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Parlamento contra Youtube

El líder de Vox, Santiago Abascal. EFE/J.J. Guillén

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En el pasado debate en el Parlamento para la aprobación de los Presupuestos generales de 2021 Vox protagonizó un curioso comportamiento: no presentaron ninguna enmienda y anunciaron que “rebatirían” los Presupuestos mediante la elaboración de vídeos propagandísticos en redes sociales para “desenmascarar” las cuentas. Esta decisión sorprendió e indignó al resto de los partidos. Para el gobierno, la ultraderecha incumplía su obligación democrática, mientras que el resto de la oposición les acusó directamente de “vagos”.

Como es sabido, los Presupuestos son las cuentas más importantes de la legislatura para el Ejecutivo y, después de rechazarse las enmiendas a la totalidad, el debate gira en torno a las enmiendas parciales presentadas por los grupos políticos que después se votan una a una. Para el gobierno, elaborar la Ley de Presupuestos es un titánico esfuerzo y para la oposición también lo es presentar enmiendas. El PP presentó más de 1.500 enmiendas parciales. Es un proceso largo y costoso, pero es así como se entiende el funcionamiento del poder legislativo, el debate político y la institucionalidad en una democracia parlamentaria. 

Y en eso llega Vox y dice que ellos pasan de enmiendas e intervenciones en el Parlamento, que ellos harán vídeos en las redes. Vale la pena reflexionar sobre esa decisión porque quizás, desgraciadamente, tiene bastante explicación. En realidad, el plan de los partidos políticos de ignorar las instituciones y desplazar el debate político a los medios, sin llegar al nivel de lo que ha hecho Vox en el debate de los Presupuestos, no es nuevo. Si un diputado tuviera que elegir entre diez minutos de entrevista en una televisión o veinte minutos de intervención en el Congreso, a buen seguro elegía lo primero. Yo he comprobado cómo en algunas administraciones locales los gobernantes anunciaban una propuesta en rueda de prensa, la oposición respondía criticando en otra rueda de prensa o dando declaraciones y, mientras tanto, el pleno de la institución ni existía para ese debate. Total, la gente no va a los plenos, lo que ve son las informaciones de los medios cuando difunden las ruedas de prensa. Es eso a lo que van los periodistas, no a tragarse horas aburridas de plenos parlamentarios.

Imaginen a una ciudadanía que debe elegir entre un debate parlamentario que dura decenas de horas distribuidas a lo largo de varios días o amenos vídeos de 20 segundos colgados en la red. Es el cálculo que han hecho los de Vox. 

A lo que estamos asistiendo no es a un partido de la ultraderecha que desprecia las instituciones (que también), sino a un modelo de sociedad en la que los medios primero y ahora el espectáculo audiovisual, frívolo y muchas veces mentiroso de las redes, pulveriza las instituciones, y con ello la democracia. Desaparece el debate político, porque si no se traslada de las instituciones a la sociedad no sirve a una sociedad democrática. Toda esa dinámica de tiempos, turnos, preguntas, réplicas, etc. se convierte en un ritual privado que a nadie le importa. Lo único que sirve es la aritmética parlamentaria, por tanto, una vez que has votado no tiene sentido implicarte en nada, el pescado ya está vendido y al votante, como ha deducido Vox, solo le queda disfrutar del espectáculo de los vídeos de los suyos y los chascarrillos de las redes. 

Entre el espectáculo de las redes y los medios, por un lado, y la sensación ciudadana de que, una vez que ha votado, no tiene capacidad alguna de intervenir en política, quizás estamos desmantelando la democracia sin darnos cuenta. El problema es que algunos sí se están dando cuenta y están cogiendo posiciones. 

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