Un país de emprendedores

Se lo voy a decir con palabras prestadas de la ministra de Empleo, que habla poco (ayer enmudeció con la EPA), pero cuando abre la boca es pura poesía: “Los emprendedores son la clave de la salida de la crisis, ellos tienen la llave de la recuperación (…) Ellos personifican la energía, el empuje, la creatividad, la ilusión y sobre todo la confianza de hoy y de mañana (…) En ellos está el alma y el talento de nuestro presente y nuestro futuro.”

Con menos poesía, venía a decir lo mismo ayer el presidente de la federación de autónomos ATA, Lorenzo Amor: “En los próximos meses va a ser más fácil crear tu propio empleo que encontrar un empleo”.

Y ya prosaico del todo, lo explico yo por si todavía no lo entienden: si te has quedado en paro, búscate la vida porque aquí no va a haber trabajo para nadie en mucho tiempo. Y si todavía estás asalariado, coge tu última nómina y enmárcala, porque pronto será una pieza de museo, algo que enseñarás a tus hijos algún día para que se asombren.

El paro no sólo destruye empleo. Además destruye la relación laboral como hasta ahora la conocíamos. Cada vez más empresarios despiden para a continuación seguir contando con los mismos trabajadores, reconvertidos en autónomos, colaboradores, que hacen lo mismo pero cuestan menos y no hacen huelgas ni se ponen malos. Y las poquísimas ofertas de empleo que se encuentran ya no ofrecen contrato y nómina, sino una relación mercantil: tú te haces autónomo, y te pagan a comisión o por objetivos, a menudo poniendo tú el coche, la furgoneta, el ordenador, el teléfono y lo que haga falta.

En la EPA terrible de ayer algunos veían un pequeño destello de luz: el aumento de los trabajadores autónomos, más de 53.000 en el último año. Crecen los autónomos sin asalariados, y disminuyen los empleadores. Esos 53.000, más los muchos que no se dan de alta en la Seguridad Social, son los nuevos emprendedores que, como dicen los cursis del management, han visto “una ventana de oportunidad” en la crisis. Y se han tirado por ella.

Tras años de aguantar la monserga sobre las virtudes del emprendedor, el self-made man, el botones que llega a presidente, quién se ha llevado mi queso y demás patrañas, por fin nos hemos convertido en un país de emprendedores. Pero como en tantas cosas, lo hemos hecho por la puerta de atrás: obligados, a empujones, de malas maneras, porque no nos queda otro remedio. Falsos emprendedores, pues el fondo de la relación laboral sigue siendo el mismo: tú pones la fuerza de trabajo, mientras los medios de producción continúan en las mismas manos.

Algunos, como decía, siguen trabajando para la misma empresa que les despidió, pero ya sin nómina ni derechos, pagándose el seguro de autónomo y quedando a merced de las necesidades productivas de la empresa, y de las tarifas que impongan, porque esa es la otra parte del emprendimiento moderno: la tarifa lentejas, si no la quieres la dejas, que ya habrá otro que la acepte.

Para otros la carrera de emprendedor supone olvidarse de la estabilidad de un solo pagador, de la nómina que aunque escasa te permitía saber con qué contabas para vivir, y pasar a depender de mil pequeños pagadores, tantos como trabajos consigas, pasando de la precariedad laboral a la precariedad autónoma. Vivo rodeado de gente, jóvenes y no tan jóvenes, que cada semana tiene que inventarse el trabajo de la siguiente semana, y no saben qué les deparará el mes próximo, no digamos ya el año que viene. Todos, eso sí, emprendedores pata negra.

En el periodismo conocemos bien esa “ventana de oportunidad”, por la que la mayoría hemos sido defenestrados. Las empresas a golpe de ERE se deshacen de trabajadores asalariados y cubren sus necesidades con colaboradores externos, estajanovistas mal pagados y fáciles de explotar.

Sin embargo, la discreta ministra de Empleo decía hace dos meses que los periodistas hemos sido “los primeros en ver las oportunidades del autoempleo”, y ensalzaba el ejemplo que dábamos a otros emprendedores. Qué graciosa, verdad. Tras más de 8.000 periodistas despedidos, reconvertidos en colaboradores por cuatro perras y compitiendo a dentelladas por conseguir un hueco, viene la ministra y te felicita por ser un visionario.

Así es como nos hemos convertido en un país de emprendedores, para los que el Gobierno anuncia, como uno de sus proyectos estrellas de este año, una Ley de Emprendedores. El primer paso podría ser cambiar el nombre del Ministerio de Báñez, convertirla en ministra de Emprendimiento, o directamente ministra emprendedora. En su negociado cuenta ya con seis millones de emprendedores en potencia.