Un pan como unas tortas

Pues genial. Cómo me joden los profetas, aunque el profeta sea yo misma. No hacía ninguna falta ser un genio del análisis para saber que una repetición electoral no iba a ser la panacea que diera a los socialistas el gobierno mágico y solitario. No, no lo era. Pero qué sabremos los pobres ciudadanos idiotas que no manejamos las pócimas de la demoscopia ni los cadáveres destripados de los pájaros de agüero. No sabemos nada, pero hemos dado en la diana.

Enhorabuena. Ya hemos hecho un pan como unas tortas. Pero un pan de masa madre es el que hemos hecho. No sólo el PSOE ha perdido escaños, que uno no tira los dados de nuevo cuando tiene jugada si no es para saltar la banca, sino porque se ha abierto la puerta grande para que salga el torero de la ultraderecha patria, de una vez por todas, con un resultado duplicado y convertido en una amenaza de gran calibre.

Gracias. No sólo han pasado sino que corean a su líder diciendo ¡a por ellos! No hay nada que tenga más importancia ni más relevancia ni que merezca análisis en esta triste y jodida noche electoral. Una noche que no tenía por qué haber existido. De nuevo, gracias mil. Mi aplauso final por haber perdido tres escaños y por haber permitido que la extrema derecha se convierta en la tercera fuerza de un parlamento europeo, con una fuerza de las más importantes en Europa. Mi sentido aplauso. También para los que no cogieron lo que se les puso en la mano aunque no fuera lo justo o fuera un farol o se hiciera a desgana. Mil gracias a todos. Ahora sí que vamos a dormir tranquilos. Ahora que salen al balcón ofreciéndose como alternativa patriótica y, sólo hay que entenderlos, reclamándose como partido único al que se pueden y deben unir todos.

Puede que para esta noche me hayan pedido un análisis, pero bastantes va haber ya desgranándose, con gran sapiencia, en la milésima de las cifras. No hay nada más importante que saber que tres millones y medio de españoles consideran que es una opción apoyar a los xenófobos, a los antifeministas, a los homófobos, a los nacional católicos, a la España centralizada y única. No creo que se pueda escribir otro titular porque si no es posible disolver en la nada, con un cruce de dedos, a los dos millones y medio de independentistas catalanes ¿cómo vamos a abordar a los tres millones y medio de nacionalistas españoles resucitados y creados y recreados por obra y gracia de Vox?

Nos jugamos nuestro destino. Nos jugamos la democracia. Estamos ya en el lugar de las naciones que han tenido que hacer frente a la extrema derecha iliberal aun tapándose la nariz. Y eso es lo único que espero. Eso es lo único que cabe.

De los resultados electorales sólo nos queda la urgencia de ser capaces de entender que somos mayoría los que apostamos por nuestra imperfecta y perfectible democracia, con todas nuestras diferencias. Incluso los que apuestan por la democracia aunque quieran hacerlo con otras fronteras.

Los progresistas podían habernos evitado este trago. Ahora tienen una especie de segunda oportunidad pero mucho más complicada. Ni siquiera que el viento de la historia acabe de barrer a Ciudadanos puede opacar esta necesidad imperiosa. No vamos a entender otra cosa. La historia no va a entender otra cosa. Así que a ver si se dejan de inventos los doctores liendres y a ver si los que tienen la responsabilidad se enfrentan a ella de una vez por todas. No hay asesor que te rescate de esa horrible verdad. Ya ni siquiera esa cacareada abstención patriótica del PP solucionaría nada. El escenario es de pesadilla y eso no lo han visto los que se creen infalibles, pero era tan sencillo como darle cuerda al juguete de un niño.

Son tres millones y medio y el resto una gran mayoría de españoles que tiene sus preferencias claramente del lado de la democracia que disfrutamos, del Estado de las autonomías, del Estado del bienestar, de las libertades, de la igualdad de las mujeres y de los derechos humanos.

Hay que frenarlos y no cabe ninguna otra combinación.

Enhorabuena, machotes, hemos hecho un pan como unas tortas.