundo plano.
El Gobierno lanza medidas cada semana para paliar el estrago económico de las empresas que no pueden abrir sus puertas, los empleados y autónomos que se quedan sin trabajo y para que los que ya estaban en la pobreza no se hundan en la miseria. Pan para muchos en la medida en que se pueda. Esfuerzos que haremos entre todos para ser solidarios con los que menos tienen, para intentar que cuando tengamos que reconstruir esto no lo hagamos sobre cenizas. Está bien y hay que hacerlo. Ojalá se haga también redistribuyendo la riqueza y que los que más tienen, más aporten. De momento eso no lo ha explicitado el Gobierno con claridad y debería hacerlo. A lo mejor es una anécdota, pero ¿es posible que la liquidez que se inyecta con los créditos ICO a las grandes empresas sea más económica que la que recibirán las pequeñas? Alguien lo tendría que mirar ya y desmentirme.
Me tira lo económico, no tengo remedio. Y sin embargo me preocupa más el cómo saldremos que cuánto nos costará salir. ¿El 10% del PIB , el 15%? Qué más da. ¿Qué haremos con nuestra libertad? ¿Cuánto nos costará recuperarla? ¿Cuánto tardaremos en volver a poner en primera línea la educación de nuestros hijos? ¿Cuánto nos costará poner en el punto de mira de la información y la cultura los asuntos que son relevantes para nuestra democracia?
Parece que todo vendrá de forma “desescalada”. Poco a poco. Sin precipitarnos. Con posibilidad de dar un paso atrás si el virus vuelve a acecharnos. Mientras tanto, seguiremos intentando que no falte el pan, pero poniendo en riesgo la educación y la libertad.
Los que nos gobiernan tendrían que pensar en ello, además de facilitarnos el pan. No solo de eso y para eso vivimos. Queremos ser autosuficientes.
Querido Petros, tenías razón , pero no sé si había algo de ficción en lo que me decías aquella noche en Atenas en aquel hotel decadente frente al Partenón.
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